Dicen que en tiempos remotos, la Oscuridad habitaba en el interior de la Luminosidad. Hay cantos lejanos que cuentan recuerdos de Placentera convivencia y Hermosa comunidad.
Vivir en la Noche tiene preciosas características que algunas desean experimentar; otras escogen otros hábitats; siempre hay para elegir. Se trata entonces de vivenciar el vivir. La vivencia es el estado de consciencia de sentirse viva. Sentirse viva-vivo, proporciona al ser humano la capacidad de reconocerse actor de Una gran obra de Arte en la que cada agente tiene su lugar en la comunidad donde habita y se asienta.
El concepto de comunidad es muy amplio. Se caracteriza por la capacidad que las personas tienen de respirar con más amplitud, hasta tal punto que el respirar alimente, a uno mismo, al otro y a toda la comunidad. Os cuento:
Hace veintisiete años, nacía mi primer hijo. Con él aprendíamos a relacionarnos como hijo/madre/hijo y así una espiral infinita, con múltiples variaciones. Era la primera relación que teníamos como a tal y por tanto, era nueva para los dos. Recuerdo tener reacciones infantiles con él, de igual a igual, cuando él era pequeñito. A mi no me gustaba que, la construcción que habíamos estado haciendo los dos, pieza a pieza, de súbito desaparecía de un manotazo. Él estaba allí delante, satisfecho, sonriente, divertido. Yo no. Para mí era más divertido deshacer la construcción pieza a pieza y colocarla en su sitio.
Recuerdo el placer al darle el pecho. Lo seguro que se agarraba, lo bien que le sentaba mi leche, las peripecias que pasamos al descubrir que no podías conciliar el sueño porque yo había tomado un café con leche por la mañana. Los cuentos que le leía al lado de la cama.
Recuerdo la valentía escalando montañas, lanzándose por precipicios, subiendo montañas y haciendo malabarismos en el neumático de camión que colgaba de uno de los árboles de la casa de Avià (Berga). Se pasaba el día montado en su coche, pedaleando y conduciéndolo por todo lugar donde iba, en cualquier terreno, él siempre conducía.
De pequeño, me habían parado por la calle para decirme lo precioso que era mi niño. Brillaba por su mirada profunda, sincera, tranquila, observadora, curiosa; por su silencio. Me acarician las múltiples horas que nos pasábamos montando legos: él montaba la nave de Star Wars, el Enterprise, coches, en fin… y yo le pasaba una a una las piezas para montar. El tiempo podía transcurrir sin a penas notarlo.
Viendo las fotos de Berga, recuerdo su primera caminata. Hacía muy pocos días que andaba cogido sólo por una mano. Y ocurrió que:
Estábamos hablando detrás de la casa y Jan estaba con nosotros, como siempre. Al rato, me giré para ver donde estaba y lo encuentro andando tranquilamente hacia el camino. Iba seguro, derecho, con las manos y los hombros relajados, mirando el suelo.
En silencio llamé la atención a las personas que estábamos allí (Artur, Anna, Iaia) y todas se volvieron a mirar a aquel hombrecito aventurero, andando camino. Tengo esa imagen y la sensación, grabada en mí.
Ya cumples 27 años. Es un honor hijo.
Recuerda que, cualquier cosa que hagas, sea la que sea, como sea, es Perfecta en sí misma. Se tu mismo siempre.
Mama