Diario de navegación Proyecto «La Trobada, el trobador i la trobairitz». Biodanza para personas afectadas de la nueva pobreza. Data estelar 20.102.013
Han pasado dos semanas de la primera sesión de este programa piloto de tres meses. Durante el viaje de mi hogar a «La Trobada» pensé en la posibilidad de que vinieran menos personas: el día estaba frío, lluvioso e invitaba a recogimiento. Si no había un motivo suficiente poderoso para moverse, la sesión de Biodanza sería difícil con pocos participantes.
Me preguntaba los motivos que pueden hacernos olvidar que pertenecemos a la vida y que somos parte de ella, las causas que nos desvinculan del movimiento eterno que mantiene la evolución y la armonía con Unidad. Recordaba cuan amargo resulta sentirse desafortunado, maltratada y en plena borrasca de culpabilidad, desarraigo y sentimiento de fracaso. Podría ser que las personas que habían venido el primer día, se dejaran vencer por la miseria que nos envuelve. Podría ser que….. y así anduve unas dos calles desde la estación de tren hasta que, cerca de «La Trobada», volví a la realidad: todo es perfecto. Sonreí para mis adentros y continué.
Subí las escaleras que me llevan a la sala donde todo ocurre y encuentro dos participantes de la primera sesión que hicimos en verano para presentar el proyecto. Han pasado casi cuatro meses y al vernos, sonrisa nos domina y surge abrazo inevitable. Es así Biodanza cuando cala el ser. Hablamos unos instantes para ponernos al día de novedades y empiezan a venir más participantes. En sus rostros se dibuja alegría de encuentro, besos y algún abrazo. Siento felicidad.
Preparamos el espacio: altavoces, ordenador, aguas, sillas. El círculo está creado y esperamos algunos minutos a algún despistado. Iniciamos 15′ más tarde de lo acordado. Recuerdo la importancia de la puntualidad.
Al mirar el círculo, no puedo dejar de sentir satisfacción, que se intensifica al escuchar sus relatos de vivencia. Hablan de sensación extraña al salir de la sesión. Una mezcla entre sorpresa y bienestar. – Todo era tan natural que me dejé llevar por las propuestas- dijo G. Y seguían diciendo: Al día siguiente de Biodanza, mantenía esa sensación de alegría y bienestar. – Nada ha cambiado pero puedo percibir mi realidad de otra manera, con mayor perspectiva- compartían en general, cada una con sus palabras.
Para J, le era especialmente confortable volver a percibir el placer de «este mundo alternativo» (nos describía), que había tenido que dejar por no poder pagarlo. Ya conocía Biodanza y reencontrarla fue placentero para J, nos dijo.
Todas las personas del círculo, manifestaron firmes deseos de que Biodanza llegará a más personas que están en su misma situación de nueva pobreza. – Hay que hacer una gran rueda!- dijo M con voz alta.
Antes de iniciar la parte correspondiente a movimiento-danza, ocupamos un tiempo con asuntos administrativos referentes a la ficha de participación, compromiso de asistencia, recogida de datos para registrar los resultados que obtengamos con la experiencia, permisos de imagen y asegurar que todos los datos facilitados por las personas participantes, serán utilizados exclusivamente para el proyecto.
Habían transcurrido 45′ más o menos desde el inicio de la sesión. Era momento de danzar.
Repetimos propuestas básicas: caminar, coordinación, sincronización y progresiva desaceleración para llegar a la introducción de la caricia. ¡Cuan importante es la consigna! Cada vivencia propuesta se adapta, moldea y acomoda al grupo y su momento para estimular el mayor beneficio posible. Propusimos acariciamiento de manos en grupo, como momento de celebrar las manos, lo mucho que podemos hacer con ellas; celebrarlas con danza melódica de manos en grupo agradecidas de ser honradas, sin entretenerse en reconocer de quien son; manteniendo movimiento danzante desacelerado.
Sus ojos se cerraron y música inició compases. Bajamos intensidad de luz. Sus manos inauguraron danza lenta de agua. En su rostro aparecían progresivamente los rasgos de placidez. El movimiento era lento y suave, sus manos danzaban entre aguas de afecto presente. Transcurridos tres minutos, música finalizó y manos se encontraron en centro apacible donde brotó, de forma espontánea, abrazo colectivo tierno, dulce, afectivo. Y allí quedaron en íntasis orgánica, recomponiendo fragmentos del ser.
En la rueda de balanceo, repetimos la misma canción que en sesión anterior, porque experiencia me dice que repetir ciertas canciones en vivencias concretas, crea una emoción de reconocimiento que potencia confianza y progresiva entrega. Lo conocido, cuando gustoso, vuelve a ser presente y ocupa espacios-confort en piel y sentidos, adaptándonos así, progresivamente, a ecofactores positivos que impulsan identidad saludable y potenciales genéticos.
Al terminar nos miramos, y alguna dijo – ¡Biodanza ha de llegar a muchas más personas!!!.
Nos reencontramos en quince días. 🙂