Hace un mes aproximadamente, recibí un email solicitando mis servicios como facilitadora de Biodanza para un evento especial: el 60 aniversario de una mujer. Ella misma había decidido celebrar sus 60 años invitando a sus personas queridas a una sesión de Biodanza porque quería, según me dijo, que ese día fuera especial para todas. Me pareció hermoso y me sentí honrada de facilitar una sesión con este motivo principal.
Desde un principio, todo fue fácil. Hablé con ella con más intimidad porque quería saber de su vida, detalles de su vivir y sentir que me servirían para diseñar la sesión a su medida. Y así fue.
EL grupo estaba compuesto por diez personas, hombres y mujeres cercanos a sus afectos. Sólo dos de ellas sabían que era Biodanza y las otras estaban expectantes, con cierta ansiedad y mucha curiosidad. Venían todas ellas con el corazón abierto y la confianza de una amistad tejida con hilos de afectos, miradas, presencia y tiempo. ¡Qué hermoso ver los rostros de las personas que sin saber qué vienen a hacer, están allí presentes!
Como en todas las sesiones, sus miradas empezaron a brillar con alegría de niñez, las sonrisas se fijaron en sus labios, su piel se iluminaba bajo el efecto «lifting» de la confianza, la diversión y la apertura que ofrece Biodanza, sus cuerpos dibujaban movimientos olvidados y el afecto sincero protagonizó las danzas. Al final, pedí alguna palabra que brotara de su sentir para definir la experiencia que habían vivido con Biodanza y dijeron entre otras palabras: alegría, confianza, abrir puertas, reencuentro, esencial, ser yo misma…
Amo servir con mi facilitar espacios-tiempos donde la Vida es la protagonista. Amo estas sesiones donde el disfrute está asegurado porque, aunque no sepan qué es biodanzar con sus mentes inquietas, sus cuerpo reconocen la Danza de la Vida y todo es muchísismo más fácil cuando recordamos que vivir es como danzar la vida, cada una en su movimiento.
Recuerdo otras ocasiones donde he tenido el honor de ser invitada a facilitar rituales de celebración. He tenido el placer de casar a una pareja, he facilitado el paso de niña a mujer, de mujer soltera a mujer emparejada, he celebrado el ritual de la entrada a la menopausia, este entrañable cumpleaños de 60 años y la bienvenida de una mujer operada de cáncer de mama a su llegada del hospital a casa. De todas ellas, guardo la sacralidad del momento, la semilla plantada en los corazones de todas las personas que participaron y que germina en su interior a su tiempo. Me siento honrada de tan hermosa labor que me ofrece el ser facilitadora de biodanza y educadora biocéntrica porque honrar la Vida es el más grande regalo que podemos hacernos los seres humanos.
Por nuestro pueblo y la Tierra. Así sea.