Hace pocos días iniciamos el cuarto año de Biodanza +65a, con mis amadas Mujeres Jardín. A penas hemos estado un mes sin encontrarnos, aprovechando las vacaciones estivales, y la alegría del reencuentro se hacía evidente.
El grupo está unido; percibo sus abrazos entrañables con ganas de contacto y afectos compartidos; hay risas, muchas risas, miradas cómplices, cercanía. En nuestro relato de intimidad verbal inicial, recorremos la memoria de lo que este último año ha significado para nosotras: despedimos a nuestro hermoso jazmín (Carmen) en una ceremonia íntima, llena de flores y poesía; nuestros encuentros interrumpidos en la plaza; las sesiones de creación de ¡ los microrelatos para el concurso literario; asistir a la gala de los premios del concurso de microrelatos; una foto en la revista del pueblo junto con todos los participantes al concurso; la reapertura de la sala que nos acoge, … Juntas tejemos la memoria del curso anterior y así honramos todo lo ocurrido.
Los cuerpos están más rígidos que la última vez; las vacaciones se notan en su movimiento, sus andares. Vamos a ir progresivamente, con mucho cuidado, durante estas primeras sesiones hasta que recuperen la soltura corporal. Este año, vamos a seguir incorporando las vivencias en el suelo. El año pasado empezamos a usar las colchonetas que nos han facilitado a modo de suelo, pero no pudimos hacer a penas uso por la situación sanitaria. Este año si; es importante incorporar el ir descalzas, el estirarse en el suelo, levantarse, acostarse, acurrucarse, … poco a poco. Algunas tienen miedo, sus dolores, sus rodillas, sus caderas, pero hay buena disponibilidad, así que vamos a ir encaminando las sesiones al encuentro de la fusión corporal con la tierra y superar barreras mentales que limitan su movimiento.
Hemos hecho, las dos primeras sesiones sin suelo, y viendo la buena aoogida, a la tercera ya lo hemos incorporado. Las propuestas en el suelo con personas mayores, requieren de una buena integración motor-afectiva, y sobretodo, crear la confianza suficiente para que se decidan ir al suelo. Nosotras hemos estado casi tres años para conseguirlo. Hay que tener suficientes cojines y mantas (en el invierno) para que todo sea realmente cómodo. Iniciamos con ejercicios muy suaves, como mandalas, respiración abdominal, minuto de eternidad en el suelo, … Se fueron acostumbrando a sentarse en el suelo, a estirarse y levantarse que es lo que más les cuesta. Todo debe darse con mucha progresividad porque a parte de la limitación física, el miedo juega un papel muy importante en su percepción de limitación. Nosotras conseguimos, después de tres años, hacer el nido afectivo.
A pesar de toda la confianza que se tienen, la propuesta del nido se inició con distancias corporal. Fue la poética de la consigna que las fue acercando poco a poco hasta que se dió la vivencia. Tal fue su belleza que no tengo palabras para describirlo. Las grabé en vídeo para que se percibieran. Al terminar la sesión, todas estaban maravilladas con la sensación que habían vivenciado en el nido: el amor, la compañía,… no tenían palabras. Antes que nos despidiéramos, les enseñé la grabación y se encantaron. Tengo ganas de escucharlas en la próxima sesión, para saber qué sensaciones vivieron.
Te dejo el vídeo para que tu misma puedas percibir la Belleza del gesto, de los rostros, de sus cuerpos. No hay mucho más que decir.
Las Mujeres Jardín son las ancianas de la tribu humana. A alguna de ellas no le gusta la palabra anciana porque dice que la hace sentir inservible, vieja (en el sentido peyorativo), «como un mueble viejo arrinconado en una esquina» dice nuestra Violeta, pero después, hablando entre ellas, escuchándolas, todo se va reeditando en su sentir y se impregna de sentido. Tengo la certeza que ser anciana en la tribu humana es una bendición que nos cabe honrar.
La historia de vida de las Mujeres Jardín de todas las comunidades humanas, tiene mucho que enseñarnos, sobretodo en estos tiempos compulsivos donde ser humano, ha perdido el sentido y se ha convertido en otra cosa, en cualquier otra cosa que no es lo que en Verdad Somos. Sus saberes, al tener un espacio donde ser escuchadas y escucharse, no solo con las palabras sino también y sobretodo con sus corporeidades vividas, emanan sapiencia que como el perfume de la flor del azahar, se expande suavemente penetrando las almas.
Las ancianas y ancianos junto con los niños y las niñas, tienen la capacidad de cambiar el mundo con su saber; las más pequeñas por vírgenes y las más mayores por experiencia. Curiosamente, tanto a unas por mayores como a otras por pequeñas, se las suele tratar como si no supieran y eso, querida comunidad, es del todo erróneo. La sabiduría se cultiva pero, igual que una semilla, en ella está todo lo necesario para Ser; sólo precisa del entorno adecuado para que Sea lo que Es. ¿No sé si me explico?.
Nos cabe crear espacios de amor donde nos sintamos amadas por lo que somos, nada más y nada menos: Lo que Somos. Cerca de mi casa, hay una guardería. Como cada mes de septiembre, al iniciar el curso se inician los llantos de los peques de la casa cuando son entregados en las amorosas manos de las educadoras. Veo escenas que me lastiman por dentro, porque me hacen sentir cuan lejos estamos aún del BienAmar. Mamas y papas haciéndose los fuertes cuando despiden a sus bebés; un papa explicándole con dulzura a su hijito de a penas dos años que debía portarse bien en la escuelita y no llorar porque él tenía que ir a trabajar; mientras, el niño escuchándolo atentamente e intentando calmar su propio llanto. Me pregunto cuándo tendremos coraje para dejar de ser esclavos y asumir nuestra libertad.
Mis palabras son para aquellas que tienen oídos, y al sentir, se escuchan.
Amor y Servicio.