Crónica del primer contacte. Dimecres 25 maig, Els indignats pacífics
Aprovechando un viaje a Barcelona, decidí pasearme por la Plaça Catalunya, entre los Indignados.
Apropant-me a la plaça m’ha començat a invair l’emoció del moment esperat. Fa dies que em sento aprop de tots els que acampen; tants dies que ni ho recordo. Per què aquesta realitat és la gestació de molt moments anteriors on el sentit crític del pensament, la unificació dels sentirs de tantes persones que seguim creient en la certesa d’un món millor que no és una utopía ni una fal·làcia, en la construcció comunitària a través del diàleg i la paraula vivenciada,… Son molts dies, tants com una vida.
Molts eren els que deien que sommiavem massa i que no tocavem peus a terra , que això no podria canviar mai,… condemnats a la manipulació i l’esclavitut d’un sistema que ja no té com sostenir-se, encallats en la queixa i el malestar, seguiem creien en un món millor i vivint en la major coherència possible.
Els dies d’espera activa, de constància en les creences, d’accions que semblaven aillades, avui tenen un sentit profundament comú.
No estamos solos. Ya nunca más.
Grupos de jóvenes en rondas en el suelo, debatian en diálogo atento y calmado mientras la escucha estaba presente. Espacios ordenados de diferentes comisiones con multitud de carteles escritos a mano, reivindicando la verdad que se ha gestado en gargantas que parecía no tener voz hoy hablan mirando a los ojos, sin agresión, sin violencia; música de fondo de Led Zepellin acompañando el viaje por la utopía hecha realidad. Ningún partido político, ninguna propaganda electoralista, todas las voces escritas hablaban des de la serenidad, la reflexión, la certeza de que el ser humano merece vivir con dignidad y si los que escogimos como representantes del pueblo se han olvidado de su servicio, debemos recordárselo para que nunca más vuelva a pasar.
Un hombre de unos 50 años paseante por el campamento, se enfrenta a uno de los acampados por un mal entendido con uno de los perros que les acompañan. Insistía en chillar e insultar mientras que el acampante le decía con tranquilidad que lo podian arreglar hablando. Se han acercado dos compañeros más del campamento revolucionario para hablar con el irritado y ha surgido el abrazo mágico. – Hermano, te quiero. Todo está bien- le han dicho mientras lo abrazaban y el rostro del irritado ha ido cambiando, la voz de ha dulcificado y el gesto de la armonía ha surgido con progresividad. No es un sueño. Yo estaba allí.
Este es el clima del campamento de los indignados. Todo está en orden, limpio, coordinado. Una gran cocina de acampada nutrida con voluntarios que cocinan la comida que vecinos y transeuntes les ofrecen. Zona de biblioteca libre para leer artículos y libros de interés social y político, (energías renovables, permacultura,…) Zona wifi con ordenadores que les mantienen conectados en red con los compañeros de todo el mundo que reiteran lo que llaman la «Revolución española»; carpas de información de las diferentes Comisiones de trabajo que se han generado; jóvenes repartiendo agua y fruta a los que permanecen en sus puestos de acción,… todo está en armonía.
Y yo, observando todo este espacio de acción, servicio y amor, he llorado de felicidad por reconocer el momento esperado durante tanto tiempo. Ahora ya está aquí. No es una ilusión, un sueño de adolescentes, un arrebado te juventud; es un movimiento organizado que trabaja con claridad y actua con rapidez y precisión.
Hay rostros de jóvenes involucrados en el impulso de la acción, hay arrugas y canas, niños en sus mochilas porta-bebes, perros, ancianos con ilusiones renovadas y rostros de vitalidad. Reina la serenidad del trabajo transparente, consciente, enfocado y bien direccionado. Todo transcurre en una naturalidad que invita al respeto y la alegría. El pueblo tiene voz y se ha decidido a cantar. No hay gritos, suenan cantos de indignación pacíficos. El amor vence.