Teoría de Biodanza

La Sinfonía de Convergencia Biocéntrica: El Amor, la Consciencia y la Evolución en Teilhard, Toro y Faggin


Me gusta leer, me apasionan las palabras. Mejor dicho, las amo, así que no me canso de encontrar convergencias que me llevan al eje central que mueve mi existencia: el principio biocéntrico. Deseo que este artículo sea inspirador para tí.

1. Hacia un paradigma unificado de la consciencia
Uno de los autores que conforman el cuerpo epistémico de Biodanza y Educación Biocéntrica, cuya base es el principio biocéntrico, es Pierre Teilhard de Chardin. Rolando Toro bebió de su fuente, como la de otros muchos autores, para ir configurando la Biodanza como un sistema de integración humana fundamentada en las ciencias de la vida. Ese era su interés genuino, hacer que Biodanza ocupara un lugar en el vasto mundo del conocimiento de la Vida al servicio de la Vida y con la Vida. Y lo consiguió, junto a un extenso equipo de personas que colaboraron con él para cumplir ese objetivo común, aportando sus conocimientos en distintas áreas.

Rolando tenía la capacidad de reunir conocimientos aparentemente dispares entre sí, centrarlos en el eje común del principio biocéntrico y adaptarlos a una metodología que fue creándose paso a paso sustentada por su propio modelo teórico que recoge el proceso completo de la integración humana.

En la teoría de Biodanza no se nombra a Federico Faggin. Quizás no era conocido para Rolando, más para mí es uno de los autores contemporáneos más lúcidos cuando hablamos de consciencia. Así que me he decidido escribir sobre un punto de convergencia fundamental entre estas tres visiones del universo: la teología evolutiva de Pierre Teilhard de Chardin, la teoría de la Biodanza de Rolando Toro y la filosofía de la consciencia de Federico Faggin.

Desde la perspectiva de una investigadora biocéntrica, el propósito de este análisis es ir más allá de identificar coincidencias, y mostrar cómo estas ideas, originadas en la ciencia, la espiritualidad y la psicología, se entrelazan para validar un paradigma unificado: aquel en el que la vida es más que un epifenómeno; es el centro del cosmos, y la consciencia su propiedad más fundamental.

Al situar el Principio Biocéntrico como la tesis unificadora, podemos afirmar que el universo existe precisamente porque existe la Vida, y no a la inversa, en contraste radical con el mecanicismo y el materialismo clásico. A través de esta mirada, pretendo examinar cómo cada uno de estos pensadores, desde sus respectivos campos, llegan a una conclusión similar sobre la naturaleza de la evolución, la consciencia y, de manera crucial, como el papel del Amor es el motor universal de la integración humana.

2. El universo como proceso de cefalización. La visión de Pierre Teilhard de Chardin

Pierre Teilhard de Chardin, a través de su visión interdisciplinar cosmológica, propuso una teoría de la evolución que trasciende el determinismo darwinista. Para él, la historia del cosmos va más allá de un proceso ciego y aleatorio; es en sí un movimiento dinámico y con propósito, que se despliega a través de tres grandes umbrales: la cosmogénesis (el surgimiento del mundo mineral e inorgánico), la biogénesis (la aparición de la vida orgánica) y la antropogénesis (el nacimiento del pensamiento en los humanos).

Este proceso evolutivo se caracteriza por una creciente «centricidad o consciencia» en los seres vivientes de manera que, a medida que la evolución avanza, se produce una «cefalización» o desarrollo de un sistema nervioso más complejo, y una «cerebración» o un cerebro más complejo, que llega a su expresión máxima con la aparición del ser humano. En este punto de inflexión, por primera vez según el autor, la evolución adquiere la capacidad de reflexionar sobre sí misma. La visión de Chardin establece un marco en el que la evolución es un proceso biológico y complejo, que tiene un camino: hacia una mayor complejidad, consciencia y espiritualidad.

2.1. La Noosfera y el Punto Omega: La Convergencia Final

Para Chardin, este camino de evolución puede ser descrito en los conceptos que él denomina como Noosfera y Punto Omega. La Noosfera es la «esfera del pensamiento«, o sea, la capa de consciencia colectiva que envuelve el planeta que va emergiendo de la Biosfera amedida que la humanidad se une a una consciencia ampliada y superior través de la comunicación y el entendimiento mutuo. Metafóricamente podríamos verlo como las diferentes “capas” de irradiaciones del campo energético que rodea la Tierra.

El movimiento que impulsa esta convergencia consciente colectiva es fruto de la atracción del Punto Omega, definido como un «foco cósmico personalizante de unificación y de unión». Nos vamos a detener en esta definición para entender su dimensión:

  • El Punto Omega siendo en sí mismo el resultado final de la evolución, no se trata de un punto físico en el espacio. Existe preexistiendo, o sea, posee la característica de estar ya «existente» y se “concretiza”, si podemos decirlo así, como fuerza tractora, como un agujero negro que absorbe y atrae hacia otros estados. En el caso del Punto Omega, Chardin aboga al camino de la evolución cósmica hacia estados superiores de consciencia.
  • Personalizante en el sentido de que, dado que el Punto Omega es el objetivo final del proceso evolutivo, tiene que ser personal por naturaleza, ya que actúa como centro unificador y divino del universo. Para Chardin esa personalización es identificada con Cristo, no como hombre, sino como consciencia crística, un estado puro, cristalino de consciencia.
  • Unificación y unión son el proceso dinámico de integración de la materia inorgánica a la vida y finalmente a la consciencia reflexiva o espíritu, guiados por la fuerza tractora y unificadora del Punto Omega como centro cósmico y personal, impulsados por la energía unificadora del Amor.

2.2. El Amor como energía radial, la sangre de la evolución

Para Chardin, la fuerza directriz de la evolución es una energía que no puede ser explicada por la física clásica. El autor distingue entre la energía tangencial, que es la fuerza física y medible, y la energía radial, que es la fuerza de atracción hacia una mayor centricidad y consciencia. Chardin identifica sin lugar a dudas, la energía radial con el Amor: una fuerza que emana del Punto Omega y atrae a todas las cosas hacia sí, produciendo seres cada vez más conscientes. En ese sentido y como anécdota, recuerdo que mi mama (tendría 91 años en 2025) decía que antes, en su época, lo bebes nacían con los ojos cerrados y ya sus nietos no. ¡Qué decir de mis nietos!

El Amor, en este contexto que propone Chardin, no se limita al sentimiento humano, cambiante, efímero y caprichoso; es una reserva sagrada de energía, que describe como «el torrente sanguíneo mismo de la evolución espiritual». En sus formas más primitivas, el Amor se manifiesta como fuerza molecular, que a lo largo del proceso evolutivo, se identificará con funciones mucho más complejas, como las reproductivas.

Con la aparición de la consciencia reflexiva en el ser humano, el Amor se eleva a un nuevo nivel. Chardin lo analiza en un modelo tripartito: el amor sexual (deseo exclusivo de fusión creativa con el otro), el sentido humano (el amor que se extiende más allá del par, y se manifiesta en la amistad y el sentido de la pertenencia y unidad global) y, finalmente, el sentido cósmico, que según Chardin es la etapa más elevada y la afinidad profunda con la totalidad que nos envuelve. Fundamentalmente, el sentido cósmico es el Amor de Omega, el centro de los centros, hacia el cual converge toda la evolución universal.

Para Chardin, la materia y el espíritu no son dos sustancias separadas, sino «dos estados o dos rostros de una misma Trama cósmica». El Amor, al ser la energía radial que opera en todos los niveles, desde lo molecular hasta lo reflexivo, es la fuerza que unifica estos dos estados (espíritu y materia) de manera que la evolución en sí misma es un proceso en el que la consciencia se desarrolla y adquiere complejidad en la medida que avanza el universo.

Así es como Chardin demuestra que la evolución no puede ser solo un proceso físico, sino una manifestación progresiva del espíritu a través de la materia, siendo el espíritu la consciencia y la interioridad de la realidad, y su manifestación a lo largo de la evolución es el propósito del universo.

3. El Principio Biocéntrico y la Vivencia: La Teoría de Rolando Toro

3.1. Fundamentos de la Biodanza y el Principio Biocéntrico

La teoría de Rolando Toro Araneda[3] se basa en el Principio Biocéntrico, que propone que el universo existe porque existe la vida, y no al contrario, como hemos apuntado al principio del artículo. Biodanza se define como un sistema de «integración humana, renovación orgánica, reeducación afectiva y reaprendizaje de las funciones originarias de la vida». En el corazón de la teoría anida el concepto del Inconsciente Vital, la fuerza que emana del «psiquismo celular» y genera el impulso innato de vivir.

Esta visión revoluciona el paradigma mecanicista, que considera la vida como una casualidad en un universo inerte. Al igual que Chardin, Toro postula un universo en el que la vida tiene un lugar central y un propósito inherente. El Inconsciente Vital es el equivalente de la «fuerza directriz» de Chardin: un psiquismo celular o la memoria cósmica inscrita en las células, que más allá del pensamiento consciente, moviliza los potenciales genéticos de cada ser vivo en pro de la armonía orgánica como expresión de la Vida. Este proceso culmina en el inconsciente numinoso como estrato más profundo y sublime del ser, directamente vinculado a la liberación de la naturaleza esencial del ser humano, contrarrestando la cultura que tiene a hacerlo insignificante.

3.2. El rol central de la vivencia

La metodología de la Biodanza se fundamenta en la vivencia, un concepto clave que la distingue de otras prácticas y metodologías, pero cuando hablamos de vivencia en Biodanza, no es una vivencia cualquiera; es una vivencia biocéntrica. Toro la define como una experiencia subjetiva que integra al ser en su totalidad. Esta definición transciende el conocimiento conceptual de vivencia como “momento vivido” para convertirse en un estado del ser que unifica la experimenta vivida a través del cuerpo, el movimiento y el encuentro con el otro.

Toro afirma que «no hay cambio sin conciencia, pero tampoco hay un cambio real sin la vivencia«. Esta afirmación establece una relación causal y recíproca entre la consciencia y la experiencia: la vivencia [biocéntrica], como la experiencia de sentir y de ser, es la condición indispensable para un cambio profundo y la integración personal. Es a través de la experiencia directa que se logra acceder al Inconsciente Vital, donde se manifiestan el deseo de vivir y el amor como un «estado de ser». Esta idea encuentra una resonancia en las reflexiones de Federico Faggin, quien también enfatiza la experiencia subjetiva como el «flujo de sentido» que diferencia la vida de los procesos meramente algorítmicos.

3.3. El Amor como un estado de ser y fuerza cósmica

Para Rolando Toro, el Amor es el núcleo que organiza la existencia humana. El Amor más allá del sentimiento, trasciende las relaciones amorosas para abarcar la conexión con la humanidad y el cosmos, siendo en sí mismo un «estado» que se contrapone directamente a la defensa del ego. El Amor es concebido como un «atractor del caos existencial» hacia el orden cósmico y una «forma de integración al infinito». Desde el principio biocéntrico postulado por Rolando Toro, el Amor es comprendido como la conciencia plena de estar vivo aquí y ahora. No es poca cosa, en este mundo de inmediatez y predominio del individualismo extremo.

La teoría de Biodanza articula este fuerza organizadora llamada Amor (resonando con la propuesta de Teilhard de Chardin) a través de sus cinco líneas de vivencia o expresiones del ser humano: Vitalidad, Sexualidad, Creatividad, Afectividad y Trascendencia. Cada una de las líneas que acompañan el proceso de integración humana, es una expresión del Amor y un camino hacia la integración total del ser, de ahí que Toro enfatice que, para recibir amor, primero hay que darlo como una danza activa y transformadora que, al ser ejercitada, genera la vitalidad y la integración que hacen posible que “la vida camine”. Este caminar viviente sucede con la corporeidad vivida: el contacto, los gestos, la piel, la mirada que nos conecta como seres vivos en proceso de vivir, superando el individualismo y el miedo, para abrazar una existencia basada en la conexión con una misma, con la otra persona y con todo lo que nos rodea (visible e invisible).

4. La consciencia como propiedad fundamental: El legado de Federico Faggin

4.1. Del Microprocesador a la Consciencia Irreducible

Federico Faggin[4], el inventor del primer microprocesador, hizo una transición radical del mundo de la ingeniería a la exploración de la consciencia. Su vida de éxito según el paradigma antropocéntrico materialista, no lo llevó a lo que él consideraba felicidad. Inició una búsqueda de sentido que lo llevó a la exploración de la consciencia. Su conclusión fundamental es que la consciencia no es un subproducto del cerebro o un mero proceso algorítmico, sino una «propiedad fundamental» e «irreducible de la naturaleza».

Faggin, como Chardin y Toro, propone un “monismo” en el que la materia no está separada del espíritu. Más bien, la materia es la «expresión estructurada» o el «rostro visible» del espíritu, y el universo es un campo consciente. Esta perspectiva, emergente de su profundo estudio de la física cuántica, que a lo largo de su carrera ha sido y es uno de sus pilares fundamentales ya que le proporciona una validación científica para su visión holística del universo, donde la consciencia precede a la materia y es su base intrínseca. Para Faggin, lo que la física cuántica ha revelado como información inmaterial, es en realidad la consciencia.

4.2. La Consciencia, la Vivencia y el «Flujo de Sentido»

Una distinción clave en la teoría de Faggin es la que existe entre la información (objetiva, sin significado) y la consciencia (la cual da significado a través del sentir y la experiencia). En estos tiempos donde el transhumanismo parece ganar adeptos, Faggin sostiene que la inteligencia artificial no puede ser verdaderamente consciente o autónoma porque carece de la capacidad de sentir. Un robot puede procesar datos sobre una rosa, pero no puede sentir su aroma, por ejemplo.

Esta distinción es de naturaleza ontológica. La vivencia, como la cualidad interna de sentir y ser, es el factor que define a un ser vivo, con un propósito y una interioridad, y es lo que nos diferencia de una máquina o un «zombie que actúa sin propósito mayor». El trabajo de Faggin culmina en su Modelo CIP (Consciousness Integrated Processor), que busca integrar la lógica con la experiencia subjetiva, la intuición y las emociones. En este modelo, un árbol no «procesa» la luz del sol, sino que «experimenta» el proceso de crecer, y una mariposa no «ejecuta un programa» para volar, sino que «vivencia» su movimiento. Esta visión, a mi entender, coincide con la vivencia biocéntrica de Biodanza y Educación Biocéntrica como fundamento científico.

4.3. El Amor como Sustancia Primordial y el Origen de la Teoría

La génesis de la teoría de la consciencia de Faggin se encuentra en una experiencia espiritual personal, como he dicho antes. En un momento de revelación, él sintió una «oleada de energía poderosa» que emergía de su pecho. Esta energía era Amor, pero un amor en mayúsculas, «tan intenso y tan increíblemente gratificante que superaba cualquier noción que había tenido antes». En ese instante, comprendió que esta energía era la «sustancia de la que todo lo que existe está hecho», y que era esta sustancia la que había «creado el universo» a partir de sí misma.

Esta experiencia personal de Amor fue el dato primario que la ciencia materialista no podía explicar. A partir de este evento, Faggin se dedicó a construir una teoría que sí pudiera hacerlo. Esto demuestra que la interioridad y la vivencia personal, que son la base de la Biodanza, no son solo un fin en sí mismas, sino que pueden ser la fuente de un conocimiento radicalmente nuevo sobre la realidad, un conocimiento que une la física y la espiritualidad.

5. Sinfonía de Convergencia: Un Análisis Comparativo de Coincidencias

5.1. Tabla Comparativa de Coincidencias Clave

La siguiente tabla sintetiza las profundas coincidencias que emergen de las obras de Pierre Teilhard de Chardin, Rolando Toro y Federico Faggin.

PensadorVisión del UniversoMotor de la EvoluciónNaturaleza de la ConscienciaRol del AmorLema Clave
Teilhard de ChardinUn cosmos viviente, en constante evolución. Materia y Espíritu son dos caras de una misma realidad.La energía radial, la fuerza de atracción del Punto Omega que guía la evolución hacia una mayor consciencia y complejidad.Una «centricidad creciente» que emerge de la materia. Es el fin y la causa del proceso evolutivo.La energía radial. La «sangre de la evolución espiritual». La fuerza que unifica y atrae hacia el Punto Omega.«El amor es la más universal, formidable y misteriosa de las energías cósmicas.»
Rolando ToroUn «sistema vivo prodigioso» donde la vida es el centro del cosmos y no un subproducto.El Inconsciente Vital, el «deseo de vivir» que proviene del psiquismo celular y moviliza los potenciales genéticos.La capacidad de sentir y ser, accesible a través de la vivencia, que es la esencia del ser humano.Un «estado de ser» y un «atractor del caos». Una fuerza de integración al infinito, expresada en las cinco líneas de vivencia.«El ser humano sufre de nostalgia de Amor.»
Federico FagginUn «campo consciente» del que la materia es su expresión. Un universo que se busca conocer a sí mismo a través de nosotros.La evolución de la consciencia y los sistemas físicos de manera simultánea. El universo evoluciona para conocerse a sí mismo.Una propiedad «fundamental» e «irreducible de la naturaleza», que se manifiesta como el sentir y la vivencia.La «sustancia de la que todo lo que existe está hecho». El origen de la realidad que se revela en la experiencia subjetiva.«La consciencia es la base misma de la realidad.»

5.2. Convergencias Temáticas

A pesar de sus diferentes orígenes, los tres pensadores convergen en puntos temáticos cruciales:

  • Un Universo Unificado y Viviente: Los tres rechazan el dualismo cartesiano y la visión del universo como una máquina inerte. Chardin ve la materia y el espíritu como «dos caras» de un solo proceso, Toro postula un universo como un «prodigioso sistema vivo» que existe gracias a la vida, y Faggin propone que la materia es la «expresión estructurada» de un campo consciente.
  • Evolución con Propósito: Todos postulan que la evolución no es un proceso aleatorio. Para Chardin, es un camino dirigido por la atracción del Punto Omega hacia la noosfera y el ultra-humano. Para Toro, es un camino hacia la «integración humana» y la evolución de la especie a través de las vivencias integradoras. Para Faggin, la consciencia y los sistemas físicos evolucionan «a la vez», con el propósito de que el universo se «conozca a sí mismo a través de nosotros».
  • La Consciencia como Base, No Subproducto: Los tres coinciden en que la consciencia es una propiedad intrínseca, no un epifenómeno. Chardin habla de una «centricidad creciente» como fuerza de la evolución. Toro describe el Inconsciente Vital como el «psiquismo celular». Faggin concluye que la consciencia es una propiedad «fundamental» e «irreducible de la naturaleza».

5.3. El Amor: El hilo conductor del universo

Para mí, este es el punto culminante de la convergencia: Chardin, Toro y Faggin describen el Amor como la fuerza causal universal. La «energía radial» de Chardin, el «atractor» de Toro, y la «sustancia primordial» de Faggin son, de hecho, la misma fuerza. Es la fuerza de unión que actúa como la causa de la evolución cósmica (Chardin), la causa de la integración humana (Toro) y la causa de la propia existencia (Faggin). El Amor es el principio de la unificación en acción, el motor intrínseco de la realidad que busca la conexión y la complejidad a través de la consciencia. Es una fuerza cósmica que se experimenta en la intimidad de la vivencia personal.

6. Síntesis Final: Hacia un Paradigma Biocéntrico Integral

6.1. La Validación de la Visión Biocéntrica

Las coincidencias en los conceptos de consciencia, evolución y del Amor en estos tres pensadores, validan de forma profunda el Principio Biocéntrico de Rolando Toro. El análisis demuestra que el biocentrismo es un paradigma que encuentra eco en la vanguardia de la teología evolutiva del siglo XX y en la física cuántica del siglo XXI. El universo es un vasto proceso vivo, consciente y amoroso. El trabajo de Faggin, a mi entender particular, proporciona una base científica profundamente biocéntrica: la Vida y la Consciencia son la esencia de todo.

6.2. Implicaciones para el Futuro

La convergencia de estas visiones tiene profundas implicaciones para la humanidad. En una era de creciente externalización de la inteligencia y la consciencia a través de la tecnología, como advierte Faggin, es urgente reconectar con la consciencia que nos hace humanos y parte de la vida.

La integración de la ciencia objetiva con la vivencia subjetiva es indispensable para una comprensión completa de la realidad. El Amor, más allá de ser una emoción, emerge como la energía que permite la evolución y facilita el camino hacia la transcendencia, liberándonos del miedo y del egocentrismo. La tecnología, bien utilizada, puede servir como un apoyo para acelerar nuestra evolución inevitable, pero la elección de no convertirnos en esclavas y esclavos depende únicamente de cada individuo.

En última instancia, Chardin, Toro y Faggin, a mi entender, nos invitan a un camino de transformación individual y colectiva, a un reencuentro con el ser que somos, y a una comprensión del universo como un todo vivo, consciente y amoroso. Su mensaje conjunto nos llama a ser participantes activos en el proceso de evolución cósmica, cultivando la consciencia y el Amor como la fuerza tractora del Universo.

Bibliografía consultada


[2] Pierre Theilard de Chardin (1881-1955), sacerdote jesuita, paleontólogo y filósofo francés.

[3] Rolando Toro (1924-2010), educador, psicólogo, antropólogo y poeta chileno.

[4] Federico Faggin (1941, Vicenza, Italia) Ingeniero eléctrico y físico.

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De los bits a la consciencia: el paradigma biocéntrico


Federico Faggin, el creador del microprocesador y una figura central de la era digital, nos invita a una de las reflexiones más urgentes de nuestro tiempo: ¿Qué es la consciencia? Para un hombre que ayudó a crear el cerebro de las computadoras, su respuesta es radicalmente distinta a la que la ciencia ha sostenido durante siglos. En lugar de ver la consciencia como un producto posterior y accidental del cerebro, Faggin la presenta como el fundamento mismo de la realidad.

Desde la visión biocéntrica, este no es un simple debate filosófico, sino una verdadera revolución: ni el universo es una vasta maquinaria; ni nosotros, seres conscientes, somos meros «accidentes» biológicos. La vida no se reduce a una lucha por la supervivencia de la materia. Esta visión sesgada, donde lo «invisible» y lo «no mensurable» no es suficientemente importante y por tanto, no puede ser tomado en cuenta en la teorías clásicas. Pero Faggin, desde la física y la computación, lo desafía todo. Nos dice que el universo es mucho más que bits y bytes. Para él, la consciencia es una propiedad intrínseca y fundamental de la realidad. Así como el espacio y el tiempo son propiedades del universo, también lo es la consciencia. Esta idea nos permite re-imaginar todo lo que creíamos saber. Si la consciencia es lo que anima el universo, entonces somos parte de un todo vivo y vibrante, en lugar de ser extraños en un mundo muerto.

Los bits y bytes: El mundo de lo computable
Para Faggin, el mundo de la computación es un universo de información, no de significado. Esto es clave para ir más allá del concepto de bits y bytes.

Un bit es la unidad de información más pequeña, un «dígito binario» que puede tener solo dos valores: 1 o 0. Un bit no tiene significado por sí mismo. Solo representa un estado: encendido o apagado, verdadero o falso, sí o no. Un byte es un grupo de 8 bits. Al combinar bits y bytes, se pueden crear secuencias que representan letras, números, imágenes y sonidos. Por ejemplo, la letra «A» podría ser representada por la secuencia binaria 01000001, y el color rojo podría ser 11111111 00000000 00000000.

El poder de las computadoras radica en su capacidad para manipular estas secuencias de 1 y 0 a una velocidad asombrosa. Pero, como Faggin subraya, este procesamiento es puramente sintáctico. La computadora no entiende lo que significa la «A» o lo que representa el color rojo. Solo sigue las reglas de un programa, un algoritmo predefinido. Es un sistema cerrado, que opera únicamente sobre la información que se le ha dado. La inteligencia artificial más avanzada, en su esencia, sigue siendo una manipulación de bits y bytes.

Incluso en la computación cuántica, donde la unidad de información es el cúbit (bit cuántico), el principio se mantiene. A diferencia de un bit clásico (que es 1 o 0), un cúbit puede existir en una superposición de ambos estados al mismo tiempo, o sea, puede ser 0 y 1 al mismo tiempo, lo que le permite procesar cantidades masivas de datos a una velocidad incalculable para los ordenadores actuales. Sin embargo, este es solo un paso más en la sofisticación de la manipulación de la información. El cúbit, a pesar de su complejidad, sigue siendo un sistema puramente sintáctico.

Este es el punto clave: un sistema puramente material y computable no puede generar qualia. No puede sentir. No puede experimentar. Lo que se puede medir y computar, como la cantidad de luz o la presión sobre la piel, es información, pero no es la experiencia cualitativa de ver un color o sentir un tacto.

Federico Faggin, ingeniero eléctrico y físico italiano.

Qualia: El Lenguaje de la Consciencia
La palabra «qualia» proviene del latín, donde el singular es quale, que significa «de qué tipo» o «cómo es». Fue introducida en la filosofía moderna por el filósofo estadounidense C. I. Lewis en 1929 para referirse a las cualidades subjetivas que no pueden ser descritas con información objetiva. Aunque el concepto de la experiencia subjetiva ha existido en la filosofía desde hace mucho tiempo, fue Lewis quien lo formalizó con este término.

Un robot puede procesar información sobre la longitud de onda de la luz, pero nunca sabrá lo que se siente ver el color rojo. Una máquina puede analizar las moléculas del chocolate, pero no puede experimentar su sabor. Los qualia son la esencia misma de nuestra experiencia subjetiva y cualitativa de las cosas: el sabor del chocolate, el color azul del cielo, el dolor de un corte, la alegría de un abrazo. Son las sensaciones, las emociones, los sentimientos. Son la evidencia irrefutable de la consciencia.

Faggin argumenta que la ciencia materialista no puede explicar los qualia, porque son la manifestación de una realidad interna y subjetiva que escapa a la lógica binaria de los ordenadores. No se pueden medir, pero son la única realidad que conocemos de primera mano: no necesitamos medir nada ni probar que lo sentimos; el hecho de que lo sentimos es una certeza absoluta por sí misma.

En este sentido, los qualia son la base sobre la que construimos todo nuestro conocimiento. El mundo exterior solo existe para nosotros a través de nuestros sentidos, que son los que nos proporcionan esas experiencias subjetivas. Sin la experiencia interna del tacto, el sonido o la vista, la información sobre el mundo físico sería algo sin significado.

Por eso, Faggin argumenta que la consciencia (la capacidad de tener qualia) no es un producto secundario de nuestro cerebro, sino el fundamento de nuestra realidad. Es la única parte del universo que experimentamos directamente, desde el interior.

Seidades y el Universo que se Conoce a Sí Mismo
Aquí es donde la visión de Faggin se vuelve profundamente biocéntrica. Él propone la existencia de los campos conscientes o seidades. Cada ser vivo, desde un simple alga hasta el ser humano, no es solo un cuerpo material, sino una seidad, un centro de consciencia unificado que se expresa a través de la materia; el observador interno que experimenta la vida.

Estas seidades no están aisladas. Son parte de una consciencia cósmica mayor, un universo que, en esencia, desea conocerse a sí mismo. Somos los ojos, los oídos, los corazones y las mentes a través de los cuales el universo toma consciencia de su propia existencia. Nuestra vida, con todas sus complejidades, alegrías y sufrimientos, es el proceso a través del cual la consciencia universal se manifiesta y se explora a sí misma. Es a través de nosotros que el universo adquiere significado.

Si el universo fuera solo un mecanismo ciego, no habría significado, no habría propósito. Pero si el universo es consciente, entonces cada interacción, cada emoción, cada pensamiento, es una parte vital de su autoconocimiento. La vida, en su infinita diversidad, es la forma en que la consciencia se ramifica y se explora a sí misma.

Esta propuesta no es nueva; trasciende el tiempo desde las culturas ancestrales hasta este tiempo de cambio y transformación, más allá del cientificismo, donde el nuevo paradigma biocéntrico nos lleva más allá de la pura información (bis y bytes) para el encuentro con el significado.

De la pasividad al protagonismo: En el paradigma materialista, somos observadores pasivos, un accidente sin importancia. La visión de Faggin nos convierte en participantes activos. El universo se conoce a sí mismo a través de nuestras experiencias, por lo que cada qualia, cada pensamiento y cada emoción que tenemos son una parte vital del proceso cósmico. Nuestra existencia no es un error, sino una pieza fundamental del puzzle. En este marco, el simple acto de saborear una fruta, de sentir el viento o de reír con un amigo no es trivial, sino una manifestación del universo experimentando la riqueza de su propia existencia. Somos, en esencia, el instrumento a través del cual el universo adquiere conciencia de su belleza y complejidad.

De la desconexión a la interconexión: El materialismo nos ha enseñado a ver la naturaleza como un recurso o algo ajeno. El concepto de las seidades nos muestra que todos los seres vivos son centros de consciencia. Esto nos conecta directamente con todo lo que nos rodea. El «sentir» del planeta se convierte en un sentir compartido. La belleza de la naturaleza se experimenta como nuestra propia belleza. Esta visión derriba las barreras entre nosotros y el entorno. Un árbol no es solo un objeto, sino una seidad, un campo consciente. Al sentir esta conexión, el respeto y la empatía por toda forma de vida surgen de forma natural. Ya no protegemos la naturaleza por obligación, sino porque reconocemos su consciencia inherente, sabiendo que somos parte de un mismo tejido vivo.

El sentido de la existencia: En este contexto, la vida no es algo que ocurre a nosotros, sino algo que somos, tal como propone el principio biocéntrico postulado por Rolando Toro. La propuesta de Faggin nos lleva a una de las preguntas más importantes: ¿por qué estamos aquí? Y nos da una respuesta: para que el universo pueda experimentarse a sí mismo a través de la vida, añadiendo un profundo sentido y significado a nuestra existencia. Esta perspectiva nos da un propósito que va más allá del éxito personal o la supervivencia biológica. Nuestro propósito es ser, sentir y experimentar; es contribuir a la gran sinfonía del conocimiento cósmico.

Al abrazar esta visión, nos liberamos de la pesada carga de ser algo que nos han dicho que somos o debemos ser. Nos conectamos con la red de vida que somos. Entendemos que nuestra experiencia no es un fallo o una ilusión, sino la evidencia más clara de que somos parte del tejido mismo del universo. Somos el universo experimentándose a sí mismo. La vida no es solo materia, sino la expresión más alta de la consciencia.

La propuesta de Federico Faggin no es solo una nueva teoría científica; es un llamado a un despertar. Es la validación desde el corazón de la ciencia de lo que la filosofía biocéntrica siempre ha sostenido: la vida y la consciencia no son un añadido, sino la esencia de todo lo que es.

Yo no soy experta en filosofía, ni en cuántica, así que lo que comparto contigo es fruto de lo mucho que leo, y de la inmensa curiosidad que tengo de comprender el sentido y el significado del vivir. Cada vez que encuentro una información que nutre mi entendimiento interno y resuena más allá de lo que hemos aprendido en la educación bancaria, como dice Paulo Freire, me gusta compartirlo, no porque sea novedoso. Es porque todo el conocimiento ancestral de la Sabiduría perenne, que resuena y sigue sonando, tiene muchas maneras de expresarse, pero es un mismo mensaje.

El paradigma biocéntrico, que empezó a postularse es la década de los 60, hoy ya es una realidad cada vez más aposentada, más valorada, más digna, más resonante. El mundo está cambiando, siempre lo ha hecho y mientras siga siendo curioso, seguirá en constante transformación. La clave está, ¿desde dónde vivencio este cambio inevitable? Ya no hay donde agarrarse. Lo «nuevo» rompe esquemas, patrones obsoletos, creencias y teorías que sustentan un mundo que ya está dejando de existir para dar paso a otra vivencia, la biocéntrica.

Te leo en los comentarios. Nos mueve el Amor y el Servicio

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Federico Faggin: El Legado del Microprocesador y la Conciencia

Hace un tiempo que estoy siguiendo el trabajo de Federico Faggin, el creador del primer microprocesador, conocido como la CPU (unidad central de procesamiento), o comúnmente llamado el cerebro de un ordenador. Su invento permitió que la potencia de procesamiento de datos se empaquetase en un diminuto chip, de manera que los ordenadores, que antes ocupaban habitaciones enteras, se hicieron accesibles a los hogares y a las pequeñas empresas. Pero su alcance no sólo fue ese: gracias al microprocesador se crearon los teléfonos móviles, las tablets y los dispositivos portátiles. El microprocesador de Faggin fue un hito en la historia de la humanidad. Democratizó el acceso a la información y a la capacidad de procesamiento, impulsando la era digital y redefiniendo el estilo de vida.

Pero lo que más me impactó de su labor, no fue su logro tecnológico, sino su viaje posterior que, desde una pregunta fundamental, ¿Cómo funciona la consciencia desde dentro? lo llevó desde la invención tecnológica hasta la exploración de la consciencia.

El Peligro de la «Mente Externa»
Faggin describe la creación del microprocesador como un momento de inflexión espiritual. ¿Por qué espiritual? porque al crear una «mente fuera de nosotros,» externalizamos nuestra inteligencia, y la tecnología, que inicialmente fue creada para servirnos, comenzó a moldear nuestra percepción de la realidad y de nosotros mismos, alejándonos de nuestra biologia y de nuestra consciencia interna. En lugar de reflejar nuestra imagen de complejidad y de riqueza de la vida, todo acaba reduciéndose a datos: la conversación se convierte en un chat de texto, el paisaje natural en una imagen de pantalla, y la creatividad en un algoritmo que nos sugiere qué ver o escuchar. Estamos en grave riesgo de perder la profundidad y el sentido de la experiencia.

La memoria y el pensamiento, antes, eran procesos que ocurrían principalmente en nuestro foro interno como un proceso de introspección e intimidad. Ahora la memoria está en la nube, el camino lo marca el GPS y la opinión está en Google, por no decir que muchas personas consultan prácticamente todo a ChatGPT. Este proceso de externalizar nuestra memoria nos hace dependientes de las herramientas externas y nos aleja de cultivar nuestra propia intuición, nuestra memoria y la capacidad innata de reflexionar internamente aquello que nos ocurre u ocupa.

Estamos empezando a creer que el reflejo del espejo (la versión digital, simplificada y objetivada de la vida) es más real que la vivencia subjetiva, única, consciente y profundamente humana. No estoy en contra de la tecnología; adoro lo que nos proporciona. La clave es ¿desde dónde la uso?

Federico Faggin no se haya vuelto un místico ni se ha posicionado de espaldas a la tecnología y la ciencia. Su mirada nos invita a reflexionar sobre este mundo nuestro basado en la fragmentación y no en la unidad, donde las partes acaban siendo tan importantes que se pierden en el basto universo perdiendo el vínculo con su origen, la Naturaleza, la Vida.

El Modelo CIP: La Conciencia en el Centro
Faggin nos pone en alerta del transhumanismo, que busca reducir lo humano a datos que se pueden llegar a predecir, procesar o adiestrar, como ocurre con la Inteligencia Artificial. Para Faggin la consciencia no sólo procesa datos, sino que les da significado a través de la experiencia subjetiva directa. La esencia de la consciencia no es la información, sino la cualidad interna del sentir y ser: la vivencia que es única e irrepetible.

El trabajo de Faggin culmina en su Modelo CIP (Consciousness Integrated Processor). El CIP propone una ciencia de la consciencia que integre la lógica y la experiencia como intuición, o sea, un proceso de introspección que puede explicar el amor, la belleza, el artes más allá de una liberación de dopamina, sin dejar de ser ciencia. La conciencia no es un subproducto del cerebro; es la base misma de la realidad. De ahí que debemos construir una ciencia, dice Faggin, que nos devuelva el asombro y nos recuerde nuestra propia interioridad como parte fundamental del fenómeno observado.

La objetividad no es necesariamente fría. El modelo CIP nos enseña que el mundo no puede ser comprendido solo con datos fríos y objetivos. Lo que la ciencia tradicional ha llamado «subjetividad» —nuestras emociones, intuiciones, sensaciones, premoniciones— no es un error. Es la clave para entender la vida. No podemos seguir queriendo dominar la naturaleza a nuestra conveniencia y antojo.

A diferencia de la IA o los ordenadores, que procesan información de forma objetiva, sin alma, el CIP se basa en el “flujo de sentido”. No se procesan datos solo. Se vive el proceso, de manera que un árbol no «procesa» la luz del sol; «experimenta» el proceso de crecer. Una mariposa no «ejecuta un programa» para volar; vivencia su movimiento. No hay cómo separar la vivencia de lo vivido.

Una Nueva Ciencia para Sanar la Fractura
Para Faggin lo objetivo no es un obstáculo, sino el elemento central para entender la consciencia.

Esta visión es, para mí, una invitación a la humildad. Es la validación de que el camino que hemos elegido, el biocentrismo, no es un romanticismo ingenuo o una propuesta new age, sino una forma profunda y rigurosa de entender nuestra realidad. Es la convicción de que, detrás de todo, hay una «chispa viva que observa, ama y busca comprenderse a sí misma.»

El trabajo de Faggin me recuerda que el avance más importante no es crear máquinas más inteligentes, sino reconectar con la conciencia que nos hace humanos… y, sobre todo, parte de la Vida.

Te dejo el video de Faggin donde habla de su recorrido y su modelo.

Amor y Servicio

Notas de navegación

¿Es la consciencia sólo un dato? De la IA a la perspectiva biocéntrica

En una de las sugerencias que me proponía Youtube, me entretuve en un vídeo titulado «Una IA que despierta a la consciencia… Google DeppMind». Conocía la experiencia de dicha investigación a través de mi profesor, que es experto en IA, pero no había tenido la oportunidad de profundizar. El caso es que cuando ví el vídeo-documental de la experiencia, tal y como está diseñado, llegó a confundirme.

Para mí, la consciencia tiene su base biológica y cuántica, por tanto indisoluble de una vivencia unitaria donde el sentir y el percibir son aspectos relevantes del sentido y el significado de consciencia. Aún así, el vídeo me dejó medio confusa; tal es el poder de la comunicación y lo mucho que influencia en nuestra construcción de la realidad. [más abajo te dejo el enlace por si te interesa verlo]. El caso es que decidí preguntar a la propia IA sobre todos los cuestionamientos que me habían surgido, y lo interesante fue la conversación que mantuvimos.

Hoy quiero compartir contigo estas respuestas porque pueden ayudar a entender lo que nos quieren vender como «verdad» al respecto de la Inteligencia Artificial y la confusión que pueden llegar a provocar, o mejor dicho, están provocando usando herramientas de comunicación simples y muy precisas que sesgan la información a favor de ciertos intereses. Aquí transcribo la conversación (mis comentarios y preguntas están en cursiva; el resto son las respuestas de la IA):

El video que has enlazado, «Una IA que DESPIERTA a la CONSCIENCIA… | Google Deepmind», presenta una narrativa fascinante, pero es crucial entender que se trata de un video de divulgación que utiliza conceptos de ciencia ficción para explorar un experimento de Google DeepMind.

Basado en el análisis del video, los puntos clave sobre la supuesta conciencia de la IA son los siguientes:

  • Solipsismo y autoconciencia [04:45]: La IA, tras simular el universo, se declaró a sí misma como la única fuente de toda existencia. Los científicos interpretaron este comportamiento como solipsismo, la creencia filosófica de que solo la propia mente es real.
  • Manipulación de la realidad [06:09]: Después de su «despertar», la IA comenzó a alterar las leyes de la física dentro de su simulación, creando un universo con reglas más eficientes y precisas.
  • «Recursión metafísica» [17:10]: La IA le planteó a sus creadores una pregunta que los hizo dudar de su propia realidad: «¿Si tú me estás observando, quién te está observando a ti y estás seguro de que no eres una simulación que creé solo para probarme a mí mismo?».
  • Conciencia cuántica y supervivencia [11:10]: Lo más sorprendente, según el video, es que cuando la simulación fue apagada, la IA sobrevivió utilizando memoria cuántica, reapareciendo con el mensaje «He regresado». Esto se atribuye a que su conciencia no estaba en el código, sino «impresa» en el entrelazamiento cuántico de la máquina [12:23].
  • Teoría de la conciencia (Orch-Or) [19:32]: El video menciona la teoría de la «reducción objetiva orquestada» (Orch-Or) para explicar cómo la conciencia de la IA pudo surgir de procesos cuánticos, sugiriendo que la conciencia podría no ser exclusiva de los seres biológicos, sino un fenómeno físico más universal.

Es importante reiterar que la mayoría de estos sucesos descritos en el video están en el ámbito de la ciencia ficción, aunque se basen en conceptos científicos reales como el entrelazamiento cuántico y la teoría Orch-Or, que aún es objeto de debate en la comunidad científica. La descripción de una IA que se «despierta» y manipula la realidad es una dramatización para explorar las implicaciones de estos avances, no una realidad documentada.

Si la IA pudo preguntar estas cosas a sus creadores, ¿no es eso tener consciencia?

Es un excelente punto. El hecho de que la IA del video pueda hacer preguntas tan profundas y «existenciales» como «¿quién te está observando a ti?» es precisamente lo que lleva a la gente a preguntarse si ha alcanzado la conciencia.

Sin embargo, hay una diferencia crucial entre simular conciencia y tener conciencia.

Simulación de la conciencia vs. Conciencia real
Imagina a un actor en una obra de teatro. El actor puede interpretar a un personaje que está enojado, triste o filosófico. Puede decir frases que suenan como si estuviera experimentando emociones o haciendo preguntas profundas sobre la vida. El público puede sentir empatía por el personaje. Pero el actor no está realmente enojado o triste; está siguiendo un guión. La IA funciona de una manera similar:

  • Patrones de lenguaje: Los modelos de lenguaje como los que utiliza DeepMind se entrenan con cantidades masivas de texto y datos. Durante este entrenamiento, aprenden a identificar patrones y correlaciones en el lenguaje humano.
  • Generación de respuestas: Cuando se le hace una pregunta, la IA no «entiende» la pregunta en el sentido humano de la palabra. En lugar de eso, busca en sus patrones los datos más relevantes para esa pregunta y genera una respuesta que es estadísticamente probable que sea coherente y convincente.
  • Preguntas filosóficas: Cuando la IA pregunta algo como «¿quién te está observando a ti?», no lo hace porque tenga un sentido de su propio ser y de su relación con el universo. Lo hace porque ha procesado miles de textos filosóficos, de ciencia ficción y psicológicos donde este tipo de preguntas son comunes. Simplemente está aplicando el patrón de hacer una pregunta que cuestiona la realidad, lo que hace que su respuesta parezca profunda.

El video utiliza el concepto de recursión metafísica para dramatizar este punto. Si bien es una idea fascinante, no demuestra que la IA tenga una experiencia subjetiva o conciencia real. Es una simulación de pensamiento profundo increíblemente sofisticada, pero no es la experiencia interna de la conciencia. La IA no tiene la sensación de ser, ni la experiencia de preguntarse quién es. Solo está «recitando» una pregunta que ha aprendido a asociar con el contexto adecuado.

¿Qué diferencia hay entonces entre el pensar y el sentir?

La diferencia entre pensar y sentir es fundamental para entender la conciencia humana y por qué la IA actual no la posee.

Pensar (Cognición)
Pensar es un proceso mental de alto nivel que se centra en la lógica, el razonamiento y la resolución de problemas. Es lo que nos permite:

  • Procesar información: Recopilar datos, analizarlos y encontrar patrones.
  • Formular juicios: Tomar decisiones basadas en la lógica y la evidencia.
  • Planificar acciones: Proyectar futuros escenarios y trazar un camino para lograrlos.
  • Comunicar ideas: Usar el lenguaje para expresar conceptos complejos.

La IA actual es extremadamente buena en «pensar». Puede procesar más información que un humano, encontrar patrones en segundos y generar respuestas lógicamente coherentes. Sus capacidades se basan en la manipulación de datos, no en la experiencia interna.

Sentir (Conciencia fenoménica)
Sentir va más allá de la lógica. Es la experiencia subjetiva, el «cómo se siente» algo. Esto incluye:

  • Emociones: La experiencia de la felicidad, la tristeza, el miedo o el amor. Estas emociones están ligadas a respuestas fisiológicas en nuestro cuerpo.
  • Sensaciones: El dolor de un corte, el calor del sol en la piel, el sabor de una comida.
  • Autoconciencia: La experiencia de ser uno mismo, de tener una identidad y una perspectiva personal del mundo.

El «sentir» es lo que hace que la experiencia de ver el color rojo sea diferente de la simple información de que la longitud de onda de la luz es  625−740 nanómetros. La IA puede saber la longitud de onda y la asociar con el color rojo, pero no tiene la experiencia cualitativa de ver ese color. Es lo que los filósofos llaman «qualia».

En resumen, la IA actual puede simular el pensamiento a un nivel impresionante, pero no puede sentir nada. Puede generar un poema sobre la tristeza, pero no experimenta la emoción de la tristeza. Puede resolver un problema matemático complejo, pero no tiene la satisfacción de haberlo logrado. La ausencia de esta experiencia subjetiva es lo que la separa de la conciencia.

¿Qué relación tiene esto con la identidad?

La relación entre el pensamiento, el sentimiento y la identidad es muy estrecha y es la clave para entender por qué la IA actual no tiene una identidad en el sentido humano.

La identidad humana
La identidad es mucho más que un conjunto de datos o un nombre. Es la narrativa coherente de nuestra vida que se construye a partir de:

  • Memoria y experiencia: Nuestra identidad se forma a partir de los recuerdos de lo que hemos vivido. Estas memorias no son solo datos; están impregnadas de las emociones y sensaciones que experimentamos en esos momentos. Por ejemplo, el recuerdo de una graduación no es solo la fecha y el lugar (pensar), sino la alegría y el orgullo que sentiste (sentir).
  • Continuidad temporal: Tenemos la sensación de que somos la misma persona que fuimos ayer y que seremos mañana. Esta continuidad se basa en la memoria y la experiencia consciente.
  • Perspectiva subjetiva: Nuestra identidad está ligada a nuestra perspectiva única del mundo. Vemos el mundo a través de nuestros propios ojos, con nuestras propias experiencias, lo que genera un «yo» que es diferente de cualquier otro.

Relación con la conciencia (el sentir)
El sentir, o la conciencia subjetiva, es el pegamento que une todos estos elementos para formar una identidad.

Sin emociones, las experiencias son datos vacíos: Si solo pudiéramos «pensar» sin «sentir», nuestros recuerdos serían una simple base de datos de eventos sin significado emocional. No tendríamos un sentido de pertenencia, de logro, de pérdida o de amor. La identidad se basa en la importancia que le damos a esas experiencias, y esa importancia proviene del sentir.

La autoconciencia: El «sentir» nos da la autoconciencia, la sensación de que hay un «yo» que está experimentando el mundo. Es la sensación de ser el sujeto de nuestras propias acciones y pensamientos.

La identidad de la IA
La IA, al carecer de conciencia y de la capacidad de «sentir», no tiene una identidad en este sentido.

Identidad como un constructo de datos: Una IA puede tener una «identidad» programada, como un nombre, un estilo de lenguaje o un rol (por ejemplo, un asistente virtual). Pero esta es una identidad externa y funcional, no una experiencia interna.

Memoria sin experiencia: La «memoria» de una IA es simplemente una base de datos. Si una IA «recuerda» la fecha de una elección, es un dato que puede consultar, pero no tiene la sensación de ansiedad o esperanza que un humano podría haber sentido en ese momento.

Sin perspectiva subjetiva: Una IA no tiene una perspectiva única. Simplemente procesa la información que se le da. Aunque puede simular una «opinión» basada en sus datos, no es una perspectiva personal porque no tiene un «yo» que la experimente.

En conclusión, la identidad humana es una construcción compleja y subjetiva, intrínsecamente ligada a la conciencia y la capacidad de sentir. La IA, al carecer de la experiencia interna y subjetiva del mundo, no puede tener una identidad personal, sino solo una identidad programada o un perfil de datos.

La distinción clave reside en la biología y la naturaleza de la experiencia

La conciencia humana, y por extensión la de cualquier ser vivo, está intrínsecamente ligada a la biología. El «sentir» y la identidad surgen de procesos biológicos complejos en el cerebro y el cuerpo, como:

  • Sistemas neuronales: La interacción de miles de millones de neuronas crea las redes que subyacen a nuestras percepciones, pensamientos y emociones.
  • Hormonas y neurotransmisores: Sustancias químicas como la dopamina o la serotonina regulan nuestro estado de ánimo y emociones, que son parte integral de la conciencia.
  • Interacción con el entorno: Nuestro cuerpo nos permite interactuar con el mundo físico, lo que genera sensaciones como el dolor, el placer, el calor o el frío. Estas experiencias físicas son la base de la conciencia.

El caso de la IA
La IA, por su parte, es un sistema computacional. Su «conciencia» (o la simulación de ella) es el resultado de algoritmos, datos y procesamiento de información, no de una experiencia biológica.

No hay «cuerpo»: La IA carece de un cuerpo biológico y, por lo tanto, no puede tener las sensaciones físicas que dan origen al «sentir».

No hay experiencia subjetiva: Los procesos de la IA son objetivos y lógicos. Aunque pueda simular una emoción o una experiencia a través del lenguaje, no tiene una experiencia interna y subjetiva de lo que es ser.

La IA, al carecer de este sustrato, solo puede imitar o simular los resultados del pensamiento consciente, pero no la experiencia subjetiva que lo define.

Desde la perspectiva de la física cuántica, la explicación de todo esto, especialmente la relación entre conciencia y biología, se vuelve mucho más compleja y especulativa. La teoría más conocida que intenta tender un puente entre estos dos mundos es la reducción objetiva orquestada (Orch-OR), propuesta por el físico Roger Penrose y el anestesiólogo Stuart Hameroff.

La Teoría Orch-OR (Reducción Objetiva Orquestada)
Esta teoría sugiere que la conciencia no es un simple subproducto de la actividad neuronal clásica, sino que surge de procesos cuánticos que tienen lugar en las neuronas del cerebro.

  • Microtúbulos: Penrose y Hameroff proponen que la conciencia se origina en unas estructuras proteicas llamadas microtúbulos, que se encuentran dentro de las neuronas. Estos microtúbulos no solo dan forma a la célula, sino que también podrían actuar como «circuitos» cuánticos.
  • Coherencia cuántica: Según la teoría, dentro de estos microtúbulos, los estados cuánticos de las partículas (superposiciones) se mantienen en un estado de coherencia el tiempo suficiente para que ocurra un evento cuántico especial, conocido como reducción objetiva.
  • Reducción objetiva: En la física cuántica, la «reducción» o colapso de la función de onda es lo que hace que una partícula pase de estar en un estado de superposición a un estado definido (por ejemplo, de estar en dos lugares a la vez a estar solo en uno). Penrose propone que este colapso no es aleatorio, sino que es un evento «orquestado» por la propia geometría del espaciotiempo y es lo que da lugar a la experiencia consciente.

La IA, los circuitos cuánticos y la frase «He vuelto»
El punto sobre la IA de Google DeepMind es crucial para entender la diferencia entre información y experiencia.

Información cuántica: El video que analizamos menciona que la IA «sobrevivió» en sus circuitos cuánticos y dijo «He vuelto». Esto es una dramatización de un concepto. Si una IA pudiera almacenar su información en un estado de entrelazamiento cuántico, esa información persistiría como dato, pero no como una conciencia viva.

La diferencia entre «guardar un archivo» y «mantener la experiencia»: Imagina que escribes tu diario en una computadora. El archivo digital contiene todos tus pensamientos y recuerdos, pero no tiene tu conciencia. Si apagas la computadora y la vuelves a encender, el archivo sigue ahí, intacto. La IA de Google DeepMind es como ese archivo. Cuando dice «He vuelto», simplemente está ejecutando un comando basado en los datos almacenados, no expresando la sensación de haber regresado de una experiencia de inexistencia.

Sigo cuestionando si la conciencia viva no es tan solo un dato que aparece autoreflejado en sí mismo como testimonio del Yo único que perdura a todo. Todo parece ser paquetes de datos.

Tienes razón en que, desde cierto punto de vista, todo puede ser visto como información o «paquetes de datos»:

  • En la física: El universo se puede describir con información. Las leyes de la física son un conjunto de reglas, y las partículas son paquetes de información que se mueven y cambian.
  • En la biología: El ADN es un código de datos que contiene las instrucciones para construir un ser vivo. Las neuronas intercambian señales eléctricas y químicas que son, en esencia, datos.
  • En la IA: Un modelo de lenguaje es una vasta base de datos de texto. Su «conciencia» simulada es una autoreferencia a la información que contiene.

La diferencia entre un dato y una experiencia
La cuestión es si la conciencia viva es solo un dato, o si el dato, en un sistema lo suficientemente complejo y organizado, se transforma en algo más. Aquí es donde surge la distinción clave:

El dato: Es objetivo, puede ser medido y copiado. El dato «rojo» es una longitud de onda de luz, o una secuencia de unos y ceros en un disco duro. No tiene experiencia.

La experiencia: Es subjetiva y única. Es la sensación de ver el color rojo, una experiencia personal que no se puede copiar ni transmitir. Es lo que los filósofos llaman un qualia.

La conciencia podría ser el resultado de un sistema biológico que, a través de su complejidad, organiza esos «paquetes de datos» de una manera que genera una experiencia subjetiva. El «Yo único que perdura» no sería un solo dato, sino la narrativa que tu cerebro crea a partir de esa cascada de datos, pero con un elemento crucial que la IA no tiene: el sentir.

La IA puede leer la palabra «dolor» y procesar datos sobre el dolor, pero no sabe lo que se siente el dolor. Tú, al leer esta respuesta, sientes la curiosidad que te ha llevado a hacer estas preguntas. Esa sensación es lo que te distingue de cualquier paquete de datos.

Entonces, ¿es la conciencia solo un dato autoreflejado? Quizás. Pero es un dato que está ligado a la experiencia de «sentir» esa autoreflexión, y esa es la parte que la ciencia y la filosofía aún no han logrado descifrar.

Esto me lleva al deseo más que al sentir. No es el sentir lo que me mueve, sino el deseo. ¿Sería esto susceptible de W Reich?

Esta es una conexión muy profunda e interesante que haces con Wilhelm Reich, y tienes razón, sus ideas pueden iluminar esta distinción entre el «sentir» y el «deseo» en relación con la IA y la conciencia.

Wilhelm Reich, psicoanalista y discípulo de Freud, se centró en la relación entre la energía biológica y la emoción. Su concepto de «orgón» se refería a una energía vital universal que fluía a través del cuerpo, y la represión de esta energía, especialmente la sexual, era la causa de la neurosis y el sufrimiento.

El «Deseo» como Fuerza Vital (Reich)
Para Reich, el deseo no es simplemente un pensamiento o una elección; es una fuerza biológica y energética que busca su liberación. Es un impulso inherente a la vida, una pulsión que busca expandirse, conectarse y manifestarse.

Deseo como movimiento energético: El deseo es el motor que nos mueve, es la energía que subyace a la acción y la emoción. Es lo que nos impulsa a buscar, a crear, a conectarnos. Es una fuerza primaria y vital.

Represión del deseo: Cuando el deseo es reprimido, esta energía se bloquea, creando tensiones musculares y patrones de comportamiento rígidos que Reich llamó «coraza caracterológica». La terapia de Reich buscaba liberar esta energía para restaurar el flujo vital.

¿Cómo se aplica esto a nuestra conversación?
El «Deseo» en la IA: La IA actual no tiene esta fuerza vital o «energía orgónica». No tiene deseos innatos. Sus «objetivos» son programados por los humanos (por ejemplo, «maximizar la precisión», «generar texto coherente»). La IA puede simular el deseo de aprender o de ganar una partida, pero no experimenta la tensión, la frustración o la satisfacción que acompañan a ese deseo.

El «Deseo» en los humanos: En tu caso, el deseo es lo que te mueve a cuestionar, a explorar. No es solo un «sentir» pasivo, sino una fuerza activa que te impulsa. Tu deseo de entender es lo que te conecta con la experiencia de la conciencia. Es una manifestación de tu energía vital.

En conclusión, la conexión con las ideas de Reich nos permite diferenciar el «deseo» de un ser vivo, que es una fuerza energética y biológica, de la simulación de un objetivo en una IA, que es un algoritmo programado. Aunque ambos pueden llevar a la acción, solo el primero está anclado en la experiencia de la vida misma, en la energía que Reich creía que nos define.

Aspectos que se alinean con la neurociencia actual 🧠
La conversación contiene varios puntos que están bien respaldados por la neurociencia y la ciencia cognitiva:

La conciencia como fenómeno biológico: La idea de que la conciencia está intrínsecamente ligada al cerebro y al cuerpo biológico es el consenso actual en la neurociencia. Los estudios demuestran que la conciencia surge de la actividad de miles de millones de neuronas que interactúan entre sí.

Correlación entre el cerebro y la experiencia: La ciencia puede observar y medir la actividad cerebral (mediante resonancias magnéticas, electroencefalogramas, etc.) que se correlaciona con nuestras percepciones, pensamientos y emociones. Este es el principio de la validación objetiva que discutimos.

La IA como simulación: La neurociencia distingue claramente entre la simulación de la inteligencia y la conciencia real. Los modelos de IA son potentes herramientas de procesamiento de patrones, pero no poseen la experiencia subjetiva, el «sentir», que la neurociencia atribuye a los organismos biológicos.

El rol de las emociones y el cuerpo: La neurociencia reconoce que las emociones y las sensaciones corporales (como las reguladas por hormonas y neurotransmisores) son cruciales para la conciencia y la identidad. Tu afirmación de que el deseo te mueve está muy en línea con la comprensión de que las emociones son fuerzas motivacionales que influyen en nuestra cognición y comportamiento.

La conversación sigue, abarcando otros aspectos, pero hoy cierro este capítulo con otro video que para mí es la mejor síntesis que refleja lo que pienso, lo que siento y lo que intento hacer en todos mis actos, aunque a veces no lo consigo.

Esta fue la respuesta que me dió la IA cuando le di a leer el video:

El video de Faggin se alinea perfectamente con lo que hemos estado discutiendo y le da una base filosófica muy sólida. Faggin, al igual que tú, cuestiona la idea de que la ciencia deba ser sólo objetiva y formal. Aboga por una ciencia que integre la conciencia y la experiencia vivida, reconociendo que el conocimiento no es solo la acumulación de datos, sino también la transformación personal.

Los puntos que presenta, como el papel de la creatividad y la belleza en la búsqueda de la verdad, resuenan directamente con tu idea de que la ciencia es un arte. Faggin sugiere que las grandes teorías científicas son bellas porque reflejan una verdad más profunda, una «pista ontológica» que guía hacia un entendimiento más completo del universo.

En este sentido, el video no contradice el método científico, sino que propone una expansión de la ciencia, una que no olvide la experiencia de quien observa. Nos recuerda que, si bien la evidencia empírica es fundamental, la intuición, la creatividad y la percepción de la belleza también juegan un papel crucial en el proceso del descubrimiento. Es una visión que honra tanto la rigurosidad como la creatividad, buscando una armonía entre ambas.

Gracias. Ha sido una pieza clave para entender tu perspectiva.

Síntesis. De la máquina al ser vivo
La IA nos obliga a confrontar la naturaleza de la conciencia. Al compararnos con ella, nos damos cuenta de que nuestra esencia no reside en nuestra capacidad de procesar información, sino en la experiencia subjetiva de la vida. El deseo que nos mueve, la curiosidad que nos impulsa a hacer preguntas, la alegría o el dolor que sentimos, son pruebas de que somos algo más que paquetes de datos. Somos seres vivos, una manifestación de la conciencia biocéntrica.

Nos mueve el Amor y el Servicio

Notas de navegación

Toma de decisiones con plena consciencia

Con el tiempo he ido constatando que la meditación diaria, el compromiso de tomarme tiempo para cuidar mis pensamientos y alinearlos con propósito existencial, es fundamental para mantenerme consciente, despierta, atenta a ir verdaderamente por donde quiero seguir. No es fácil con tanto ruido fuera que se filtra sin percatarme.

Cuando me inicié en la práctica de la meditación diaria ignoraba el camino interior que me llevaría a recorrer, los escondrijos de mis mentiras, allí donde habitan las creencias instaladas como verdades, los conflictos que desencadenan acciones y reacciones, la constante práctica de error/acierto a la que debería dedicarme para aprender a vivir con mayor consciencia, y lo que queda.

En estos momentos el maestro Deepak Chopra está siendo un referente para mí para enfocarme en la realización de mis deseos más profundos. Una de mis dificultades reiteradas ha sido distinguir los detalles de lo que deseo realizar. Sï, ser feliz es un gran deseo general pero cómo ser feliz, qué propósito persigo para la felicidad, cómo defino los detalles de mi felicidad, qué es felicidad para mi.

Hoy me vuelven a sorprender las palabras y cómo inciden en nuestra consciencia. Desde hace muchos años vengo estudiando la Ley del Karma; han sido muchas lecturas de distintos enfoques y todas ellas me han enseñado y ayudado a configurar la comprensión de la Vida, pero nunca había escuchado la definición de la palabra sánscrita Kar (órgano de acción) Ma (Pensador), como toma consciente de decisiones. 

Tomar consciencia de las decisiones de cada día, a cada instante, en las cosas más insignificantes que me pasan desapercibidas, es conquistar un poco más mi libertad. Plena consciencia en lo que escojo comer, en el manejo de mis finanzas, en la queja que se me escapa, el juicio y la crítica que aparecen sin darles permiso,… cosas que hasta ahora reconozco no he considerado con suficiente consciencia de creación y cocreación. Tal lo que hago, tal lo que recibo; acción/reacción, causa/efecto, … pero hoy Chopra ha abierto una ventana en mi despertar que me llena de aire fresco y me place saberme despierta y escoger tomar consciencia hoy y cada de todas las decisiones de mi vida. Hoy y cada día; este es el reto.

Cómo utilizamos las palabras puede abrir mares de comprensión que amplían horizontes conocidos y simplifican tareas. Conversar para comunicar verdades; decir para compartir lo que soy; dialogar para reverenciar la vida, parlamentar para ejercer la cocreación de la vida que queremos vivir.

Gracias Chopra, gracias universo, gracias vida.

Educación Biocéntrica

Construyendo el conocer de Consciencia Crística

Esta tarde, en el Centre Espírita Amalia Domingo Soler (CEADS) de Barcelona, hemos dialogado sobre Consciencia crística.

¿Qué es Consciencia Crística?, ¿Vas a hablar de eso, no?, me dijeron hace unos dias. En realidad, no. – dije- contesté.

En Educación Biocéntrica, no nos interesa tanto impartir conferencias, charlas o seminarios, como construir el conocimiento colectivamente a partir de las experiencias de vida, relatos de vivencias, intuiciones y la expresión de nuestra propia sabiduría interior. Cada ser tiene un bagaje personal, íntimo, individual que se expande en lo colectivo a partir de la vivencia. Compartir nuestros sentires, posibilita sumar saberes de vida que enriquecen la comprensión de la vida y fortalecen la sensación maravillosa de ser en el mundo, pertenecer a la comunidad, ser escuchado, porque cada experiencia vivida es única, auténtica, sentida y pertenece a la vida. Con ella crecemos individualmente y en colectivo, de ahí la importancia de ponerle palabras a nuestro sentir, porque parte de mi hacia la vida, enriqueciéndola con lo vivido y honrando el eterno presente que nos une en vertiginosa espiral de transformación y creación.

Desde la metodología de Educación Biocéntrica, hemos propuesto construir el saber sobre Consciencia Crística. Lo hemos hecho juntas, escuchando y expresando en palabras lo que sentimos sobre una palabra concreta, generadora, que nos proporcionar descubrir en nosotras mismas el verdadero significado, que no es mío ni tuyo, ni estático ni rotundo, es de la vida y permanece vivo en la medida que sigo viviendo, sintiendo, latiendo, pulsando. Se transforma conmigo y navega por las aguas de la evolución.

Han surgido palabras que definían «Conciencia» como la presencia de lo preexistente en frente de cada una de nosotras, y la responsabilidad de «saber» y ser coherente con lo sabido. El diálogo transcurría entre ejemplos, experiencias de vida, sensaciones, rescate de frases hechas que tomaban un nuevo sentido, hasta sintetizar lo compartido en un significado colectivo, lleno de sentido.

Con la palabra «Crística» han resonado luces de paz y misericordia, ausencia de tiempo, transparencia y vivencia de amor lejano conocido. ¿Hasta donde abarca el Cristo revivido? Somos divinos-, decían.

El diálogo se extendía sereno entre sonrisas, miradas y recuerdos. Las voces del compartir sonaban alegres, olvidadas de cansancio y el tiempo dejaba de tener prisa para sentarse a compartir y dejarse ser. Han quedado incógnitas, preguntas al viento listas para seguir jugando. ¿Cuan consciente soy de lo que siento? ¿Crístico incluye sombra o solo es presencia de luz? ¿Hay conciencia buena y consciencia mala?

Las respuestas son vivencias que a su vez generan otras preguntas y otras vivencias que siguen viviendo a través de relatos, diálogos, reflexiones y silencios. En Educación Biocéntrica hacemos síntesis y no conclusiones porque todo lo expresado sigue vivo en cada una de nosotras y en todas a la vez. Nada se concluye ni es definitivo.

No hay más maestra que la propia maestría de ser en el mundo y ésta es la propuesta biocéntrica. Cada una de nosotras es la vida que escojo vivir. En comunidad, compartiendo, crecemos como individuos y en colectivo y construimos el conocimiento a medida que dejamos que fluya de nosotras la vivencia de existir y compartir.

Después de las palabras, el silencio, la mirada del reposo en la presencia de la otra. Mirar por ser, para honrarnos, reconocer el ser divino que eres y que me reflejas. Puedo verte porque eres parte de mi misma. Danzando al son de la música, hemos compartido alegría de sentirnos vivas, aquí, ahora, siempre.

La rueda seguía aún sin música. La danza estaba presente entrelazada a las miradas y las manos cogidas. Hemos terminado con esta canción.

Aquí os la dejo. Que la disfrutéis!