Hay una herida profunda en el alma de muchas y muchas personas, que suele aparecer en algún momento u otro en los grupos de iniciación a la Biodanza y tiene que ver con la trascendencia; esa línea de expresión de la identidad que posibilita transcender estados de conciencia limitantes, que condicionan nuestra manera de relacionarnos con el mundo, con la otra y conmigo misma. Sobre todo conmigo misma, pues el retorno a mi ser íntimo es en realidad lo desconocido.
Nuestro Angel estaba con el corazón partido, la mirada triste, el semblante cansado de tanto llorar, intentando sostener el peso de la pérdida, que suele dejar un rastro de dolor y de angustia difícil de digerir. Ella llevaba una sesión sin venir: me llamó para decirme que estaba recogida en su interior y aún no podía salir de allí. Esperaba que esta semana encontrara la forma para venir al grupo y dejarse arropar por él. Yo había preparado la sesión pensando en ella. No sabía si vendría, sólo tenía el anhelo, y sí, apareció. Cuando abrí la puerta y la encontré, nos abrazamos; habían otras compañeras así que no hubo tiempo de intimidad. Nuestro Angel se mostraba resignado. Empezamos la sesión.
En la Rueda de Intimidad Verbal abrimos el espacio para compartir: no había compartires, así que hablamos sobre la vivencia y cómo se significa en Biodanza. Me parecía importante dialogar sobre este tema pues el grupo ha crecido: se han incorporado dos mujeres más y ninguna de ellas conoce la Biodanza más que por la sesión de presentación que hicimos hace unos días. Sólo llevamos dos sesiones juntas. Sentí necesario situar a las dos mujeres nuevas en el contexto de vivencia propuesta por Rolando Toro, ya que el grupo lleva funcionando ocho meses y en este tiempo han pasado muchas cosas, como grupo y como singularidades. Ellas no son las mismas. No lo digo yo, lo dicen ellas. Además, esta era nuestra primera sesión con el grupo al completo y nuestro Angel se incorporaba después de su temporal ausencia. Era un momento delicado.
Al término de la rueda de diálogo, recogimos cojines y dejamos la sala preparada para danzar. Suena la primera música; suena la segunda y nuestro Angel me llama en privado. – Me voy a marchar. No puede seguir. (…). No puedo hacerles esto al grupo. No estoy bien (…) tal como estoy creo un mal ambiente…- Mantuvimos un breve diálogo. Al finalizar la canción, nuestro Angel y yo entrábamos en la sala para seguir adelante. La siguiente vivencia era un caminar a dos con una música de Dixieland. Nuestro Angel estaba allí y, al decir la consigna con la persona voluntaria para mostrar la vivencia, hice mención a la oportunidad de caminar a dos con lo que somos en ese preciso instante, con lo que hay, sea lo que sea, sin tener que estar de ninguna otra forma; sólo en el presente, aquí, con lo que yo soy ahora y nada más. Y es así como todo está bien.
En realidad no recuerdo bien lo que dije, lo que sí recuerdo perfectamente fue la cara de nuestro Angel, sonriendo dulcemente, tranquila, relajada, confiada. Y eso, es una bendición.
Biodanza recupera gestos cotidianos tan simples como el caminar a dos y los resignifica, no con nada nuevo en realidad, aunque parece que lo fuera pues el amor está tan escondido, tan guardado, olvidado, custodiado, encerrado en nuestros corazones heridos que pareciera que es nuevo, pero sólo es hacerlo presente con nuestros gestos cotidianos. Una música básica, de dixieland, y un caminar cogidas de la mano, vinculándonos con la mirada, con el gesto,… nada más y nada menos. Todo un universo en acción en ese preciso instante, donde dos personas que a penas se conocen, andan juntas, sin hablar, acompañadas de una música rítmica,… y la magia del amor se hace presente, no porque sea mágica sino porque nunca ha dejado de estar presente; oculta o no, ella está siempre y cuando le damos un espacio y un ambiente propicio para que se muestre, de forma natural emerge el amar, amando, el amor amando, el amarnos amándome. Tan simple y tan complejo a la vez.
En Biodanza, no hablamos con palabras porque es nuestra corporeidad la que se expresa y su lenguaje es muy claro, simple, sin lugar a confusión. En Biodanza recuperamos los gestos perdidos que a golpes de desencuentros, nos han llevado lejos de nuestro interior y así nos hemos perdido.
En Biodanza no necesito -estar bien- para estar en el grupo, para participar de la sesión, porque estar bien es intrínseco del estar. No hay mal estar, sólo es el preludio de la transformación que ocurre cuando le damos tiempo a que acontezca; y no sólo tiempo sino el lugar y el ambiente adecuado para que se dé, y en Biodanza se da, porque la música, el grupo, la consigna y la facilitadora propician que se de la vivencia integradora; no sólo la vivencia, sino la vivencia integradora.

Y seguimos con la sesión. Cuando llegamos a la parte descendente de la curva metodológica, entramos en ella con una Rueda de Miradas. La música escogida: Marchando al frente de Renato Teixera . (aquí te dejo el audio para que la disfrutes).
El agua interna brotaba tranquila por la fuente de nuestros ojos mientras nos mirábamos; se deslizaba al compás de la melodía, con todo lo que allí había, sin palabras, sólo sonidos del alma, recuerdos, nostalgias, deseos, anhelos, goces y mucho más manifestándose calmadamente, sin prisa. Bendito momento, sagrado instante de bendición inesperada, colmando nuestro ser de una profunda Belleza. No hay palabras que describan tanto Amor; sólo el silencio que comparto contigo, a tí, que me escuchas más allá de lo que digo.
Biodanza es humildad, porque ante milagros así, no hay como sentirse de otra manera que no sea humilde.
No existe un -estar bien- para hacer Biodanza. En Biodanza el Bien es Ser y Estar, en grupo, en el corazón, en el silencio, en el gesto, en el abrazo y en la distancia. Olvídate de ser algo que no eres, de estar de una forma u otra para que te acepten, para que te quieran, para sentir que perteneces. Sólo por el hecho de existir ya es suficiente. Así en Biodanza, porque la propuesta de Rolando Toro es que todo el mundo dance la Vida, que todos los seres humanos rescaten sus gestos perdidos y se unan en una enorme ronda de manos dadas, donde el corazón de una no es más mío ni tuyo, sino de todas y todo.
Al terminar, pedí que dijerámos sólo una palabra que definiera el instante vivido. Se dijeron varias. Yo la recuerdo fue SUPERACIÓN. La dijo nuestro Ángel sonriendo.
Si aún no conoces la Biodanza, no te quedes con las ganas. Busca un lugar que sea fácil para ti, en tu entorno, en tu localidad más cercana (hay muchos ya). Déjate llevar por la intuición; deja que tu alma te guíe. Ella te agradecerá encontrar un espacio donde danzar la vida en la vida.
Amor y Servicio