Cuando empezó el confinamiento, de repente y sin tiempo para asimilar lo que venía, nos quedamos sin nuestros amados encuentros semanales de Biodanza y Educación Biocéntrica. De todas las mujeres que componen el grupo de Mujeres Jardín: escritoras y poetas del grupo de Biodanza de Tercera Edad de Castellar del Vallés, Barcelona, sólo tres o cuatro tienen internet y usan redes sociales; las demás no tienen ni quieren tener (demasiado complicado dicen), así que nuestros vínculos se han mantenido a través de las llamadas telefónicas en red. Era la única alternativa posible para continuar tejiendo el urdimbre.
Cada vez que nos hemos llamado, ya fuera una conversación larga o corta, siempre me he quedado con un suave calorcito en el corazón, extendiéndose por todo mi cuerpo hasta colmarme en la sonrisa. Y es que las mujeres mayores, las ancianas de la tribu, poseen la sabiduría en la piel, en el gesto y en su palabra desprovista de tapujos, sin apariencias. Directo al corazón, permeándolo todo de paz, amor y profundo sosiego.
Esta mañana, las he ido llamando a todas para proponerles un encuentro presencial en espacio abierto para la semana próxima, sin ningún compromiso. Por supuesto no será Biodanza; será un encuentro de Círculo de Cultura para compartirnos, escucharnos, hacernos presentes, nombrar a las ausentes y fortalecer vínculos y afectos. El parque de atrás de la Iglesia principal del pueblo cumple con las condiciones idóneas para cuidar las distancias y estar suficientemente cómodas. Todas han dicho que sí con alegría y una manifiesta ilusión, así que si no hay contratiempos, el martes que viene nos encontramos de nuevo. ¡Tengo tanto ganas de verlas!
El motivo de este post es compartir un regalo-aprendizaje que hoy, una vez más, he recibido de una de las flores de nuestro jardín. Ha sido mientras hablábamos por teléfono. Le ha venido al presente un recuerdo que dice así:
Nuestra Dama de Noche, la flor más perfumada de nuestro hermoso jardín, un día, cuando sus hijos e hijas eran todavía pequeños, la mayor de todos ellos le preguntó si podrían comprar un huevo Kinder. La flor le preguntó: – ¿Para qué quieres un Kinder?-. La niña le respondió: – Es que dicen que ¡es tan bueno!-. Entonces la Dama de Noche, mujer trabajadora, hija de Granada, casada con un andaluz inmigrante como ella y paleta de oficio, llegados a Catalunya «pa trabajar y salir palante«, con cuatro hijos, la coge de la mano y le dice: –Vamos a ir a ver lo que cuesta ese huevo Kinder-. Al entrar al establecimiento, preguntan por el precio y la Dama de Noche le dice a su hija mayor: – Eso no es pa nosotros hija. Mira el dinero que tengo-, y le abre la mano enseñándole el dinero que tiene. El tono en que la flor habla, es claro, transparente, sin queja, sin apariencias. Le sigue diciendo: –Si compramos el huevo Kinder nos gastamos estas monedas– y separa unas cuantas de las que llevaba en la mano. –Tus hermanos van a querer también y tendríamos que comprarles a ellos, así que nos gastaríamos estas otras monedas y no nos quedaría na más que esto pa comprar lo que nos hace falta.– La niña la miró y antes que dijera nada, la Dama de Noche le dijo: –Tu no te preocupes mi niña que yo te hago un flan requetegüeno y las madalenas que tanto te gustan. Así todos comemos de todo. ¿Te parece?-. La niña asintió y sonriendo, regresaron a casa cogidas de la mano. La Dama de Noche me decía que así les había enseñado a sus hijos e hijas a valorar las cosas y a ahorrar si querían algo.
Cuando ella me contaba eso, me he acordado de cuando mi hijo pequeño, con siete-ocho años, me pedía eso y aquello porque en la escuela los otros niños lo traían y él también lo quería. Yo, para que no se sintiera carente, para evitarle sentirse menos que los demás, se lo compraba. Acababa de divorciarme y la economía familiar no era la misma con un sueldo para sustentar un hogar, que con dos, así que hacía lo que podía para salir adelante. El caso es que mi intención era evitarle a mi hijo que se sintiera carente, cuando en la realidad lo que le mostraba era la verdad: era yo la carente; yo era la que sentía carencia de todo y no sabía cómo hacer para que mis hijos sufrieran lo menos posible. Entonces, siguiendo la conversación, le he dicho a la Dama de Noche que a veces los papás y las mamás les compramos cosas a los/las niños/niñas para que no se sientan carentes y ella me ha contestado: – De carente nada. La carencia es cuando no tienes pa comer y te mueres de hambre- . Sus palabras han entrado directo a mi corazón. De ahí han pasado a implosionar mi mente y la Luz del entendimiento se ha hecho en mi interior. ¡Cuan carente he sido! ¡Cuánta carencia disfrazada de abundancia en mi vida!. ¡Cuánto engaño mamado en esta sociedad aséptica y desinfectada, en la escuela-industria, en la farsa de la televisión, dándonos de comer carencia por todos los lados para consumir y consumir y tener y tener y depender y alimentar el sistema capitalista.
Siguiendo en nuestra conversación por teléfono, la perspectiva del tiempo transcurrido desde ese entonces, me ha hecho sentir agradecida por mi vida, por todo lo que he vivido y sentido, por mis relaciones, por estar rodeada de mujeres como la Dama de Noche que en su vejez, siguen siendo maestras savias que nos recuerdan qué es importante y qué ya no lo es.
Yo, como tantas otras, soy hija de una sociedad patriarcal, neoliberal basada en la inculcación de la carencia, de la culpa, de un éxito ficticio, de unos valores que matan y enferman.
La carencia, querida lectora, sólo está en la mente. Desvanece esa creencia de ti porque no es real. No importa lo que te digan o te hayan dicho, lo que escuches, lo que te hayan hecho creer y lo que hayas creído que es verdad; respira y quédate en silencio. Deja que se desuelva la ilusión, que pase de largo y tú permanece. Hay un lugar, un espacio, un punto en el que sólo existe lo que siempre está, lo que siempre es. Deja tu historia personal por un momento y percibe que es lo que queda.
Eso, eres Tú, El Ser. Quédate Allí y confía.
Con Amor y Servicio.