«Los alumnos y alumnas aprenden a ser alumnas y alumnos», a ser alimentados por un sistema que califica sus dones y talentos según convenio, enfocando sus vidas hacia la realización de un sueño que no es suyo sino de otros y otras que cuantifican su saber con números que influenciarán su decisión del porvenir, hacia la satisfacción de su pasión o hacia lo que les resulte más fácil, más cómodo según las notas que hayan sacado en sus estudios de secundaria, aquí en España.
Yo quería ser veterinaria. Con el tiempo, mi sueño mudó y fui técnica administrativa. ¿cuándo perdí mi sueño? ¿dónde? ¿Cómo? Sencillamente me hice mayor, tomé una decisión de persona adulta. La pasión se quedó atrás.
Tengo un hijo de 16 años que ha acabado su primer año de bachillerato socio-económico. Al terminar la secundaria, se decidió a seguir por ésta vía por lo cómodo que le resultaban la mayoría de las asignaturas que se imparten en ésta área. No se guió por su pasión, por lo que más satisfacción le produce y por lo que mejor se le dá, sino por lo que dicen los profesores que tiene más salida según las asignaturas que le resultan más fáciles aprobar, por las notas que cuantifican su intelecto definiendo y condicionando sus posibilidades de éxito en la vida. No es el placer lo que cuenta, es el sufrir y dentro del sufrir, lo que menos nos haga sufrir dentro del sufrir. Sus profesores se encargaron de enfocar sus intenciones hacia esa perspectiva, haciendo un símil falso según el cual, lo más fácil que te resulta aprobar, las notas mejores que sacas en las asignaturas, son tus talentos, y así los las jóvenes adolescentes confunden talentos y pasiones, sueños y dones con la aprobación de los que califican según el criterio normalizado.
De pequeños no tenemos dificultad en decir qué seremos de grandes (bomberos, astronautas, dibujantes, artistas de cine, payasos, aventureras, capitanes de barco, buscadoras de tesoros, …) porque todavía no hemos sido suficientemente domesticados, es sólo cuestión de tiempo. Cuando pasamos la primaria y entramos en la secundaria, la confusión nubla el sentir y el efecto de la doma se hace presente. A unos se les manifiesta en rebeldía, otros en sumisión, la mayoría en una gran confusión que no termina en la universidad, sino que puede alargarse en el matrimonio, la casa, el coche, los hijos,….. aunque este futuro prefabricado es cada vez más difícil de sostener y se suele sustituir por canutos, alcohol, sexo, entre otras compulsiones.
Me crea lástima y enfurecimiento este mundo ausente de libertad y esclavo del absurdo, ensimismado por el encantamiento del oro robado a la tierra para saciar la locura opulencia del tener.
Nuestros hijos e hijas están pidiendo ayuda. Se ahogan en las aulas de pupitres y sillas estáticas, de paredes cuadradas, de pizarras llenas de fragmentos distorsionados de la verdad que insisten en inculcarles comida caducada en estado de putrefacción. Quieren vivir nuestros jóvenes, quieren sentir, quieren decidir, quieren pensar por sí mismos y no tienen espacios cultos donde escucharse, solo sus guetos de amigos donde viven en tribu resistiendo el embiste de la brutalidad de la pérdida de inocencia a golpe de descalificar su ser en el mundo.
Este tránsito de consciencia es costoso. Exige una resistencia de amor más allá de lo imaginado y grandes dosis de soledad. A cambio recibimos el silencio del adolescente que escucha y mira, y en su observar emerge la palabra fértil que afirma su voz en la tierra buscando enraizar el saber. Son voces aisladas todavía que reclaman ayuda para no perecer. Pulsan por vivir en un mundo que agoniza, por tomar el listón que por derecho les corresponde. Ellos y ellas son semillas en tierra abonada por amor a la verdad, que emergen confiando en ser alimentados y alimentadas por el Sol del nuevo día y la lluvia que empapa el suelo del saber.
Nos necesitan porque éste empeño no es su empeño, es el de todas y todos que estamos vivos. Es el empeño de la Madre Tierra, del Padre Sol, de las estrellas, de las aguas, de los seres acuáticos, de los terrestres, de los mundos y submundos que nos habitan y habitamos. Nos necesitan. Sí, nos necesitan porque esto no es una batalla a vencer, es un tránsito, un renacer, un parir lo que fue gestado en la aventura del aprender. No es lucha, es la conciencia que emerge y florece con fuerza mostrando su esplendor.
Si no les apoyamos en sus intentos de ser, de vivir, de permanecer en estado de despierta inocencia, se perderán entre tanto ruido-desamor. Los jóvenes ya no ríen, sus semblantes miran como niños y niñas acallados en proceso de asimiliación. No podemos dejar que sean asimilados por un sistema que empuja al morir, a sucumbir, a deslumbrar con éxitos ficticios basados en una sociedad mercantil, un comercio de vanidades que mienten y engañan con tal de sobrevivir.
Despertemos del letargo del ensueño. Impulsemos sus talentos, sus dones, sus habilidades in-natas y preparémoslos para insistir erguidos i erguidas en pie de Paz, defendiendo sus sentires, reconociendo sus haceres carentes de malintenciones. Se hace necesario escuchar sus sueños, sus decires y acoger en nuestro seno femenino su inocente hacer. Están aprendiendo a lidiar con un mundo hostil que va en contra de potenciar sus sueños. Nosotras madres, nosotros padres, nosotras y nosotros educadores, ya pasamos por eso y sabemos el sufrir del olvido, del rechazo, de la exclusión por ser raro rara, por ser rebelde, por contestar y no callar, por reclamar, en un mundo donde todo está establecido y si no eres de los nuestros, estas en contra nuestro.
Estamos vivas vivos. Es momento de vivir y de impulsar la vida, de acompañar a las los adolescentes y a su lado, escuchar sus iniciativas y apoyar con nuestra memoria su hacer. No es una memoria resentida, es la memoria de la tierra, del cuerpo, de la pipa de la paz. Igual que nosotras nosotros, son inocentes. No han cometido ningún acto impuro aunque intenten endilgarnos un pecado original fruto de una interpretación intencionada. Somos inocentes y estamos vivas. Hagamos lo que pactamos antes de nacer: amarnos en Verdad, sin condiciones.
No te quedes atrás. ¡Levántate y anda!
Reblogueó esto en spatiotempo arsy comentado:
Somos personas, del latín per sonare, para sonar. Cada una de nosotras es un sonido único. No lo olvides. ¡Suena!
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Interesante artículo, lo veo continuamente en las aulas de la universidad.
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