En la Teoría de Biodanza, Tomo I, capítulo IV, punto 11, titulado BIOLINGÜÍSTICA, encontramos una detallada exposición del estudio de los lenguajes a partir de su origen biológico. En apenas nueve páginas, Rolando Toro, de forma resumida, describe y clasifica la filiación evolutiva de los protolenguajes, a partir de las investigaciones bio-lingüísticas en el ser humano, resaltando la importancia del lenguaje poético, hasta llegar a la vinculación poética de algunos de los poetas dentro del Modelo Teórico de Biodanza y las cinco líneas de vivencia.
No voy a transcribir la totalidad de las páginas, pero sí voy a remarcar aquellas partes que hablan específicamente del lenguaje en Biodanza como una vivencia epistémica.
El camino que va desde el sentir orgánico y su formulación en lenguaje es complejo y accidental.
Podríamos formular la hipótesis de que nuestro lenguaje es una extensión de nosotros mismos y que nuestras palabras constituyen la semántica del ser. Sin embargo, esto no es así, porque el hombre es capaz de disociar la vivencia de la expresión, es decir, puede construir falsos lenguajes.
Si mis palabras son una expresión de mí mismo, una extensión mía, semejante a las extensiones de mi cuerpo, una secreción absolutamente real, entonces mis palabras deberían tener el sentido total de lo que yo soy como hombre. Pero no es así, debido a que, en su trayectoria de formalización, el lenguaje enrarece sus vínculos con el origen e incorpora elementos de la cultura adquirida a través de la memoria. Estos elementos adulteran la pureza o veracidad de lo que nos proponemos decir. Así, el lenguaje surge dentro de una dialéctica de expresión y simulación, de veracidad, de autenticidad y falsedad.
(…) pienso que la única manera posible de encontrar el camino a la intimidad a través del lenguaje es considerar las palabras que designan el objeto como parte del hombre que expresa el objeto. (…) las palabras no poseen una realidad autónoma, sino que son la substancia, la secreción biológica de la interacción entre la parte incomunicable y silenciosa y aquello que finalmente se formula.
Es aquí donde surge la noción de poesía como el camino directo entre la vivencia y la palabra; donde la conexión originaria con el sentir orgánico se conserva siempre. Es en la poesía donde se salva el abismo entre el ser y no ser. La mutación visceral consiste en la transformación de sensaciones en conciencia fulminante. Ahí surge la veracidad, cualidad de desnudez, cópula energética con la realidad, que nace del encuentro en el diálogo, una dimensión de la esquiva noción de libertad. La poesía, una oportunidad para la libertad.
Si somos los mentores siderales de la vida, nuestras palabras pueden ser los puentes de conexión con otras vidas, con otros misterios de conciencia y otros ámbitos del corazón.
Nuestras palabras se vuelven, en la poesía, el néctar para la nutrición de los humanos con los humanos, bajo las estrellas.
En el lenguaje poético establecemos la trama de un misterio fabuloso: la intimidad; nos envolvemos con el misterio del otro, establecemos un pacto: palabras simples, verdaderas, directas, extensiones de la vida en la vida.
El poder curativo de las palabras no lo encontraremos jamás en el idioma de la psicología, sino en el lenguaje poético capaz de restablecer vínculos originarios.
(…) los problemas humanos pueden abordarse, sin duda, a nivel simbólico, a través de una poética en la que la palabra realiza, verdaderamente, la síntesis vital, creadora, capaz de dar acceso a una modificación profunda.
Rolando nos recuerda que la explicación de un mecanismo puede aliviar, pero no cura. Su interés radica en la sanación del ser humano, en su integración con y en la Vida. Sigue diciendo: El alarido como forma poética, la protesta política, la elegía, el canto de amor, la inducción de estados de conciencia cósmica y de éxtasis mediante el lenguaje poético, son elementos poderosos que podrían emplearse en la curación de las angustias existenciales.
En estas palabras de Rolando es donde encuentro el sentido a la palabra emocionada que se pretende en la Rueda de Intimidad Verbal. No hablamos de ser poetas como la cultura nos ha enseñado que es. Ser poeta, poetisa, es un estado de conciencia que nos conecta con la Vida que somos, que nos permite expresarnos verbalmente como una extensión del ser, recordando de dónde surge la palabra simple, sencilla, cotidiana, sagrada siempre: de la corporeidad viviente.
En el Simposio de didactas, de marzo de 2002, Raúl Terrén con el título Epistemología del Trance, nos recuerda la definición del acto de conocimiento: “la cognición es la acción corporizada», pero ¿qué es conocer? y aquí no podemos hacer la pregunta desde fuera, pues el conocer nos habita. Es así como el pensamiento racional entra en una encrucijada y como no sabe dónde ir, se detiene – dice Terrén- y en ese instante se puede entrar en un trance cognitivo (…) que puede ser una “vivencia epistémica” donde la confusión inicial se transforma en conocimiento. De esto podemos deducir que la vivencia epistémica implica un estado de trance, de cambio de estado de consciencia.
Esta vivencia epistémica, también llamada en Biodanza como trance integrativo, se da en la corporeidad vivida como la verdadera instancia del saber sin entender, como un proceso viviente de creatividad cognitiva, que se desarrolla entre el inconsciente vital, el inconsciente emocional y el inconsciente cognitivo en interacción, y que, al pasar a la conciencia y a la memoria, llamaremos conocimiento, lo ya conocido.
En Biodanza, el proceso de integración abarca la estructura unitaria música-movimiento-vivencia, más música es también la musicalidad de lo viviente, los sonidos vitales, las vibraciones sonoras donde la palabra emocionada, poética en sí misma, también puede llegar a ser vivencia, si hay disponibilidad para que eso ocurra.
En las dos últimas páginas de las nueve que he mencionado de la Teoría de Biodanza, Rolando Toro hace una distribución “apenas aproximativa” de los poetas que él considera “los verdaderos terapeutas de la especie humana” dentro del Modelo Teórico de Biodanza, a modo de propuesta, tanto en las cinco líneas de vivencia como dentro de los parámetros centrales del Modelo Teórico (integración-Expresión Genética, Identidad y Regresión-Trance.
Termina con un poema de Rilke expresando su vivencia de crecimiento en círculos concéntricos, el mismo modelo de espiral infinita de una Cantata de Bach:
Vivo mi vida en círculos concéntricos
que crecen y se alejan sobre el mundo.
Quizás el círculo mayor no llegará a cerrarse nunca a pesar de mi esfuerzo.
Giro en torno a Dios en este viaje sin edad desde hace millares de años.
¿Quién soy? Lo ignoro aún.
¿Un halcón, una tempestad o una inmensa canción?
Teresa Tendero, marzo 2023