De la autora Maria Lúcia Pessoa Santos* en su libro «Laberinto – El Mito del Minotauro como propuesta terapéutica», hay un párrafo que me gustaria compartir. Dice así:
«La sumisión es una frontera a ser vencida. Los patrones pre-establecidos pueden ser generadores de muerte de nuestros sueños y esperanzas. En esta condición, esperamos a un salvador, alguien en mejores condiciones para tirarnos de la inercia. No siempre esto ocurre. Es preciso asumir nuestra fuerza y determinación para seguir en busca de los objetivos».
Cuando Pessoa habla de sumisión me sugiere muchas formas de someterse sutiles, no verbalizadas y sumergidas en el íntimo, hasta instalarse con naturalidad en nuestra manera de ser y relacionarnos en la vida. Pero la vida es abundancia y generosidad cuando entramos en el afluente de lo primordial y nos encontramos con la condición de ser y estar. Puedo darte un ejemplo maravilloso al que difícilmente podrás resistirte. Es la imagen del bebé recién nacido en los brazos de sus progenitores. Su semblante es de absoluta confianza, entrega, placidez, confort, total presencia. Es la imagen silenciosa de la humanidad viva.
Dicen los sociólogos que cuando nacemos sólo tenemos dos miedos existenciales, que todos los demás son fruto de las experiencias que nos depara la vida. Esos dos miedos son: miedo a caer y miedo a los ruidos. Parece lógico si pensamos que durante las primeras cuarenta semanas de vida, hemos estados suspendidos entre aguas acogedoras, nutritivas y protectoras, envueltos en los bio-ritmos musicales del regazo maternal, mientras el impulso vital iba dando forma a nuestra estructura orgánica para ser en el mundo.
El origen, lo primordial es de naturaleza profundamente amorosa, ausente de miedos, activamente solidaria, armónicamente evolutiva, infinitamente nutritiva, abundantemente saciadora. Esa es nuestra naturaleza, nuestro inicio, al que podemos volver siempre cuando decidimos vivir en el poder del amor.
Parece que nuestro gran aprendizaje en el tránsito por la vida es vencer el miedo. «El miedo -dicen los indios de la Amazonia- enferma.» Paraliza la expresión de nuestra identidad acorazándola entre patrones de palabras que se instalan en nuestra conciencia y nos condicionan la relación con el mundo, nuestro mundo, el de dentro, el que comparto, en el que fluyo. Y surge la negación en forma de «no lo conseguiré», «no soy suficiente», «no lo merezco», «no puedo», «no debería», «no me lo puedo permitir», «no………» que genera la aniquilación de nuestros sueños, deseos y esperanzas. Ahí es donde nos sometemos y normalizamos la sumisión al miedo, sin darnos la menor oportunidad de ser lo que somos: seres numinosos conviviendo con la luz y la oscuridad de la vida y absolutamente capacitados para vivir en abundancia.
Recuerda, vuelve a pasar por el corazón la imagen del bebé confiado y deja que la sensación te invada hasta que el miedo se desvanezca en presencia del amor, de lo primordial. No hay límites, son transiciones a nuevos estados de conciencia que son reconocidos por nuestro ser. Te invito a vivenciarlos.
Si todavía dudas, ven, atrapa tu sueño y compártelo con nosotros. Juntos encontraremos el coraje para hacerlo realidad. Tu sueño es también el mío porque juntos formamos la gran familia ecológica donde SER y ESTAR en armonía íntima, comunitaria y cósmica son el presente y nuestro legado.
*Maria Lúcia Pessoa Santos es psicóloga, didacta de Biodanza y colaboradora de Rolando Toro en la aplicación del Proyecto Minotauro.