Grupo regular de iniciación a la Biodanza. Empezamos el grupo presencial en septiembre 2020. Llevamos seis meses juntas.
Hoy, en la sesión de cada miércoles, en el tercer ejercicio propuesto, pido una voluntaria para la vivencia siguiente. Ella se adelanta. Explico la danza -Diálogo a dos- dentro de la línea de la Creatividad. Ya hemos hablado de la creatividad durante la Rueda de Intimidad Verbal, pero la teoría, el raciocinio, la palabra, dicen, transmiten y, solo en la vivencia podemos incorporar progresivamente el conocimiento real de lo entendido. No aprendemos sino es con la práctica y la repetición.
Cuando explico de qué se trata la propuesta de diálogo a dos, percibo que ella se inquieta. Le pregunto si hay alguna duda y ella contesta: Vamos a ver. Pongo la música y me acerco para iniciar el diálogo. Empiezo yo. La música es divertida y alegre, invita a un movimiento despreocupado. Danzo mi inicio de diálogo y ella hace -No- con la cabeza. Quietud. La tensión en su rostro se evidencia, su cuerpo se electrifica. Sigo dialogando con ella. Entra en negación. -No puedo- dice. ¿Qué ocurre?- digo yo. No puedo, no se… – contesta. La canción es alegre pero yo estoy triste. No puedo danzar-dice Ella. -Puedes expresar tu tristeza. Es un diálogo- le contesto. Silencio. La música sigue sonando. Percibo que aunque hay lucha interior, el impulso de salir adelante está presente. Paro la música y la invito a «dialogar danzando» con su compañera. Le pregunto si quiere y Ella contesta que sí. La música vuelve a sonar.
Su compañera danza iniciando el diálogo. Ella contesta expresando con timidez su situación. La respuesta de su compañera sigue, Ella responde que aún no puede con su cuerpo y sus gestos; el diálogo continua. Poco a poco, el rostro y la tensión del cuerpo de Ella van desvaneciéndose; aparece la sonrisa. El movimiento es mucho más relajado; surge la risa entre ambas, siguen dialogando. Al terminar se abrazan sonriendo.
La música, la otra, el grupo, el ambiente cuidado y protegido, seis meses juntas, el vínculo de pertenencia a la vida, se va instalando en los espacios vacíos del río de las vidas, y las murallas del miedo van cediendo al influjo del amor. Parece que ésta palabra, amor, está gastada, desvalorizada, mercantilizada, pero en Biodanza recuperamos su origen a través de nuestra corporeidad viviente.
La sesión continua; seguimos danzando en clave de creatividad y afectividad. La tez de Ella, se ha relajado: no hay rastro de la tensión anterior. La piel vuelve a brillar con esa tonalidad amorosa que las facilitadoras sabemos distinguir. Mi corazón late con gratitud eterna por tanta belleza. Propongo un acariciamiento de manos con la consigna de descubrir las manos de la otra, curiosear sus manos, entretenerme en sus formas. La palabra caricia no aparece pero sus manos se acarician; hay ternura, sosiego, una dulzura que eleva el alma, y yo, mirando sus manos, sus gestos, sus rostros plácidos, sonrientes, relajados y entregados a la vivencia, sólo puedo dar gracias a Dios, a la divinidad por estar presente en ese momento, por todos los años de perseverar impartiendo Biodanza y educación Biocéntrica una y otra vez en todo lugar, buscando donde expandir este mensaje de Amor que perdura más allá del tiempo, por estar aquí y facilitar espacios de transformación integradora, que dan sus frutos día tras día, sembrando semillas de alegría, de poder, del verdadero poder del Yo puedo, Yo Soy.
Después, si hubiéramos sido más participantes, hubiéramos hecho una ronda de mecimiento, pero en esta ocasión sólo eran dos, así que les he propuesto un «mecimiento abrazante» entre ambas. No sabía si entenderían eso de «mecimiento abrazante» que me acaba de surgir en ese momento. Sí, no ha hecho falta que dijera nada más: lo habían entendido perfectamente. Ha sonado la música y despacito, se han ido acercando. Se han acomodado en un abrazo cálido mientras sus corporeidades se mecían de manera casi imperceptible. Ante toda esta ternura he sentido el deseo de fundirme con ellas y me he preguntado si debía, si ese momento era sólo suyo, si podía inmiscuirme en su intimidad. La música seguía sonando; con sigilo me he acercado por si pudiera darse y, poco a poco sin pensarlo, nos hemos fusionado en una abrazo a tres que todavía perdura en mi piel.
Por último, una canción de cierre: una rumba suave que nos ha dejado la alegría sinuosa de lo vivido juntas.
NOTA: Antes de la declaración de pandemia, cuando en alguna ocasión me había quedado con dos participantes solamente en el grupo, había anulado la sesión porque yo aprendí que menos de cuatro, no se podía hacer biodanza. Me lo creí y así lo he vivido durante mucho tiempo. Desde hace un año, los grupos se han reducido tanto que a veces nos encontramos con dos participantes. Nunca más he anulado una sesión por este motivo. Hoy, me siento feliz de seguir aprendiendo en el arte de facilitar. Seguimos
Amor y Servicio