«La muerte consiste en una disolución mayor en la que el alma se percata de que el cuerpo es sólo una sombra, una imagen proyectada en la pantalla del teatro cósmico» Paramahansa Yogananda. La segunda venida de Cristo, vol. II discurso 52.
En mi trabajo monográfico de titulación como Facilitadora de Biodanza, presenté el tema que más ha ocupado mi vida con el título «Hablamos de muerte«. En Biodanza, los trabajos de titulación son intelectuales y vivenciales por lo que es imprescindible estudiar las bases teóricas en las que se fundamenta Biodanza (una extensa bibliografía), contrarrestar opiniones, cuestionar, dialogar, valorar las propias vivencias y las del grupo donde re-aprendemos a experimentarnos como seres individuales y comunitarios y a profundizar en la intensa vivencia de pertenecer a la vida.
Juntar todo ello en un trabajo monográfico es un reto y, ¡cómo no! un camino de evolución.
Orientada por los directores de la tesis, escribirla para mí fue saber que no tendría suficiente espacio/tiempo para compartir cuánto había aprendido hasta ese momento. ¡Hay tantos aspectos, tantos matices que componen la propia historia, viva y en movimiento constante….! Obviamente la terminé y la presenté en la ceremonia de titulación donde directores y directoras de escuelas de Biodanza, colegas titulados y sin titular, familia, amigas, hermanos de caminada, oyentes y otros presentes, acompañaron mi ofrenda y la honraron.
Al concluir, lancé un deseo: ¡Algún día completaré este trabajo y lo publicaré como un libro!. El momento todavía no ha llegado. Antes he de abrir espacios internos que estando presentes en mi vida y decisivos en mi expresión de «ser en el mundo», los he presentado a medias, de escondidas, esquivando palabras que definieran mi construcción del sentir. Y hoy me libero de esa sombra para honrar maestros de vida, ancestros que sembraron la simiente de mi compromiso espiritual, compañeros espiritistas de todo el mundo conocidos y por conocer, para honrarme a mí misma por el amor y la devoción con la que vivo la vida en este juego de voluntades, y sobre todo, para honrar a Dios sobre todas las cosas, como el Principio Inteligente y Causa Primera de toda Creación.
¿Por qué he mantenido oculta mi vida vinculada al Espiritismo? He tenido tanto miedo al juicio, la discriminación, el exilio que impone nuestra sociedad ante lo desconocido, que no encontraba coraje para enfrentarme a tanta mediocridad y sucumbí al engaño social aceptado en el mundo, conformándome en etiquetas de «rareza» para ocultar la verdad de mi caminar.
«El propósito del paso de cada alma por esta tierra es aprender a ver más allá de la evanescencia de los fenómenos y contemplar la Realidad Eterna. Por tentadora o persuasiva que sea la fastuosidad con que se manifieste maya (la ilusión cósmica), no debemos permitir que desvíe nuestra atención del Señor Infinito, que es quien luce el cosmos sutil y vaporoso como un simple disfraz. (…) la Creación es Gozo y Belleza.» Paramahansa Yogananda.
El Espiritismo ha sido en mi vida, la sustentación de mi alma inquieta e identificada con la conciencia espiritual. Me ha dado todo lo que he necesitado para ser la persona que soy: ha nutrido mis propósitos existenciales, me ha educado en la diversidad y la Unidad, ha impulsado mi ansia de conocimiento saciándome siempre con su sapiencia y bondad, me ha conducido por los caminos angostos de la compasión y el amor, y siempre, siempre, siempre, me ha sostenido en volandas cuando no encontraba más fuerzas para caminar.
Más allá de sincretismos religiosos, se encuentra la sencilla verdad de un mensaje eterno repitiéndose como eco en el firmamento.
El Espiritismo es la ciencia del alma que permite conocer la complejidad de la vida. Su pensamiento es sistémico desde 1857, fecha de la primera edición del Libro de los Espíritus donde se acuña la palabra Espiritismo por primera vez para definir la filosofía de los Espíritus y diferenciarla de Espiritualismo. En este tratado filosófico y científico, se encuentra la base del conocimiento de la Vida y afirma que no es definitivo ni concluyente, ya que la vida es movimiento y evolución y por ello el Espiritismo como ciencia y filosofía, seguirá los avances científicos, modificando sus postulados si fuera necesario y evolucionando con el conocimiento de la vida. Hasta el momento, no ha habido ningún cambio en las respuestas dadas por los Espíritus, y sí confirmaciones basadas en la Cuántica, Neurociencia, Astronomía, Etología y Ciencias de la Vida, posteriores al nacimiento del Espiritismo.
Mi destino es la búsqueda de la verdad. No puedo evitarlo, me nutro de la sabiduría que perdura en el tiempo, de la progresiva comprensión de las Leyes de la Vida, y me fascina la necesidad infinita del ser humano de penetrar en el conocimiento para explicar el qué de todo cuanto existe. Y así, navegando por la vida, me encontré con Biodanza, que le puso cuerpo a todo cuanto aprendí del Espiritismo. Nada era nuevo excepto la manera de transmitirlo, y así seguí estudiando, ampliando conocimientos y maravillándome de la riqueza del lenguaje humano capaz de decir las mismas cosas con palabras distintas. Se acentuó mi pasión por las palabras.
Ayer, mi amigo Alfredo me llamó por teléfono para comunicarme, lleno de entusiasmo y gratitud que, después del trabajo de Educación Biocéntrica presentado en CEADS el pasado sábado, una mujer participante a la que el día anterior le habían diagnosticado cáncer, salió del taller renovada, con una nueva perspectiva de vida, nuevos propósitos, ímpetu vital y alegría de vivir.
No tengo palabras para definir mi sentir.
Me emociona que la vida sea tan hermosa, capaz de transformar la sombra en luz cuando dejamos que los reflejos se nos presenten como nuestra propia belleza, sumando consciencia. Escucharnos a través de las vivencias, mirarnos con el espíritu de la hermandad, mostrar nuestro afecto honrando la presencia de cada una de nosotras, es vivir la Consciencia Crística que habita nuestro interior.
«Cuando la inmanencia de Dios se hace patente en el entendimiento del hombre, despierta en él la comprensión de que tiene el deber y el privilegio de adorar a Dios en el templo de su propio ser y en el templo de todos los seres y objetos del universo». Paramahansa Yogananda