Hacía días que sentía que el ciclo con las Mujeres Jardín estaba completándose y era el momento de la despedida. No es fácil enfrentar este sentir cuando llevamos cuatro años juntas, viviendo un universo entero de emociones, anécdotas, despedidas a compañeras que partieron para reunirse con las estrellas, mañanas de frío invierno y calor de verano en una de las plazas del pueblo resistiendo la separación impuesta por la situación mundial, alegrías, llantos, confidencias, miradas, abrazos de hermanas, caricias de cuido y tanto más que ya pertenece a nuestra piel, a nuestra alma, a nuestra historia de vida para siempre.
Ellas, mis Mujeres Jardín, las mujeres sabias del Clan de las Abuelas, llegaron a mi vida cuando mi corazón necesita mares de amor. Había estado trabajando casi dos años con trabajadoras sexuales, prostitutas, putas como se llaman ellas a sí mismas, y me había quedado seca de afecto, o así me lo pareció a mí. Demasiada dureza para mi corazón. Necesitaba danzar con otras mujeres y hombres desde otro lugar más amable con la vida, más lento, más apacible, y después de un tiempo de reposo, sentí la llamada del Clan de las abuelas y los abuelos. Busqué la manera de hacer Biodanza con ellas y ellos y en Cruz Roja de mi pueblo, Castellar del Vallés, nos abrieron las puertas con gusto.
Ya sabes que en todos los grupos de desarrollo personal, de autoconocimiento o entornos vinculados en éste ámbito, la afluencia de mujeres es mucho mayor que la participación de hombres. Ocurre mucho más cuando las edades del grupo corresponden a mayores de 70a; no sólo por cultura sino también por índice de mortalidad. Estadísticamente los hombres mueren antes que las mujeres, así que el grupo de iniciación a al Biodanza para personas mayores de 65a, se convirtió en un grupo de mujeres que con el tiempo bautizamos como Mujeres Jardín. ¿por qué? porque son verdaderas flores que año a año expanden su perfume generosamente.
No te voy a contar anécdotas y vivencias de nuestro recorrido juntas durante estos cuatro años maravillosos porque aquí en la web, con la etiqueta «Mujeres Jardín» vas a encontrar mucho material. Mi interés hoy es compartirte lo que han significado para mí y la huella que ha dejado en mi vida.

Las ancianas y ancianos de la tribu humana siempre me han fascinado. Me acuerdo de mis abuelos, especialmente de mi abuelo materno con el que convivíamos hasta que murió. Recuerdo sus canciones, sus anécdotas de la guerra, el hambre que habían pasado, sus juegos infantiles, la muerte de dos de sus hijos, su habilidad para arreglar «provisionalmente» todo lo que se estropeaba en casa, su sabiduría adquirida con la experiencia de toda una vida buscando siempre la libertad y la felicidad, su inmenso amor por mi abuela Catalina que murió cuando yo tenía cuatro años, la oración que nos enseñó a mi hermana y a mí cuando mi papá estaba muriéndose poco a poco,…
Recuerdo que cada día en la mañana, venían a visitarlo a la tienda de mi mamá, un viejo amigo y su hermano menor. Se sentaban en una esquina de la boutique y pasaban el rato. Yo los escuchaba hablar en la distancia. A veces estaban callados mucho rato, sin decir nada; solo estaban allí y era natural. Otras veces discutían por desacuerdos que nunca llegaban a ninguna parte más que al momento presente. El afecto era lo más importante, el afecto verdadero.
Después, con el tiempo y el hacerme mayor, he tenido la suerte de trabajar durante algunos años con ancianas y ancianos en residencias asistidas, en hogares tutelados y en sus propios domicilios. He aprendido de ellos y ellas muchas lecciones que conservo en mi interior como tesoros. A veces no era fácil lidiar con su amargura, con su resentimiento, con sus demencias,… aún así, cuando consigues entrar en su código y te paseas por su ritmo desacelerado escuchando sus sentires, sus anécdotas, sus pausas y silencios, sus miradas que a veces se congelan en el tiempo que fue y les dejó nostalgia,… todo toma un sentido más tierno, más lúcido, todo se relativiza, porque pertenecer al Clan de los Abuelos y las Abuelas sabias de la tribu humana, es un derecho que sólo se adquiere por merecimiento. No todas y todos lo consiguen.
Yo he tenido la gran suerte de encontrarme con auténticas Mujeres Jardín que han colmado mis días de ilusión por nuestros encuentros, por compartir saberes y sentir su corazón florecer, por acompañarnos mutuamente y hacerme sentir que yo también he sido un miembro de su clan. Con la práctica de la Biodanza y la Educación Biocéntrica, han descubierto dones y talentos que permanecían a la espera de ser reconocidos; y sí lo hemos conseguido: han surgido poetas y escritoras, han recuperado sus cantos y juegos infantiles, hemos cantado y bailado como se hacía antes o como se hace cuando eres niña y todo es perfecto tal como es aunque no lo parezca, hemos paseado del bracito y se han disfrazado, bailado, pintado, recitado,… Hemos hecho fiestas y compartido recetas sabrosas hechas con amor,…
No hay palabras suficientes para contarte todo lo que ha significado para mi vida encontrarme con ellas. Solo puedo decir gracias. Me siento en Gracia por haber compartido con vosotras cuatro años de profunda amistad. Ahora la vida nos lleva a despedirnos, como cuando danzamos en Biodanza y luego de un rato toca la despedida para encontrarnos con otras; pues lo mismo. Ahora es momento de despedida.
El último día, justo el martes 1 de marzo, nos encontramos por última vez en nuestro Círculo de Saberes. Disfrutamos del mural que habían hecho en mis tres semanas de ausencia. Aquí más abajo te dejo las fotos. Compartimos los sentires y nuestra Dama de Noche nos invito a chocolate deshecho en una cafetería próxima.






Este mural fue hecho con la intención de dejar un mensaje a los adolescentes y jóvenes de estos tiempos: «No os desanimeis. El mundo está cambiando y necesita de vosotros y vosotras. Sois como gusanos que se transforman en lindas mariposas». Pintaron mandalas, escogieron fotos hermosas, escribieron sus sentires y crearon este mural, nuestro último recuerdo.
El vínculo está hecho para siempre. Nada podrá borrarlo jamás. Estamos unidas por la piel y el corazón. Nos amamos.
Amor y servicio.