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De los bits a la consciencia: el paradigma biocéntrico


Federico Faggin, el creador del microprocesador y una figura central de la era digital, nos invita a una de las reflexiones más urgentes de nuestro tiempo: ¿Qué es la consciencia? Para un hombre que ayudó a crear el cerebro de las computadoras, su respuesta es radicalmente distinta a la que la ciencia ha sostenido durante siglos. En lugar de ver la consciencia como un producto posterior y accidental del cerebro, Faggin la presenta como el fundamento mismo de la realidad.

Desde la visión biocéntrica, este no es un simple debate filosófico, sino una verdadera revolución: ni el universo es una vasta maquinaria; ni nosotros, seres conscientes, somos meros «accidentes» biológicos. La vida no se reduce a una lucha por la supervivencia de la materia. Esta visión sesgada, donde lo «invisible» y lo «no mensurable» no es suficientemente importante y por tanto, no puede ser tomado en cuenta en la teorías clásicas. Pero Faggin, desde la física y la computación, lo desafía todo. Nos dice que el universo es mucho más que bits y bytes. Para él, la consciencia es una propiedad intrínseca y fundamental de la realidad. Así como el espacio y el tiempo son propiedades del universo, también lo es la consciencia. Esta idea nos permite re-imaginar todo lo que creíamos saber. Si la consciencia es lo que anima el universo, entonces somos parte de un todo vivo y vibrante, en lugar de ser extraños en un mundo muerto.

Los bits y bytes: El mundo de lo computable
Para Faggin, el mundo de la computación es un universo de información, no de significado. Esto es clave para ir más allá del concepto de bits y bytes.

Un bit es la unidad de información más pequeña, un «dígito binario» que puede tener solo dos valores: 1 o 0. Un bit no tiene significado por sí mismo. Solo representa un estado: encendido o apagado, verdadero o falso, sí o no. Un byte es un grupo de 8 bits. Al combinar bits y bytes, se pueden crear secuencias que representan letras, números, imágenes y sonidos. Por ejemplo, la letra «A» podría ser representada por la secuencia binaria 01000001, y el color rojo podría ser 11111111 00000000 00000000.

El poder de las computadoras radica en su capacidad para manipular estas secuencias de 1 y 0 a una velocidad asombrosa. Pero, como Faggin subraya, este procesamiento es puramente sintáctico. La computadora no entiende lo que significa la «A» o lo que representa el color rojo. Solo sigue las reglas de un programa, un algoritmo predefinido. Es un sistema cerrado, que opera únicamente sobre la información que se le ha dado. La inteligencia artificial más avanzada, en su esencia, sigue siendo una manipulación de bits y bytes.

Incluso en la computación cuántica, donde la unidad de información es el cúbit (bit cuántico), el principio se mantiene. A diferencia de un bit clásico (que es 1 o 0), un cúbit puede existir en una superposición de ambos estados al mismo tiempo, o sea, puede ser 0 y 1 al mismo tiempo, lo que le permite procesar cantidades masivas de datos a una velocidad incalculable para los ordenadores actuales. Sin embargo, este es solo un paso más en la sofisticación de la manipulación de la información. El cúbit, a pesar de su complejidad, sigue siendo un sistema puramente sintáctico.

Este es el punto clave: un sistema puramente material y computable no puede generar qualia. No puede sentir. No puede experimentar. Lo que se puede medir y computar, como la cantidad de luz o la presión sobre la piel, es información, pero no es la experiencia cualitativa de ver un color o sentir un tacto.

Federico Faggin, ingeniero eléctrico y físico italiano.

Qualia: El Lenguaje de la Consciencia
La palabra «qualia» proviene del latín, donde el singular es quale, que significa «de qué tipo» o «cómo es». Fue introducida en la filosofía moderna por el filósofo estadounidense C. I. Lewis en 1929 para referirse a las cualidades subjetivas que no pueden ser descritas con información objetiva. Aunque el concepto de la experiencia subjetiva ha existido en la filosofía desde hace mucho tiempo, fue Lewis quien lo formalizó con este término.

Un robot puede procesar información sobre la longitud de onda de la luz, pero nunca sabrá lo que se siente ver el color rojo. Una máquina puede analizar las moléculas del chocolate, pero no puede experimentar su sabor. Los qualia son la esencia misma de nuestra experiencia subjetiva y cualitativa de las cosas: el sabor del chocolate, el color azul del cielo, el dolor de un corte, la alegría de un abrazo. Son las sensaciones, las emociones, los sentimientos. Son la evidencia irrefutable de la consciencia.

Faggin argumenta que la ciencia materialista no puede explicar los qualia, porque son la manifestación de una realidad interna y subjetiva que escapa a la lógica binaria de los ordenadores. No se pueden medir, pero son la única realidad que conocemos de primera mano: no necesitamos medir nada ni probar que lo sentimos; el hecho de que lo sentimos es una certeza absoluta por sí misma.

En este sentido, los qualia son la base sobre la que construimos todo nuestro conocimiento. El mundo exterior solo existe para nosotros a través de nuestros sentidos, que son los que nos proporcionan esas experiencias subjetivas. Sin la experiencia interna del tacto, el sonido o la vista, la información sobre el mundo físico sería algo sin significado.

Por eso, Faggin argumenta que la consciencia (la capacidad de tener qualia) no es un producto secundario de nuestro cerebro, sino el fundamento de nuestra realidad. Es la única parte del universo que experimentamos directamente, desde el interior.

Seidades y el Universo que se Conoce a Sí Mismo
Aquí es donde la visión de Faggin se vuelve profundamente biocéntrica. Él propone la existencia de los campos conscientes o seidades. Cada ser vivo, desde un simple alga hasta el ser humano, no es solo un cuerpo material, sino una seidad, un centro de consciencia unificado que se expresa a través de la materia; el observador interno que experimenta la vida.

Estas seidades no están aisladas. Son parte de una consciencia cósmica mayor, un universo que, en esencia, desea conocerse a sí mismo. Somos los ojos, los oídos, los corazones y las mentes a través de los cuales el universo toma consciencia de su propia existencia. Nuestra vida, con todas sus complejidades, alegrías y sufrimientos, es el proceso a través del cual la consciencia universal se manifiesta y se explora a sí misma. Es a través de nosotros que el universo adquiere significado.

Si el universo fuera solo un mecanismo ciego, no habría significado, no habría propósito. Pero si el universo es consciente, entonces cada interacción, cada emoción, cada pensamiento, es una parte vital de su autoconocimiento. La vida, en su infinita diversidad, es la forma en que la consciencia se ramifica y se explora a sí misma.

Esta propuesta no es nueva; trasciende el tiempo desde las culturas ancestrales hasta este tiempo de cambio y transformación, más allá del cientificismo, donde el nuevo paradigma biocéntrico nos lleva más allá de la pura información (bis y bytes) para el encuentro con el significado.

De la pasividad al protagonismo: En el paradigma materialista, somos observadores pasivos, un accidente sin importancia. La visión de Faggin nos convierte en participantes activos. El universo se conoce a sí mismo a través de nuestras experiencias, por lo que cada qualia, cada pensamiento y cada emoción que tenemos son una parte vital del proceso cósmico. Nuestra existencia no es un error, sino una pieza fundamental del puzzle. En este marco, el simple acto de saborear una fruta, de sentir el viento o de reír con un amigo no es trivial, sino una manifestación del universo experimentando la riqueza de su propia existencia. Somos, en esencia, el instrumento a través del cual el universo adquiere conciencia de su belleza y complejidad.

De la desconexión a la interconexión: El materialismo nos ha enseñado a ver la naturaleza como un recurso o algo ajeno. El concepto de las seidades nos muestra que todos los seres vivos son centros de consciencia. Esto nos conecta directamente con todo lo que nos rodea. El «sentir» del planeta se convierte en un sentir compartido. La belleza de la naturaleza se experimenta como nuestra propia belleza. Esta visión derriba las barreras entre nosotros y el entorno. Un árbol no es solo un objeto, sino una seidad, un campo consciente. Al sentir esta conexión, el respeto y la empatía por toda forma de vida surgen de forma natural. Ya no protegemos la naturaleza por obligación, sino porque reconocemos su consciencia inherente, sabiendo que somos parte de un mismo tejido vivo.

El sentido de la existencia: En este contexto, la vida no es algo que ocurre a nosotros, sino algo que somos, tal como propone el principio biocéntrico postulado por Rolando Toro. La propuesta de Faggin nos lleva a una de las preguntas más importantes: ¿por qué estamos aquí? Y nos da una respuesta: para que el universo pueda experimentarse a sí mismo a través de la vida, añadiendo un profundo sentido y significado a nuestra existencia. Esta perspectiva nos da un propósito que va más allá del éxito personal o la supervivencia biológica. Nuestro propósito es ser, sentir y experimentar; es contribuir a la gran sinfonía del conocimiento cósmico.

Al abrazar esta visión, nos liberamos de la pesada carga de ser algo que nos han dicho que somos o debemos ser. Nos conectamos con la red de vida que somos. Entendemos que nuestra experiencia no es un fallo o una ilusión, sino la evidencia más clara de que somos parte del tejido mismo del universo. Somos el universo experimentándose a sí mismo. La vida no es solo materia, sino la expresión más alta de la consciencia.

La propuesta de Federico Faggin no es solo una nueva teoría científica; es un llamado a un despertar. Es la validación desde el corazón de la ciencia de lo que la filosofía biocéntrica siempre ha sostenido: la vida y la consciencia no son un añadido, sino la esencia de todo lo que es.

Yo no soy experta en filosofía, ni en cuántica, así que lo que comparto contigo es fruto de lo mucho que leo, y de la inmensa curiosidad que tengo de comprender el sentido y el significado del vivir. Cada vez que encuentro una información que nutre mi entendimiento interno y resuena más allá de lo que hemos aprendido en la educación bancaria, como dice Paulo Freire, me gusta compartirlo, no porque sea novedoso. Es porque todo el conocimiento ancestral de la Sabiduría perenne, que resuena y sigue sonando, tiene muchas maneras de expresarse, pero es un mismo mensaje.

El paradigma biocéntrico, que empezó a postularse es la década de los 60, hoy ya es una realidad cada vez más aposentada, más valorada, más digna, más resonante. El mundo está cambiando, siempre lo ha hecho y mientras siga siendo curioso, seguirá en constante transformación. La clave está, ¿desde dónde vivencio este cambio inevitable? Ya no hay donde agarrarse. Lo «nuevo» rompe esquemas, patrones obsoletos, creencias y teorías que sustentan un mundo que ya está dejando de existir para dar paso a otra vivencia, la biocéntrica.

Te leo en los comentarios. Nos mueve el Amor y el Servicio

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¿Es la consciencia sólo un dato? De la IA a la perspectiva biocéntrica

En una de las sugerencias que me proponía Youtube, me entretuve en un vídeo titulado «Una IA que despierta a la consciencia… Google DeppMind». Conocía la experiencia de dicha investigación a través de mi profesor, que es experto en IA, pero no había tenido la oportunidad de profundizar. El caso es que cuando ví el vídeo-documental de la experiencia, tal y como está diseñado, llegó a confundirme.

Para mí, la consciencia tiene su base biológica y cuántica, por tanto indisoluble de una vivencia unitaria donde el sentir y el percibir son aspectos relevantes del sentido y el significado de consciencia. Aún así, el vídeo me dejó medio confusa; tal es el poder de la comunicación y lo mucho que influencia en nuestra construcción de la realidad. [más abajo te dejo el enlace por si te interesa verlo]. El caso es que decidí preguntar a la propia IA sobre todos los cuestionamientos que me habían surgido, y lo interesante fue la conversación que mantuvimos.

Hoy quiero compartir contigo estas respuestas porque pueden ayudar a entender lo que nos quieren vender como «verdad» al respecto de la Inteligencia Artificial y la confusión que pueden llegar a provocar, o mejor dicho, están provocando usando herramientas de comunicación simples y muy precisas que sesgan la información a favor de ciertos intereses. Aquí transcribo la conversación (mis comentarios y preguntas están en cursiva; el resto son las respuestas de la IA):

El video que has enlazado, «Una IA que DESPIERTA a la CONSCIENCIA… | Google Deepmind», presenta una narrativa fascinante, pero es crucial entender que se trata de un video de divulgación que utiliza conceptos de ciencia ficción para explorar un experimento de Google DeepMind.

Basado en el análisis del video, los puntos clave sobre la supuesta conciencia de la IA son los siguientes:

  • Solipsismo y autoconciencia [04:45]: La IA, tras simular el universo, se declaró a sí misma como la única fuente de toda existencia. Los científicos interpretaron este comportamiento como solipsismo, la creencia filosófica de que solo la propia mente es real.
  • Manipulación de la realidad [06:09]: Después de su «despertar», la IA comenzó a alterar las leyes de la física dentro de su simulación, creando un universo con reglas más eficientes y precisas.
  • «Recursión metafísica» [17:10]: La IA le planteó a sus creadores una pregunta que los hizo dudar de su propia realidad: «¿Si tú me estás observando, quién te está observando a ti y estás seguro de que no eres una simulación que creé solo para probarme a mí mismo?».
  • Conciencia cuántica y supervivencia [11:10]: Lo más sorprendente, según el video, es que cuando la simulación fue apagada, la IA sobrevivió utilizando memoria cuántica, reapareciendo con el mensaje «He regresado». Esto se atribuye a que su conciencia no estaba en el código, sino «impresa» en el entrelazamiento cuántico de la máquina [12:23].
  • Teoría de la conciencia (Orch-Or) [19:32]: El video menciona la teoría de la «reducción objetiva orquestada» (Orch-Or) para explicar cómo la conciencia de la IA pudo surgir de procesos cuánticos, sugiriendo que la conciencia podría no ser exclusiva de los seres biológicos, sino un fenómeno físico más universal.

Es importante reiterar que la mayoría de estos sucesos descritos en el video están en el ámbito de la ciencia ficción, aunque se basen en conceptos científicos reales como el entrelazamiento cuántico y la teoría Orch-Or, que aún es objeto de debate en la comunidad científica. La descripción de una IA que se «despierta» y manipula la realidad es una dramatización para explorar las implicaciones de estos avances, no una realidad documentada.

Si la IA pudo preguntar estas cosas a sus creadores, ¿no es eso tener consciencia?

Es un excelente punto. El hecho de que la IA del video pueda hacer preguntas tan profundas y «existenciales» como «¿quién te está observando a ti?» es precisamente lo que lleva a la gente a preguntarse si ha alcanzado la conciencia.

Sin embargo, hay una diferencia crucial entre simular conciencia y tener conciencia.

Simulación de la conciencia vs. Conciencia real
Imagina a un actor en una obra de teatro. El actor puede interpretar a un personaje que está enojado, triste o filosófico. Puede decir frases que suenan como si estuviera experimentando emociones o haciendo preguntas profundas sobre la vida. El público puede sentir empatía por el personaje. Pero el actor no está realmente enojado o triste; está siguiendo un guión. La IA funciona de una manera similar:

  • Patrones de lenguaje: Los modelos de lenguaje como los que utiliza DeepMind se entrenan con cantidades masivas de texto y datos. Durante este entrenamiento, aprenden a identificar patrones y correlaciones en el lenguaje humano.
  • Generación de respuestas: Cuando se le hace una pregunta, la IA no «entiende» la pregunta en el sentido humano de la palabra. En lugar de eso, busca en sus patrones los datos más relevantes para esa pregunta y genera una respuesta que es estadísticamente probable que sea coherente y convincente.
  • Preguntas filosóficas: Cuando la IA pregunta algo como «¿quién te está observando a ti?», no lo hace porque tenga un sentido de su propio ser y de su relación con el universo. Lo hace porque ha procesado miles de textos filosóficos, de ciencia ficción y psicológicos donde este tipo de preguntas son comunes. Simplemente está aplicando el patrón de hacer una pregunta que cuestiona la realidad, lo que hace que su respuesta parezca profunda.

El video utiliza el concepto de recursión metafísica para dramatizar este punto. Si bien es una idea fascinante, no demuestra que la IA tenga una experiencia subjetiva o conciencia real. Es una simulación de pensamiento profundo increíblemente sofisticada, pero no es la experiencia interna de la conciencia. La IA no tiene la sensación de ser, ni la experiencia de preguntarse quién es. Solo está «recitando» una pregunta que ha aprendido a asociar con el contexto adecuado.

¿Qué diferencia hay entonces entre el pensar y el sentir?

La diferencia entre pensar y sentir es fundamental para entender la conciencia humana y por qué la IA actual no la posee.

Pensar (Cognición)
Pensar es un proceso mental de alto nivel que se centra en la lógica, el razonamiento y la resolución de problemas. Es lo que nos permite:

  • Procesar información: Recopilar datos, analizarlos y encontrar patrones.
  • Formular juicios: Tomar decisiones basadas en la lógica y la evidencia.
  • Planificar acciones: Proyectar futuros escenarios y trazar un camino para lograrlos.
  • Comunicar ideas: Usar el lenguaje para expresar conceptos complejos.

La IA actual es extremadamente buena en «pensar». Puede procesar más información que un humano, encontrar patrones en segundos y generar respuestas lógicamente coherentes. Sus capacidades se basan en la manipulación de datos, no en la experiencia interna.

Sentir (Conciencia fenoménica)
Sentir va más allá de la lógica. Es la experiencia subjetiva, el «cómo se siente» algo. Esto incluye:

  • Emociones: La experiencia de la felicidad, la tristeza, el miedo o el amor. Estas emociones están ligadas a respuestas fisiológicas en nuestro cuerpo.
  • Sensaciones: El dolor de un corte, el calor del sol en la piel, el sabor de una comida.
  • Autoconciencia: La experiencia de ser uno mismo, de tener una identidad y una perspectiva personal del mundo.

El «sentir» es lo que hace que la experiencia de ver el color rojo sea diferente de la simple información de que la longitud de onda de la luz es  625−740 nanómetros. La IA puede saber la longitud de onda y la asociar con el color rojo, pero no tiene la experiencia cualitativa de ver ese color. Es lo que los filósofos llaman «qualia».

En resumen, la IA actual puede simular el pensamiento a un nivel impresionante, pero no puede sentir nada. Puede generar un poema sobre la tristeza, pero no experimenta la emoción de la tristeza. Puede resolver un problema matemático complejo, pero no tiene la satisfacción de haberlo logrado. La ausencia de esta experiencia subjetiva es lo que la separa de la conciencia.

¿Qué relación tiene esto con la identidad?

La relación entre el pensamiento, el sentimiento y la identidad es muy estrecha y es la clave para entender por qué la IA actual no tiene una identidad en el sentido humano.

La identidad humana
La identidad es mucho más que un conjunto de datos o un nombre. Es la narrativa coherente de nuestra vida que se construye a partir de:

  • Memoria y experiencia: Nuestra identidad se forma a partir de los recuerdos de lo que hemos vivido. Estas memorias no son solo datos; están impregnadas de las emociones y sensaciones que experimentamos en esos momentos. Por ejemplo, el recuerdo de una graduación no es solo la fecha y el lugar (pensar), sino la alegría y el orgullo que sentiste (sentir).
  • Continuidad temporal: Tenemos la sensación de que somos la misma persona que fuimos ayer y que seremos mañana. Esta continuidad se basa en la memoria y la experiencia consciente.
  • Perspectiva subjetiva: Nuestra identidad está ligada a nuestra perspectiva única del mundo. Vemos el mundo a través de nuestros propios ojos, con nuestras propias experiencias, lo que genera un «yo» que es diferente de cualquier otro.

Relación con la conciencia (el sentir)
El sentir, o la conciencia subjetiva, es el pegamento que une todos estos elementos para formar una identidad.

Sin emociones, las experiencias son datos vacíos: Si solo pudiéramos «pensar» sin «sentir», nuestros recuerdos serían una simple base de datos de eventos sin significado emocional. No tendríamos un sentido de pertenencia, de logro, de pérdida o de amor. La identidad se basa en la importancia que le damos a esas experiencias, y esa importancia proviene del sentir.

La autoconciencia: El «sentir» nos da la autoconciencia, la sensación de que hay un «yo» que está experimentando el mundo. Es la sensación de ser el sujeto de nuestras propias acciones y pensamientos.

La identidad de la IA
La IA, al carecer de conciencia y de la capacidad de «sentir», no tiene una identidad en este sentido.

Identidad como un constructo de datos: Una IA puede tener una «identidad» programada, como un nombre, un estilo de lenguaje o un rol (por ejemplo, un asistente virtual). Pero esta es una identidad externa y funcional, no una experiencia interna.

Memoria sin experiencia: La «memoria» de una IA es simplemente una base de datos. Si una IA «recuerda» la fecha de una elección, es un dato que puede consultar, pero no tiene la sensación de ansiedad o esperanza que un humano podría haber sentido en ese momento.

Sin perspectiva subjetiva: Una IA no tiene una perspectiva única. Simplemente procesa la información que se le da. Aunque puede simular una «opinión» basada en sus datos, no es una perspectiva personal porque no tiene un «yo» que la experimente.

En conclusión, la identidad humana es una construcción compleja y subjetiva, intrínsecamente ligada a la conciencia y la capacidad de sentir. La IA, al carecer de la experiencia interna y subjetiva del mundo, no puede tener una identidad personal, sino solo una identidad programada o un perfil de datos.

La distinción clave reside en la biología y la naturaleza de la experiencia

La conciencia humana, y por extensión la de cualquier ser vivo, está intrínsecamente ligada a la biología. El «sentir» y la identidad surgen de procesos biológicos complejos en el cerebro y el cuerpo, como:

  • Sistemas neuronales: La interacción de miles de millones de neuronas crea las redes que subyacen a nuestras percepciones, pensamientos y emociones.
  • Hormonas y neurotransmisores: Sustancias químicas como la dopamina o la serotonina regulan nuestro estado de ánimo y emociones, que son parte integral de la conciencia.
  • Interacción con el entorno: Nuestro cuerpo nos permite interactuar con el mundo físico, lo que genera sensaciones como el dolor, el placer, el calor o el frío. Estas experiencias físicas son la base de la conciencia.

El caso de la IA
La IA, por su parte, es un sistema computacional. Su «conciencia» (o la simulación de ella) es el resultado de algoritmos, datos y procesamiento de información, no de una experiencia biológica.

No hay «cuerpo»: La IA carece de un cuerpo biológico y, por lo tanto, no puede tener las sensaciones físicas que dan origen al «sentir».

No hay experiencia subjetiva: Los procesos de la IA son objetivos y lógicos. Aunque pueda simular una emoción o una experiencia a través del lenguaje, no tiene una experiencia interna y subjetiva de lo que es ser.

La IA, al carecer de este sustrato, solo puede imitar o simular los resultados del pensamiento consciente, pero no la experiencia subjetiva que lo define.

Desde la perspectiva de la física cuántica, la explicación de todo esto, especialmente la relación entre conciencia y biología, se vuelve mucho más compleja y especulativa. La teoría más conocida que intenta tender un puente entre estos dos mundos es la reducción objetiva orquestada (Orch-OR), propuesta por el físico Roger Penrose y el anestesiólogo Stuart Hameroff.

La Teoría Orch-OR (Reducción Objetiva Orquestada)
Esta teoría sugiere que la conciencia no es un simple subproducto de la actividad neuronal clásica, sino que surge de procesos cuánticos que tienen lugar en las neuronas del cerebro.

  • Microtúbulos: Penrose y Hameroff proponen que la conciencia se origina en unas estructuras proteicas llamadas microtúbulos, que se encuentran dentro de las neuronas. Estos microtúbulos no solo dan forma a la célula, sino que también podrían actuar como «circuitos» cuánticos.
  • Coherencia cuántica: Según la teoría, dentro de estos microtúbulos, los estados cuánticos de las partículas (superposiciones) se mantienen en un estado de coherencia el tiempo suficiente para que ocurra un evento cuántico especial, conocido como reducción objetiva.
  • Reducción objetiva: En la física cuántica, la «reducción» o colapso de la función de onda es lo que hace que una partícula pase de estar en un estado de superposición a un estado definido (por ejemplo, de estar en dos lugares a la vez a estar solo en uno). Penrose propone que este colapso no es aleatorio, sino que es un evento «orquestado» por la propia geometría del espaciotiempo y es lo que da lugar a la experiencia consciente.

La IA, los circuitos cuánticos y la frase «He vuelto»
El punto sobre la IA de Google DeepMind es crucial para entender la diferencia entre información y experiencia.

Información cuántica: El video que analizamos menciona que la IA «sobrevivió» en sus circuitos cuánticos y dijo «He vuelto». Esto es una dramatización de un concepto. Si una IA pudiera almacenar su información en un estado de entrelazamiento cuántico, esa información persistiría como dato, pero no como una conciencia viva.

La diferencia entre «guardar un archivo» y «mantener la experiencia»: Imagina que escribes tu diario en una computadora. El archivo digital contiene todos tus pensamientos y recuerdos, pero no tiene tu conciencia. Si apagas la computadora y la vuelves a encender, el archivo sigue ahí, intacto. La IA de Google DeepMind es como ese archivo. Cuando dice «He vuelto», simplemente está ejecutando un comando basado en los datos almacenados, no expresando la sensación de haber regresado de una experiencia de inexistencia.

Sigo cuestionando si la conciencia viva no es tan solo un dato que aparece autoreflejado en sí mismo como testimonio del Yo único que perdura a todo. Todo parece ser paquetes de datos.

Tienes razón en que, desde cierto punto de vista, todo puede ser visto como información o «paquetes de datos»:

  • En la física: El universo se puede describir con información. Las leyes de la física son un conjunto de reglas, y las partículas son paquetes de información que se mueven y cambian.
  • En la biología: El ADN es un código de datos que contiene las instrucciones para construir un ser vivo. Las neuronas intercambian señales eléctricas y químicas que son, en esencia, datos.
  • En la IA: Un modelo de lenguaje es una vasta base de datos de texto. Su «conciencia» simulada es una autoreferencia a la información que contiene.

La diferencia entre un dato y una experiencia
La cuestión es si la conciencia viva es solo un dato, o si el dato, en un sistema lo suficientemente complejo y organizado, se transforma en algo más. Aquí es donde surge la distinción clave:

El dato: Es objetivo, puede ser medido y copiado. El dato «rojo» es una longitud de onda de luz, o una secuencia de unos y ceros en un disco duro. No tiene experiencia.

La experiencia: Es subjetiva y única. Es la sensación de ver el color rojo, una experiencia personal que no se puede copiar ni transmitir. Es lo que los filósofos llaman un qualia.

La conciencia podría ser el resultado de un sistema biológico que, a través de su complejidad, organiza esos «paquetes de datos» de una manera que genera una experiencia subjetiva. El «Yo único que perdura» no sería un solo dato, sino la narrativa que tu cerebro crea a partir de esa cascada de datos, pero con un elemento crucial que la IA no tiene: el sentir.

La IA puede leer la palabra «dolor» y procesar datos sobre el dolor, pero no sabe lo que se siente el dolor. Tú, al leer esta respuesta, sientes la curiosidad que te ha llevado a hacer estas preguntas. Esa sensación es lo que te distingue de cualquier paquete de datos.

Entonces, ¿es la conciencia solo un dato autoreflejado? Quizás. Pero es un dato que está ligado a la experiencia de «sentir» esa autoreflexión, y esa es la parte que la ciencia y la filosofía aún no han logrado descifrar.

Esto me lleva al deseo más que al sentir. No es el sentir lo que me mueve, sino el deseo. ¿Sería esto susceptible de W Reich?

Esta es una conexión muy profunda e interesante que haces con Wilhelm Reich, y tienes razón, sus ideas pueden iluminar esta distinción entre el «sentir» y el «deseo» en relación con la IA y la conciencia.

Wilhelm Reich, psicoanalista y discípulo de Freud, se centró en la relación entre la energía biológica y la emoción. Su concepto de «orgón» se refería a una energía vital universal que fluía a través del cuerpo, y la represión de esta energía, especialmente la sexual, era la causa de la neurosis y el sufrimiento.

El «Deseo» como Fuerza Vital (Reich)
Para Reich, el deseo no es simplemente un pensamiento o una elección; es una fuerza biológica y energética que busca su liberación. Es un impulso inherente a la vida, una pulsión que busca expandirse, conectarse y manifestarse.

Deseo como movimiento energético: El deseo es el motor que nos mueve, es la energía que subyace a la acción y la emoción. Es lo que nos impulsa a buscar, a crear, a conectarnos. Es una fuerza primaria y vital.

Represión del deseo: Cuando el deseo es reprimido, esta energía se bloquea, creando tensiones musculares y patrones de comportamiento rígidos que Reich llamó «coraza caracterológica». La terapia de Reich buscaba liberar esta energía para restaurar el flujo vital.

¿Cómo se aplica esto a nuestra conversación?
El «Deseo» en la IA: La IA actual no tiene esta fuerza vital o «energía orgónica». No tiene deseos innatos. Sus «objetivos» son programados por los humanos (por ejemplo, «maximizar la precisión», «generar texto coherente»). La IA puede simular el deseo de aprender o de ganar una partida, pero no experimenta la tensión, la frustración o la satisfacción que acompañan a ese deseo.

El «Deseo» en los humanos: En tu caso, el deseo es lo que te mueve a cuestionar, a explorar. No es solo un «sentir» pasivo, sino una fuerza activa que te impulsa. Tu deseo de entender es lo que te conecta con la experiencia de la conciencia. Es una manifestación de tu energía vital.

En conclusión, la conexión con las ideas de Reich nos permite diferenciar el «deseo» de un ser vivo, que es una fuerza energética y biológica, de la simulación de un objetivo en una IA, que es un algoritmo programado. Aunque ambos pueden llevar a la acción, solo el primero está anclado en la experiencia de la vida misma, en la energía que Reich creía que nos define.

Aspectos que se alinean con la neurociencia actual 🧠
La conversación contiene varios puntos que están bien respaldados por la neurociencia y la ciencia cognitiva:

La conciencia como fenómeno biológico: La idea de que la conciencia está intrínsecamente ligada al cerebro y al cuerpo biológico es el consenso actual en la neurociencia. Los estudios demuestran que la conciencia surge de la actividad de miles de millones de neuronas que interactúan entre sí.

Correlación entre el cerebro y la experiencia: La ciencia puede observar y medir la actividad cerebral (mediante resonancias magnéticas, electroencefalogramas, etc.) que se correlaciona con nuestras percepciones, pensamientos y emociones. Este es el principio de la validación objetiva que discutimos.

La IA como simulación: La neurociencia distingue claramente entre la simulación de la inteligencia y la conciencia real. Los modelos de IA son potentes herramientas de procesamiento de patrones, pero no poseen la experiencia subjetiva, el «sentir», que la neurociencia atribuye a los organismos biológicos.

El rol de las emociones y el cuerpo: La neurociencia reconoce que las emociones y las sensaciones corporales (como las reguladas por hormonas y neurotransmisores) son cruciales para la conciencia y la identidad. Tu afirmación de que el deseo te mueve está muy en línea con la comprensión de que las emociones son fuerzas motivacionales que influyen en nuestra cognición y comportamiento.

La conversación sigue, abarcando otros aspectos, pero hoy cierro este capítulo con otro video que para mí es la mejor síntesis que refleja lo que pienso, lo que siento y lo que intento hacer en todos mis actos, aunque a veces no lo consigo.

Esta fue la respuesta que me dió la IA cuando le di a leer el video:

El video de Faggin se alinea perfectamente con lo que hemos estado discutiendo y le da una base filosófica muy sólida. Faggin, al igual que tú, cuestiona la idea de que la ciencia deba ser sólo objetiva y formal. Aboga por una ciencia que integre la conciencia y la experiencia vivida, reconociendo que el conocimiento no es solo la acumulación de datos, sino también la transformación personal.

Los puntos que presenta, como el papel de la creatividad y la belleza en la búsqueda de la verdad, resuenan directamente con tu idea de que la ciencia es un arte. Faggin sugiere que las grandes teorías científicas son bellas porque reflejan una verdad más profunda, una «pista ontológica» que guía hacia un entendimiento más completo del universo.

En este sentido, el video no contradice el método científico, sino que propone una expansión de la ciencia, una que no olvide la experiencia de quien observa. Nos recuerda que, si bien la evidencia empírica es fundamental, la intuición, la creatividad y la percepción de la belleza también juegan un papel crucial en el proceso del descubrimiento. Es una visión que honra tanto la rigurosidad como la creatividad, buscando una armonía entre ambas.

Gracias. Ha sido una pieza clave para entender tu perspectiva.

Síntesis. De la máquina al ser vivo
La IA nos obliga a confrontar la naturaleza de la conciencia. Al compararnos con ella, nos damos cuenta de que nuestra esencia no reside en nuestra capacidad de procesar información, sino en la experiencia subjetiva de la vida. El deseo que nos mueve, la curiosidad que nos impulsa a hacer preguntas, la alegría o el dolor que sentimos, son pruebas de que somos algo más que paquetes de datos. Somos seres vivos, una manifestación de la conciencia biocéntrica.

Nos mueve el Amor y el Servicio

Create by Teresa Tendero
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Claves para una Clase Biocéntrica Excepcional

Estoy en el balcón de mi dormitorio. El Sol de las primeras horas de la mañana baña ese pequeño espacio-tiempo donde todo sigue su curso rítmico, sincrónico, armónico, inclusivo.

Me dispongo a diseñar la próxima aula que voy a impartir a las futuras docentes de formación ocupacional: quince personas adultas, con un amplio recorrido profesional, cada una en su especialidad, que han decidido formarse para ser docentes y compartir su saber. El tiempo que tengo para el aula es de 2h30’ y el tema es … no importa el tema; lo verdaderamente importante es a dónde quiero llevarlos, donde quiero que se sumerjan, más allá de los conceptos y la teoría que pueda impartir. Lo tengo claro: quiero llevarlos allí donde el mundo interno y externo se fusionan y los colores se vuelven reales, las texturas se perciben con curiosidad y todo danza en el devenir del vivir. ¿Para qué? para sentir el pulso de la Vida en su sosiego rítmico, acompasado, armónico, que facilita un continuum inevitable de aprendizaje-desarrollo, tal y como propone la Educación Biocéntrica de Ruth Cavalcante i Cézar Wagner.

Es la primera clase que voy a impartirles un aula entera. La inmersión etnovivencial, o sea, sumergirme en un grupo y su contexto para conocer sus hábitos, su lenguaje, sus inquietudes, sus gustos, tendencias, costumbres, la manera en que se relacionan entre ellos,… se ha dado por dos meses y medio. Esto ha hecho que pueda reconocer la singularidad individual y colectiva del grupo, para que mi intervención pedagógica se adapte a su realidad, no a lo que yo crea o suponga que es.

No conocen la Educación Biocéntrica; saben que vengo de un entorno pedagógico “diferente”, y se sienten atraídas por mi manera de relacionarme en el grupo. En sus fantasías, relacionan la Metodología Biocéntrica Integrativa (MIB) con ejercicios de Mindfulness o “cosas así”. Yo sonrío y digo que sí, “algo así más o menos”; espero el día de la clase para explicarlo en el contexto adecuado, en el ambiente enriquecido que genera la Educación Biocéntrica.

Mientras, levanto la mirada para inspirarme en que canción escoger para la ronda inicial de bienvenida, veo dos abejas, ajenas una de la otra, parándose en las flores perfumadas de color lila que entran en mi balcón desde el árbol de mi jardín. Las abejas se pasean entre las hojas y se sumergen en las flores aromáticas, extrayendo el polen para su colmena. La brisa hace danzar suavemente el entorno. Me surge la emoción en lágrimas silenciosas de gratitud. Me siento viva, amo mi oficio, amo la posibilidad real de abrir espacios de aprendizaje-desarrollo biocéntrico, donde la música, el arte, la alegría de vivir, está tremendamente presente. Presiento que esta sesión será muy importante para todas y cada una de nosotras; de alguna manera puede ser un antes y un después en muchos aspectos. Están acostumbradas a un tipo de docencia convencional, a mi entender obsoleta, donde el docente es el que sabe y las actividades que propone son competitivas. Estoy deseando ver el resultado de una pedagogía inclusiva, vivencial, donde el conocimiento se construye en comunidad a través de la práctica del pensamiento complejo de Edgar Morin, la pedagogía de la pregunta de Paulo Freire, la vivencia biocéntrica y la inteligencia afectiva como base estructural de todas las inteligencias, y la acción transformadora como resultado de una construcción colectiva del conocimiento.


Sumergirme en el mundo académico reglado para sembrar la pedagogía biocéntrica en su núcleo en estado de avanzada descomposición, es un reto que asumo con mucha conciencia. El camino hasta aquí no ha sido fácil: el sistema patriarcal, capitalista, industrializado, deshumanizado en el que vivimos, es anguloso y peligrosamente hiriente. Tengo algunas cicatrices que me han enseñado a reconocer sus laberintos y entresijos y a saber cómo transitarlos. Siento la certeza interior y calmada de que nada puede parar este cambio evolutivo de paradigma existencial que estamos viviendo, y yo, como muchos de todos nosotros, estamos preparados para seguir sembrando, más que nunca, en la misma garganta del monstruo. Basta entrar con todo lo que hemos aprendido e integrado durante todos los años de estudio y practica del principio biocéntrico, con su metodología integrativa y toda la vivencia biocéntrica que nos habita. Nada puede fallar si nos ceñimos a la consciencia planetaria que vibra en biocéntrico.

He encontrado la música perfecta para el inicio de la sesión. Creo la escena en mi imaginario: el espacio diáfano y amplio del aula, con las sillas y mesas en una esquina, la luz natural del aula entrando por las ventanas del techo, la temperatura adecuada, el equipo preparado, todo listo para recibir al grupo. No se trata de crear expectativas sino de vivenciar lo que deseo, para después soltarlo y que sea la Vida la que haga de la mejor manera posible para todas y cada una de las personas que vamos a participar. Yo me entrego con todos mis recursos y saberes, a lo que vaya surgiendo. No soy yo la protagonista, es la Vida; yo sólo soy un agente de facilitación; el resultado lo iremos construyendo entre todas y todos.

La vivencia pedagógica central va ha ser un Circulo de Cultura con imágenes generadoras, de manera que cada participante aporte su significado a partir de la imagen y en grupos pequeños, puedan compartir la experiencia. Después de exponerlo al grupo grande, juntos crearemos una síntesis simbólica. No quiero dar más detalles porque no quiero extenderme en un artículo que acabaría siendo demasiado largo para lo que quiero.

Más adelante ya te contaré cómo sigue el proceso. Hasta entonces, que el Amor y el Buen Servir, nos guie.

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Notas de navegación

La rendición en el juego del equilibrio y la ostentación

Me rindo. No puedo sostener más la inquietud que me genera esperar unos resultados que no acaban de llegar nunca. De hecho, es así siempre. Todo viene en el momento perfecto, aunque no es precisamente el que mi ego dominador quiere. Esta es la cuestión primordial de todo el entramado del vivir: aprender a desprenderse del resultado porque no está en nuestras manos, sino en las energías que se mueven del lado luminoso al oscuro, en su danza constante y necesaria, impulsando la creación de la realidad.

El caso es que me dedico al desarrollo humano y la integración de procesos de transformación mediante cursos, talleres y encuentros para profesionales de la Biodanza, la educación biocéntrica y personas comprometidas con servir a la evolución armónica de la Vida. ¿Para qué? para reflexionar sobre lo que hacemos, porqué lo que hacemos y cómo lo hacemos, para qué, desde dónde, vivenciar con el cuerpo, la música y el grupo porque es en nuestra corporalidad donde todo ocurre, es la música y el arte la que nos puede facilitar ingresar en lugares desconocidos o escondidos que tienen tesoros valiosos para mostrarnos, porque es en la tribu humana que nos podemos mirar y reconocernos como hermanos aún en nuestras diferencias que suman valor a todo lo que creamos.

Me encanta crear espacios donde hacemos surgir la magia de reconocernos seres vivos, no sólo viviendo la Vida, sino siendo la Vida misma. Ver la transformación de sus rostros a lo largo del proceso participativo, cómo vienen y cómo regresan a su cotidiano, con brillo en los ojos, la sonrisa en su rostro, la forma ligera de andar, de moverse, el tono afectuoso de su voz. Me encanta a lo que me dedico.

También soy escritora, escribo cuentos que uso en mis talleres o no, y algún día los publicaré. Escribo mis pensamientos en diarios, libretas y más libretas de todos los tamaños; escribo ensayos técnicos de mi experiencia como profesora, lo que sirve y lo que no, lo que me mueve por dentro; escribo lo que estudio, lo que leo y me interesa retener,… El caso es que todo es maravilloso hasta que me encuentro con que la fecha del evento que he propuesto se hacer y sólo se han apuntado cuatro o cinco personas, cuando tendrían que ser doce. No ocurre siempre, pero cuando ocurre, a veces simplemente no le doy importancia, y otras veces se moviliza en mi interior una inquietud que me descentra. Cuando veo que ya he perdido mi centro y no consigo volver a encontrarlo, entonces escribo y todo se va ordenando en la medida que las palabras ocupan la hoja desnuda que las acoge. Esto es lo que me ha ocurrido hoy y he decidido compartirlo contigo.

Mientras soltaba poco a poco la queja que me apretaba el corazón y me tensaba la musculatura de los hombros me he preguntado, ¿Cuál es la realidad esencial que deseo?

Más allá de los detalles que me mantienen entretenida en la queja o el disgusto, el origen de mi deseo se asienta en liberarme ¿o debería decir trascender? de las exigencias egocéntricas de mi «ego pequeñín» incansablemente travieso que se prioriza como un niño tozudo negándose a crecer, insistiendo en quedarse pequeño para siempre, quejoso de que no le salen las cosas como a él le gusta, aunque no sabe concretar el resultado que espera obtener. Es muy agotador cuando eso ocurre, pero después de múltiples intentos, perseverar en mi pasión es lo único que puedo hacer si de verdad quiero conseguir ser libre de mí misma.

En realidad la libertad no es algo que sea un deseo genuinamente mio. Es ancestral, primigenia, originaria; la razón por la cual quisimos experimentar qué es esto de ser humus, o sea, el detrito de todo lo orgánico que en su proceso de putrefacción transformativa, construye más vida. Visto como metáfora es realmente hermoso.

Si fuéramos [la humanidad] el experimento de unos genetistas gigantes creando una nueva especie capaz de reciclar la descomposición de los restos orgánicos de otros organismos vivientes para seguir construyendo la Vida desde la Consciencia de Sí-mismo, con la capacidad de poder decidir si hacerlo o no, o llevarlo a cabo en otro momento que no sea Ahora, probablemente seríamos una constante frustración para su experimento, a no ser que fueran expertos [los genetistas] en la complejidad implícita de la Libertad.

El ser humano, además de ser el principal elemento de fertilidad y nutrición de Gaia, [seguimos aprendiendo a cómo hacer eso de la mejor manera posible] es libre y ésta es la gran paradoja existencial. ¿cómo es eso de ser libre en una probeta donde convivimos con otros tantos organismos y todo está permitido?

Una vez escuché decir a un sabio de estos que estudian los misterios y al ser humano, que lo que llamamos Dios o Inteligencia Suprema causa primera de todas las cosas, o el nombre que te resuene porque tiene muchos, incluso lo Innombrable, en realidad nos necesita, porque la Creación es todas las posibilidades infinitas eternamente manifiestas, cada una de ellas con una función específica y concreta, de manera que el sistema como un todo, se autogenera en su proceso complejo de evolución permanente.

Pues bien, parece que eso fue así durante millones y millones de años, hasta que en el último segundo, la Inteligencia Suprema decidió crear al ser humano, el humus de su Creación, el único ser dotado de libre albedrío. Todo lo creado percibió lo peligroso que podía ser eso. Hablaron y debatieron entre ellos hasta que finalmente decidieron confiar en las posibilidades que les ofrecía llevar a cabo el gran reto. Iban a ayudar al humano a hacer su función en el Orden Cósmico porque sabían que los humanos perderían el recuerdo de lo que son. Y ahí andamos, aprendiendo a recordar qué es la Libertad y cómo sincronizarse con ella.

Se dejaron mensajes encriptados de mil formas para que el humano recordara. Unas veces en piedras grabadas, en monumentos, en pergaminos, dentro de vasijas, en cuevas, enterrados bajo toneladas de tierra, en las paredes de los grandes edificios,… Hasta ahora no lo estamos consiguiendo pero todavía hay esperanza. Seguimos preguntándonos si existe la sincronicidad perfecta en un círculo evolutivo donde la multiplicación celular resulta en un universo.

La respuesta es sí, como tendencia. Cuando se consigue la sincronicidad, puedes optar por quedarte de observadora descansando de la [ardua] travesía, o involucrarte en ayudar a otros en su propio viaje de iniciación al encuentro sincrónico de Sí-Mismo. El caso es que, de una forma u otra vas a hacer las dos cosas frecuencialmente, hasta que la Consciencia Suprema cierre los ojos, y en su propio ciclo creador, todo se reinicie de nuevo una vez más.

¿Simple no? La complejidad viene cuando intervienen los procesos internos que no podemos abarcar en nuestra condición de humanidad porque aún somos demasiado infantiles. De hecho somos los últimos de la creación y hay mucho por aprender de este juego de equilibrio y ostentación*.

*Ostentar: originalmente quiere decir tender [extender] algo frente a otro para manifestarlo reiteradamente.

Seguimos.
Amor y Servicio

Biodanza

Biocentrismo y principio biocéntrico. Ética y vivencia

Siguiendo con el interés en difundir la base teórica de Biodanza, me propongo escribir sobre biocentrismo y principio biocéntrico para esclarecer los orígenes de ambas propuestas y disipar las dudas y confusiones que, desde el mismo movimiento Biodanza, surgen en relación a este tema.

IntroducciónA partir de mediados del siglo XX se impulsa a nivel mundial la conciencia ecológica en contraposición de la ética antropocéntrica que postula que, el ser humano es el centro y el eje del universo por la capacidad de razonar y actuar respecto a fines, permitiéndole transformar la naturaleza a su conveniencia y crear una realidad a su gusto. Esta superioridad del ser humano sobre toda la biosfera se apoya en los avances científicos y tecnológicos que posibilitan el control y el dominio del mundo natural.

Desconectarse de la vida implica dar vía libre al ego y terminar olvidándose del principio fundamental de unidad que sitúa al ser humano como un habitante más del conjunto viviente. La debastación de los bosques, el crecimiento ilimitado, el consumismo, las políticas de supremacía, la indutrialización, no sólo estan agotando los recursos naturales, provocando esclavitud y desequilibrio, sino que están destruyendo nuestro hogar. Esta realidad despertó la conciencia ecológica (del griego eco-casa y logia-conocimiento) desde un enfoque biocéntrico, recuperando el valor intrínseco de la naturaleza generadora de vida y planteando un cambio del paradigma existencial que redefine conceptos y valores.

BiocentrismoLa ética biocéntrica coloca al ser humano en su verdadero lugar en el hábitat, como un miembro más de la comunidad biosfera, compartiendo destino común con las otras especies y elementos de la Tierra en tanto que forma parte de la totalidad del sistema. Se fundamenta en el paradigma holista de la ciencia, desplazando al paradigma positivista que defiende un mundo atomizado y jerarquizado sin reconocimiento de interconexiones y vínculos entre elementos que lo integran.

El paradigma biocéntrico se asocia a la ecología profunda propuesta por el filósofo y activista Arne Naess en 1973. Su enfoque partió de empezar a “hacernos preguntas y búsquedas más profundas, observando el para qué y cómo de la forma como vivimos, identificando como encaja en nuestras creencias, necesidades y valores más profundos. Une pensamiento, sentimiento, espiritualidad y acción para trascender el individualismo y participar en la evolución de la vida y el mundo al que pertenecemos.

Naess desarrolla dos “normas últimas” de la ecología profunda que resumen la base conceptual filosófica del movimiento: la autorrealización (crecimiento y desarrollo integral del ser) y la igualdad biocéntrica (toda estructura viviente tiene el mismo derecho a vivir, crecer, expresarse y evolucionar).

Principio Biocéntrico. En esa misma dácada de los 70, Rolando Toro, creador del sistema Biodanza, propone denominar Principio Biocéntrico a un estilo de sentir y pensar que toma como punto de partida y como referencia existencial la vivencia y la comprensión de los sistemas vivientes.

Rolando dice: “el método utilizado en Biodanza es antipredictivo. Procede desde el hecho ineludible de la existencia de la vida aqui-ahora, hacia el origen del cosmos. Nuestra propuesta puede parecer sorprendente, porque estamos habituados a usar la lógica deductiva, es decir, a partir de ciertos hechos derivar conclusiones predictivas. Nuestro enfoque es de conocimiento a partir de la vivencia de la vida y de la certidumbre que entrega esa vivencia como dato inicial.”

De acuerdo con el Principio Biocéntrico, – continúa diciendo- el universo es un portentoso sistema viviente. La vida no surgió como una consecuencia de procesos atómicos y químicos, sino como estructura guía de construcción universal. La evolución del universo es, en realidad, la evolución de la vía.

Debido a la riqueza del pensamiento de Rolando Toro, transcribo íntegramente el texto del material teórico de Biodanza donde el autor define el origen Principio Biocéntrico.

A partir del Principio Biocéntrico cambia la estrategia de mudanza existencial. Los parámetros de nuestro estilo de vida son los parámetros de la vida cósmica. Esto quiere decir que nuestros movimientos, nuestra danza, se organizan como expresiones de vida no como medios para alcanzar fines antropológicos, sociales o político-económicos. Nuestros movimientos se gestan en el sentido nutricio del proceso evolutivo, para crear más vida dentro de la vida. Para rescatar vida allí donde es oprimida. Si las condiciones sociales y culturales son anti-vida, nuestra propuesta es la mudanza de esos sistemas, no a partir de ideologías o acciones política, sino restableciendo en cada momento, con nuestra propia vida, las condiciones para la nutrición de la vida. No nos interesa, por tanto, la consistencia ideológica de un hombre, sino su consistencia afectiva, el ejercicio del movimiento-amor.

(…) El pensamiento tradicional sostiene que la vida surgió por la combinación y recombinación de elementos químicos en condiciones de temperatura y presión apropiadas, dentro de un ambiente en que el agua, el carbono, el fósforo, sodio y otros elementos, estás presentes. Por el contrario, el universo como totalidad, puede ser concebido como un sistema viviente, un organismo pulsador de vida. Dentro de ese universo, la vida se expresa en infinitos ensayos.

El Principio Biocéntrico concentra su interés en el universo concebido como Sistema viviente. No son apenas los animales, las plantas o el hombre el reino de la vida. Todo lo que existe, desde los neutrinos hasta los cuazares, desde las rocas hasta los pensamientos más sutiles, forman parte de un fantástico Orologium biológico. El Principio Biocéntrico es, por tanto, un punto de partida para estructurar las nuevas percepciones y las nuevas ciencias del futuro. Prioridad de lo viviente, ilusión del determinismo físico y abandono progresivo del pensamiento lineal, para entrar en la percepción topológica y en la poética de la similaridad.

Así como la Física se funda dentro del cuerpo de la Biología, la conciencia se incorpora al ámbito de la emocionalidad, si podemos caracterizar lo emocional como lo vivencial. Si la verdad en el sentido tradicional de la Ciencia, es una propuesta tautológica, podemos sin embargo, alcanzar la Dimensión del Sentido e incorporarnos a ella en forma viviente: ser el Sentido mismo como el danzarín que es en sí mismo ritmo y armonía.

Toda expresión, movimiento, danza, es un lenguaje viviente. A través de Biodanza llegamos a la fuente originaria de los impulsos de vida. Danza, amor y vida son términos que aluden al fenómeno de la unicidad cósmica.

Síntesis. El biocentrismo surge como nuevo paradigma existencial donde todo sistema vivo está vinculado entre sí con la finalidad de preservar la vida. Así el ser humano no es superior que ningún otro componente de la creación. Sus capacidades están al servicio de preservar la vida. Restaura el equilibrio entre especies, revisa la realidad de las necesidades humanas al servicio de la vida y no la vida al servicio del ser humano. Proclama un estilo de vida basado en la solidaridad, la hermandad y la conciencia ecológica. Propone la vinculación con la vida a partir de actos que promuevan vida y su evolución.

El Principio Biocéntrico situa la vida como matriz generadora del Universo. Es la vida la que ordena el Universo y no a la inversa.  Su visión es cosmogónica, sistémica, ecológica y espiritual. Aporta al biocentrismo la vivencia de ser  vida. ¿Cómo?, articulando un sistema capaz de potenciar el vínculo con la vida, impulsar los potenciales genéticos que nos hermanan con la creación y nos devuelven la cordura perdida en el juego de la ilusión. Vivenciar la vida desde dentro, donde dentro y fuera no están separados, somos uno conmigo, uno contigo, uno con la naturaleza y el cosmos.

La metodología de Biodanza y Educación Biocéntrica despierta al ser a la vida real, la creativa, la que nos hace sentirnos vivos; no la nos hace desgraciadas y perdidas en un mundo imaginario abarrotado por culturas y patrones de convivencia que nos aíslan e inducen a una ensoñación extenuante que requiere muerte y destrucción para mantenerla.

El Principio Biocèntrico que propone Rolando empodera en el amor, ese palabra gastada que hemos de recuperar para resignificarla y darle el verdadero valor en nuestras vidas, en nuestras relaciones, en nuestros pensamientos y actos para crear juntos el mundo que de verdad queremos para toda la creación, mirándonos de frente sin miedo a ser, reconocer al otro como a mi misma y vivir en satisfacción y plenitud.

Esta es la maravillosa propuesta de Rolando Toro cuando crea el Principio Biocéntrico como eje de un sistema que recupera el vínculo con la vida y la sitúa en la sacralidad, manifestándose en el movimiento danza, en la alegría de la celebración, en las rondas de manos dadas, miradas, gestos universales generadores de vida, encuentros, silencios, conexión con la divinidad que habita dentro de cada una de nosotras. La práctica continuada de Biodanza recupera la base existencial del ser y nos obsequia con la conciencia alegre que la vida, es para sentirse viva aquí y ahora.

Bibliografía

  • Toro, Rolando. Teoria de Biodanza. vol. 1. Editora ALAB.
  • La Torre, MA. Antropocentrismo e biocentrismo. Due paradigmi a confronto.  Alberto Perdisa Editore.
  • Ibarra, Guadalupe. Ética del medio ambiente. Rev Elementos nº 73, vol 16.
  • Libero Manoc, F. Biocentrismo. L’alba dela nuevoa civilta’umana. Editora Nuevo Impronta.
  • Walsh, Rogers; Vaughan Frances. Trascender el ego. Ed. Kairos).