Dedicado a Elena Martín
En Biodanza, la sensación de pertenencia se rescata poco a poco, danzando entre miradas discretas que encuentran su mirar mecidas por la música. Todo ocurre fácil, casi sin dar cuenta. Se va recordando en la piel la agradable caricia del pertenecer consciente hasta que cuerpo y mente se entregan juntos a la evidencia.
Durante algunos meses de participar en el grupo de principiantes de mi amiga facilitadora de Biodanza Elena Martín, sin ser consciente de ello, he navegado entre dos aguas que me impedían integrarme en el grupo de forma plena y satisfactoria. ¿cómo se participa en un grupo de iniciantes cuando el inicio quedó lejos y las limitaciones de entonces se sustituyeron por la confianza de ser y mostrarse que Biodanza facilita? Pero he descubierto que limitaciones es un camino autoreferenciado, un laberinto mejor dicho, donde se esconden espejos que, aunque ya fueron vistos con anterioridad, siempre reflejan sombras a observar. Y sí, danzaba en el grupo de iniciantes dividida entre la forma de participante y facilitadora, conseguía vivenciar por supuesto, más la entrega total no era posible pues analizaba las músicas, las consignas, la lectura corporal, la curva de la sesión… me parecía sutil, pero su presencia me impedía la pertencia.
Me he sentido en muchas ocasiones autolimitada en mi expresión por cuestionar si mi apertura sería apropiada en el grupo de iniciantes, si mi danzar asustaría, si mi explicar sería rechazado por tanta sinceridad. Ay de mí!!!!!!!!! Al final de todo, sólo son limitaciones. Creía que esos cuestionamientos se debían a……… y son el mismo juego mental cansino que se muestra nuevamente para recordarme que no hay nada nuevo en el dudar y en el temer aunque el enfoque sea distinto, sigue siendo el patrón de «ser adecuada» que emerge como manifestación de la memoria colectiva que continua viva condicionando nuestras relaciones.
Pero ayer decidí expresarme desde la desnudez de mi alma y compartir en la rueda de intimidad verbal, mi sentir del momento con absoluta transparencia y decir a mis compañeras y compañeros de biodanza mi ultra-secreto. Lo hice sólo por la fidelidad de mi compromiso a obedecerme y aunque las dudas intentaban manipular mi expresión, mi verbo se manifestó – Soy escritora –dije y seguí el ritmo del tránsito. Mientras solté mi verdad sellada, las aguas de mi habitar se desbordaron y fui bendecida por ellas. Al terminar, ya no era la misma que entró por la puerta del aula durante varias sesiones sin saber cómo debía ser en un grupo de principiantes.
Dancé como no había conseguido hacerlo desde que inicié mi participación en el grupo. La cadencia de la sesión me invitó a ser la que soy y en la última rueda sentí que el pertenecer ya me había habitado. Me despedí del grupo sabiendo que el viernes que viene volveré a nuestro círculo de afectos sin la menor duda ya.
Gracias Elena Martín por tu facilitar.