Hay una parte de mí en la que habita el caminante del cielo. Pertenece a la raza roja: el inicio. Con él aprendo el desafío sagrado de la Exploración y la Vigilancia.
Hace dos años, impulsada por Caminante del cielo, empecé los preparativos de un viaje que no sabía donde me llevaría, en qué puertos descansaría, cuántas ciudades recorrería, qué aldeas y paisajes observarían mis ojos, cómo se instalarían en mi piel y qué dejaría correr como el agua de río.
Los preparativos fueron intensos e inesperados, no tanto por lo que llevaría conmigo sino por lo mucho que había de dejar. Poco a poco fui escogiendo con cuidado y detalle cada elemento de mi equipaje, valorando su servicio, descartando lo superfluo. El resultado fue una bolsa de viaje ligera, cómoda, útil.
De los muchos imprevistos que surgieron en la preparación del viaje, el que más me sorprendió fue la aparición de Roca Blanca, el amigo fiel que me acompaña y guía. Yo no quería ninguna compañía pero él lo había resuelto antes. Roc es justo, valiente y libre. Decidió venir conmigo porque es fiel al corazón y no se somete a ninguna forma engañosa de poder a no ser que éste sea el poder del amor indiferenciado. Juntos aprendemos.

Cuando iniciamos el viaje, Roc tenia 6 meses. Era un cachorro grande y robusto, acostumbrado al entorno familiar, a la naturaleza, paseos prolongados por los bosques, descanso en la casa donde siempre suena música, ya sea por el reproductor o por los pájaros que habitan nuestro patio, por los maullidos seductores de gatos y gatas callejeros, o por los susurros de las dulces campanas que danzan al son del viento, aroma de pan recién hecho, incienso, noches de velas y alfombra, risas, gritos de niños que juegan a pelota y a mojarse con la manguera, caricias, besos…
Llegamos al primer asentamiento comunitario: una colonia post-industrial. Convivimos durante varios días, entre suciedad, pulgas, personas unidas por el deseo de habitar y rehabilitar un espacio donde ser, ruinas y un río contaminado por la avaricia productiva. Trabajamos duro y nos instruimos mucho. Roc aprendió que hay otras tribus humanas que viven y conviven de formas muy distintas y no hay qué temer. Se ejercitó en distinguir al humano del pseudo-humano, creando estrategias para defender su lugar entre perros y perras, humanos y humanas, experimentando con la autoridad y la obediencia en una tribu ajena a sus costumbres.
A mí me fascinó la capacidad humana de transformar el espacio. Somos capaces de modificar el entorno con gran velocidad, destreza y eficacia. Ésta característica nos permite adaptarnos a cualquier medio, desarrollando mecanismos, ingenios y estructuras que permiten el asentamiento deseado en condiciones óptimas, y así, volamos por los aires, buceamos por las aguas marinas, habitamos en las nieves perpetuas, en las selvas, las ciudades de asfalto, los bosques, los desiertos, las montañas y las llanuras.
Aprendí cuán difícil es la comunicación entre las personas y qué engañosa es la ilusión cuando vive en el imaginario. La in-comunicación no es una cuestión de lenguas sino de relaciones humanas. Existen muchos patrones, creencias y convicciones heredadas que condicionan la manera de relacionamos con el otro y la otra, conmigo y con el entorno. Somos inconscientes del peso heredado de una sociedad donde la sombra se oculta porque es “mala”. Cuando convivimos en comunidad, la presencia de la otra persona posibilita el encuentro con la propia luz y la propia sombra, pero nos cuesta identificar en nosotros y nosotras las distorsiones que ha creado el sistema en nuestro ser. Es más fácil culpabilizar al otro, al sistema, al de afuera. La división cuerpo/alma, mente/carne, ha generado profundos daños que requieren reparación inmediata. ¿Cómo? Reeducando la afectividad.
Hemos viajado por varias comunidades. A veces Roc no ha podido acompañarme pero aun así, al volver a casa, hemos seguido con el entrenamiento de fidelidad al co-razón.
El conjunto de comunidades que hemos conocido, convivido, habitado por un espacio de tiempo más o menos corto o largo, es afín al movimiento político, social, político y espiritual dedicado al cambio de paradigma existencial. Todas ellas tienen un eje central ideológico que las reúne en torno a centro personificado que impulsa el movimiento a una velocidad x. La huella que imprime el eje impulsor es asumida por ideal o convicción o ambas cosas a la vez y en el transcurso de su dedicación para expandir el movimiento, genera la pulsación confianza-desconfianza que difícilmente podrá superar la continuidad si no es con la observancia del proceso afectivo, la inclusión de la escucha de sentimientos, la utilización de métodos de conectar con la vivencia espiritual y el espacio donde expresar la vivencia de ser miembro de la comunidad, con voz y presencia. No podemos seguir repitiendo patrones antropocéntricos. La liberación de la supremacía humana pasa por la vivencia biocéntrica.
No nos han enseñado a ser libres, y mucho menos a defender nuestra libertad sin luchas, ni agresiones, sin imponer ni exigir. Se hace necesaria la reeducación afectiva. Son muchos y muchas los que han salido a las calles para reivindicar la vida digna, justa y solidaria, al servicio del pueblo y en beneficio del pueblo. Las asambleas siguen en los barrios, en los centros ocupados, en las calles. El activismo une las masas que pierden sus viviendas, sus empleos y sus recursos, se genera hermandad pero se olvida algo muy importante, vital para la continuidad: sacralizar la vida.
Las comunidades que hemos visitado en el ámbito rural, tienen un vínculo afectivo más sólido. El contacto con la tierra y sus ciclos de vida facilita relaciones colaborativas más estéticas, resolutivas y empáticas. El desafío de estas comunidades rurales, en las que sus jóvenes defienden el derecho de la autogestión, el beneficio revertido en la comunidad, la igualdad de derechos y deberes, la corresponsabilidad comunitaria, la ecología profunda, la permacultura, la inclusión, la cultura de la paz, la ciudadanía,… se centra en cómo hacer trascender lo que Freire llama “la adherencia del oprimido al opresor” de campesinos y campesinas que trabajando sus tierras de por vida, se siguen sometiendo al poder de un amo que discrimina, explota y excluye, argumentando que así es como ha sido siempre.
Antecedentes históricos. Nuestras sociedades actuales descienden de comunidades tribales donde la tribu es símbolo de sobrevivencia. Tenemos impreso en nuestros registros acásicos la vivencia tribal que refuerza el sentimiento de pertenencia, de solidaridad, de comunión, fraternidad y hermandad. El ciclo de la evolución nos ha llevado al aprendizaje de entrar en el imaginario, ese mundo placentero disfrazado de múltiples posibilidades donde no hay que hacer más que dejar que las cosas sucedan. No requiere dedicación, constancia, perseverancia, disciplina,… todo surge por el deseo de que así sea. Sus normas se extraen de las leyes divinas o universales, pero hay un elemento infiltrado: el deseo de ganar y ahí el juego ya no es jugar, es sufrir, crujir de dientes le llaman algunos. El aprendizaje se realizará igual, lo que cambia es el camino que escogemos: el sendero del dolor o el del goce.
Se hace necesario el retorno a lo originario. El espacio-tiempo del viaje circular ha llegado a su término, el momento perfecto no se detiene y nos impulsa a la reeducación afectiva, a la vivencia biocéntrica donde la vida es la que organiza el universo y no el universo el que organiza la vida.
Las comunidades que surgen fundamentadas en el deseo de un mundo mejor y en un movimiento pro-vida, están necesitando herramientas metodológicas que potencien el recuerdo de qué somos, qué hemos venido a hacer aquí en la tierra, y hacerlo. Esto no pasa por un trabajo exclusivamente cognitivo, o espiritual, o corporal; necesitamos la integración cuerpo-alma, mente-carne. El registro de toda la información necesaria para vivir el cambio en plenitud de consciencia, se encuentra materializado en la piel, los órganos y las vísceras. Es nuestro cuerpo el que tiene la llave de la conexión que posibilita la reunión, la comprensión de la unicidad, el sentido de la solidaridad exponenciado a lo cósmico. Nuestro organismo está dotado de toda la información necesaria para progresar en un sentido autopoiésico, y es así encontramos que el principal atractor de la evolución a partir de los estados originarios de materia/energía es la vida, y el alimento que la impulsa el amor. Cada acto vinculado a la vida es un acto de amor que nuestro ser reconoce y vibra, haciendo resonar ondas que alteran el orden cósmico, creando universos donde microcosmos y macrocosmos permanecen unidos en una escala eterna de autogeneración y aprendizaje.
La síntesis universal es la continuidad. De ahí que la experiencia educativa del ser requiera diferentes campos de sabiduría: arte, filosofía, ciencia, mística, mitología y espiritualidad. Estos campos son la base de la educación biocéntrica.
La educación biocéntrica. Yo soy educadora biocéntrica. Mi trabajo consiste en crear espacios de integración humana, potenciando los potenciales humanos, propiciando su expresión, reflexión, integración y síntesis para crear y recrear la comprensión del conocimiento de la vida, la valorización del saber en común, como dice Kapra, y acciones que celebren la vida, la eleven a niveles de sacralidad, y impulsen su evolución.
Todos los talleres que ofrezco están basados en mi propia experiencia de vida, en el aprendizaje de vivenciarme como ser en construcción y en la aplicación de la metodología de la educación biocéntrica. Así, cuando me expresaron las dificultades de comunicación y relación humanas entre algunas de las diferentes comunidades que componen el movimiento social y político de Sabadell (Barcelona), les propuse CONSTRUYENDO COMUNIDAD como el espacio/tiempo donde reflexionar vivencialmente qué queremos construir, cómo vamos ha hacerlo, qué estoy dispuesta y dispuesto a aportar y cuál es su valor.
Un taller no es suficiente para generar las herramientas que acompañan el proceso de construcción, por eso este monográfico es el inicio de una trayectoria que podemos llamar Laboratorio de aprendizaje, donde ejercitaremos la maestría de cada una y uno hasta que las alas de la autogestión estén suficiente fortalecidas para emprender el vuelo ansiado.
Para más información clicka Laboratorio de aprendizaje.