En las Fiestas de la Tierra, durante el solsticio de invierno, las antiguas sacerdotisas romanas, guardianas de las tradiciones, maestras y sanadoras de cuerpo y alma, recitaban esta oración:
Esta es la noche del solsticio, la noche más larga del año. Ahora las tinieblas triunfan y aún así, todavía queda un poco de luz. La respiración de la naturaleza está suspendida, todo espera, todo duerme.
El Rey Oscuro vive en cada pequeña luz. Nosotras esperamos al alba cuando la Gran Madre dará nuevamente a luz a su amado hijo Sol, con la promesa de una nueva primavera.
Así es el movimiento eterno, donde el tiempo nunca se detiene, en un círculo que lo envuelve todo. Giramos la rueda para sujetar la luz. Llamamos al Sol del vientre de la Noche.
Así sea.
