Estoy haciendo la formación del Árbol de los Deseos con Silvia Eick. Por si alguien no la conoce, yo te la presento: ella es Maestra, Chamana y Maga. Su maestría no se debe sólo a los cuarenta años de dedicación, en cuerpo y alma, a la Biodanza recorriendo el mundo entero impartiendo talleres, formaciones, abriendo escuelas y cediéndolas a otros, una vez funcionando, para que continúen la labor; la maestría de Silvia es innata en su hacer porque ella posee la magia de las Mujeres Medicina, generando espacios enriquecidos para que todo lo que allí acontezca se dé de forma armónica, amorosa, progresiva, profunda, coherente, fácil, con relucientes destellos de Alegría en mayúscula y pétalos de transformación real. El Arte Mayor de la Magia radica en el Buen Hacer para el Bien Común; claro está que hay otra magia cuyo objetivo es el beneficio propio, pero esa no es la magia de Silvia. Su generosidad y su Arte la preceden.
El Árbol de los Deseos ofrecido por Silvia Eick es pura poesía que con rigor científico, penetra en los sentidos, la mente y el corazón, colmándolos de sabiduría y belleza. Os comparto mi relato de intimidad verbal que empieza con uno de mis deseos secundarios que me abrió la puerta a vivenciar mi deseo principal. Con este compartir quiero celebrar primero a Silvia Eick por su generosidad y maestría, a Luis Juan por su excelente gestión durante toda la formación, al grupo por su presencia más allá de la fría pantalla del ordenador, y muy especialmente a Begoña de Madrid, por su amorosa mirada y su sabia intuición que me llevaron a descubrir un tesoro hermoso que andaba silencioso cerca de mi corazón y yo no tenía condición para verlo, así que, querida Begoña, gracias, gracias, gracias. También quiero dar gracias a Maria del Consuelo, de Méjico por facilitarme la danza-llave de mi deseo principal, la cual ha marcado un antes y un después en la percepción de mí misma.
El tesoro escondido surgió en una de las esquinas de mi Estrella guía, donde se anota en el centro el deseo principal, rodeado de las cinco puntas con los deseos secundarios. Esta Estrella va acompañada del dibujo de tu Árbol en el que, de forma espontánea y sin tiempo para pensar, surgen los trazos del alma que junto con la estrella, definirán la danza o danzas que se proponen para manifestar el deseo principal.
Nos tocó a Begoña de Madrid y yo estar juntas para esa primera lectura de árbol y deseo. Nuestro encuentro fue un día antes del segundo fin de semana de la formación. Se estableció entre nosotras el aroma del buen entendimiento y todo fue fluyendo de forma fácil, orgánica y placentera. Ambas estábamos desnudas la una frente a la otra (espera, no te alarmes!!!; ) quiero decir desnudas de máscaras, de intenciones, de personajes y secretos, pues en el árbol y la estrella nada podía ocultarse. Estábamos expuestas a la mirada amorosa de la otra y con la inocente confianza de un bebé al que se acoge. Esa era la sensación que yo percibía en mi ser.
Empezamos con su árbol y su estrella. Cuando terminamos con ella, me tocó el turno a mí. Begoña interpretó mi árbol como si yo fuera transparente para ella y en un momento dado se fijó en un garabato poco definido que había sobre la tierra en la que se enraizaba el gran árbol frutal. Se trataba de dos grandes flores que ella no supo definir pero eran significativas pues en ellas se encontraba la llave que abrió el tesoro. Revisamos mi estrella. Le conté que había ido escribiendo el deseo principal y luego los secundarios hasta que llegué al quinto que me quedé congelada; escudriñaba mi interior y no encontraba qué decir. Pensé dejarlo en blanco pero la voz del alma, la intuición, me llamó la atención y me dijo: –Escribe lo que tienes que escribir,– y de mi mano fluyó sin pensar: ser amada. Cuando lo releí, me pareció que reflejaba exactamente lo que deseaba: ser amada, sin nadie definido, sólo el verbo infinitivo marcando el ritmo de mi anhelo escondido. Lo iba a dejar por bueno, cuando la voz del alma volvió a llamarme la atención: – Lee bien– me dijo. Entonces añadí BIENamada. -Ahora sí.- me dije, y mi alma sonrió satisfecha. En ese compartir, dialogamos un rato más y Begoña me regaló una danza de autoacariciamiento con una música concreta y una consigna para mí. Quedamos que, cuando ambas danzáramos nuestras danzas en el momento oportuno (cada una en su espacio pues al hacer el curos on-line no hay cómo hacer la viviencia en grupo), nos lo haríamos saber.

Esa noche, antes de acostarme, quise escuchar la música; no es de las músicas que uso normalmente, así que deseaba escucharla con calma. Estaba sentada en mi sofá ergonómico, sin intención de danzar, sólo de sintonizar con la intención y dejarme fluir. Puse la música y no sintonicé: la letra de la canción, aunque es en portugués, me impedía entrar en mi interior. Conozco bien el portugués y entendía todo lo que decía y eso me impedía entrar en vivencia. Lo intenté tres veces pero no lo conseguí; la letra me condicionaba. Pensé que ya encontraría el momento para danzarla. La sorpresa fue que, a la mañana siguiente, muy temprano, cuando el Sol todavía no ha salido a saludar el día, estaba yo con mis prácticas meditativas y Roca Blanca, mi gran lobo blanco que llegó a mi vida hace once años, se acercó silenciosa y delicadamente, posó su gran cabeza en mi regazo, y se quedó allí esperando. Detuve mis prácticas de meditación porque no conseguía concentrarme. Me dispuse a acariciarle suavemente, dialogando con su alma, contándole que no conseguía sintonizar con lo que significaba exactamente para mí «Ser bienamada». Agaché mi cabeza hasta la suya y permanecí allí quieta, disfrutando de su hermoso y cálido pelaje blanco. Entonces Roca Blanca suspiró pausadamente y cerrando los ojos, me mostró un paisaje donde él y yo estábamos caminando entre hierbas de un verde intenso. No era un sueño. Yo estaba allí con él. Entre la hierba y pequeñas flores amarillas, se sienta y me acerco para sentarme a su lado; entonces me doy cuenta que estamos en un acantilado altísimo, de una gran belleza, desde donde podemos verlo todo, absolutamente todo. Todavía tengo la sensación en la piel. Roca Blanca sonríe mientras me mira con ojos de pleno amor, pleno sentido, plena presencia y yo, en la simplicidad del momento, entendí cuál era el mensaje para mí: Ya eres BienAmada, escuché en mi interior. Y lloré lagos de gratitud y reconocimiento. Mi alma se expandía como un Sol y allí en lo alto, Roca Blanca seguía sonriéndome mientras yo seguía presente, percibiéndome eternamente BienAmada, dentro y fuera de mí.

Nada es por casualidad. Todo sigue un curso, como el agua del río que llega al mar, como el vuelo del ave en su migrar. La danza de autoacariciamiento propuesta por Begoña me guió hasta la vivencia que la Vida me tenía preparada, tan cerca de mí, en mí, acompañada de mi amado Roc, como yo lo llamo.
Hago un paréntesis para mostrarte el maravilloso verde de mi visión y la maravillosa compañía que Dios me ha dado en forma de perro-lobo al que yo llamo Roc, aunque su nombre real es Roca Blanca.
Al día siguiente nos encontramos en el último fin de semana de la formación, donde la vivencia se hace mucho más intensa. Empezamos el relato de intimidad verbal. Surgieron relatos hermosos, tiernos, intensos, emotivos, dulces, sinceros todos… donde nos podíamos ir reflejando las unas con las otras y seguimos tejiendo saberes, compartires, y otros -eres que llenaban el alma, la mente y el ser entero.
La propuesta de Silvia, aún siendo un curso on-line y no poder hacer la danza individual por la carencia de continente presencial del grupo, imprescindible para que la danza sea celebrada con todo lo que el ser humano es en su expresión afectiva (abrazos, besos, contacto), al final de la formación, habiéndonos conocido a lo largo de dos fines de semana intensos, tuvimos la oportunidad de recibir el regalo de una danza para nuestro deseo principal. En mi caso, fue Maria del Consuelo de Méjico y otra compañera que no recuerdo (lo siento), las que me asignaron la Danza de Expresión Máxima con dos músicas a escoger (In a sentimental mood – Duke Ellington, o Breathe de D. Spotted) para danzar mi deseo de Iluminación.
Cuando me dijeron la danza, sencillamente la anoté en mi cuaderno y pedí que me repitieran las músicas porque no las había escuchado bien. Las anoté algo sorprendida porque conozco perfectamente ambas músicas y siempre las he utilizado para extensión armónica, extensión máxima y elasticidad integrativa. La clase siguió su curso y terminamos con muchas emoción y gratitud. Me fui a pasear con Roc. Necesitaba la naturaleza para integrar todas las emociones vividas.
Andamos largo rato por el bosque de robles y encinas. El silencio del viento mecía mi espacio interior. Los árboles amigos me acompañaban sonrientes, sabedores del BienAmor que palpitaba en mi corazón. Me paré a respirar y levantar mi mirada al cielo en una claridad del espeso bosque. En la antigüedad, magas y druidas, chamanes, brujas y hombres y mujeres medicina, se encontraban en el bosque para recibir visiones que orientaran a la comunidad humana. En los claros del bosque, se quedaban quietos mirando el cielo a la espera de interpretar las señales que pudieran venir en forma de nueves, de aves, de fenómenos metereológicos y ese lugar mágico, lo llamaban templo. Entonces el templo era el espacio de fusión (corporeidad viviente y vivida) donde cielo y tierra se reunían para comunicarse. Más tarde, el cuerpo humano dejó de ser templo para ser pecado y así hemos andado durante tantas centurias que hemos olvidado el verdadero significado de las cosas, las acciones, los nombres, las palabras.
Yo sólo estaba allí, en mi Espacio Sagrado, bendecida por toda la Abundancia recibida y agradecida por todo. Roc y yo regresamos a casa. Andábamos despacio, saboreando la oscuridad del crepúsculo.
Al entrar en casa, en lugar de encender la luz, encendí velas por toda la casa y me dispuse a escuchar las dos músicas con la nueva consigna: expresión máxima de mi deseo de Iluminación. Me dispuse a danzar.
Lo que sentí, dificilmente voy a poder expresarlo con palabras. Tengo la sensación que nunca he llegado a una vivencia así. Me encontré danzándome la Luz que Soy que brotaba de mi interior delicadamente, con máxima lucidez. Nunca he sentido algo así danzando. Nunca. Ha habido otras vivencias maravillosas y totalmente transformadoras por supuesto, más esta fue de una delicadeza que nunca antes había experimentado. Surgieron lágrimas de alegría que corrían mi rostro y me bañaban por entera. La risa se abrió paso y la danza seguía en su máxima expresión. Cualquier cosa que diga más, no da crédito a lo que sentí, así que lo dejo aquí mismo.
Este post, va dedicado a todas las maestras y maestros que anidan en nuestro interior. Gracias a maestras como Silvia Eick y otras, podemos llegar a reconocer nuestra propia maestría. Quiero decirte, a tí lector y lectora que me estas leyendo: no dejes de intentar una y otra vez lo que tu alma te dicta. Deja de empequeñecerte y brilla como la que eres, sin miedo. Estamos aquí. Nunca solas. La Vida sonríe.
Hay mucho por hacer. La Vida me ha dicho esta mañana, justo al despertar: Dame a conocer a través de tu voz, tus manos y tus acciones.
Que así sea. Así es.
Amor y Servicio.