Federico Faggin, el creador del microprocesador y una figura central de la era digital, nos invita a una de las reflexiones más urgentes de nuestro tiempo: ¿Qué es la consciencia? Para un hombre que ayudó a crear el cerebro de las computadoras, su respuesta es radicalmente distinta a la que la ciencia ha sostenido durante siglos. En lugar de ver la consciencia como un producto posterior y accidental del cerebro, Faggin la presenta como el fundamento mismo de la realidad.
Desde la visión biocéntrica, este no es un simple debate filosófico, sino una verdadera revolución: ni el universo es una vasta maquinaria; ni nosotros, seres conscientes, somos meros «accidentes» biológicos. La vida no se reduce a una lucha por la supervivencia de la materia. Esta visión sesgada, donde lo «invisible» y lo «no mensurable» no es suficientemente importante y por tanto, no puede ser tomado en cuenta en la teorías clásicas. Pero Faggin, desde la física y la computación, lo desafía todo. Nos dice que el universo es mucho más que bits y bytes. Para él, la consciencia es una propiedad intrínseca y fundamental de la realidad. Así como el espacio y el tiempo son propiedades del universo, también lo es la consciencia. Esta idea nos permite re-imaginar todo lo que creíamos saber. Si la consciencia es lo que anima el universo, entonces somos parte de un todo vivo y vibrante, en lugar de ser extraños en un mundo muerto.
Los bits y bytes: El mundo de lo computable Para Faggin, el mundo de la computación es un universo de información, no de significado. Esto es clave para ir más allá del concepto de bits y bytes.
Un bit es la unidad de información más pequeña, un «dígito binario» que puede tener solo dos valores: 1 o 0. Un bit no tiene significado por sí mismo. Solo representa un estado: encendido o apagado, verdadero o falso, sí o no. Un byte es un grupo de 8 bits. Al combinar bits y bytes, se pueden crear secuencias que representan letras, números, imágenes y sonidos. Por ejemplo, la letra «A» podría ser representada por la secuencia binaria 01000001, y el color rojo podría ser 11111111 00000000 00000000.
El poder de las computadoras radica en su capacidad para manipular estas secuencias de 1 y 0 a una velocidad asombrosa. Pero, como Faggin subraya, este procesamiento es puramente sintáctico. La computadora no entiende lo que significa la «A» o lo que representa el color rojo. Solo sigue las reglas de un programa, un algoritmo predefinido. Es un sistema cerrado, que opera únicamente sobre la información que se le ha dado. La inteligencia artificial más avanzada, en su esencia, sigue siendo una manipulación de bits y bytes.
Incluso en la computación cuántica, donde la unidad de información es el cúbit (bit cuántico), el principio se mantiene. A diferencia de un bit clásico (que es 1 o 0), un cúbit puede existir en una superposición de ambos estados al mismo tiempo, o sea, puede ser 0 y 1 al mismo tiempo, lo que le permite procesar cantidades masivas de datos a una velocidad incalculable para los ordenadores actuales. Sin embargo, este es solo un paso más en la sofisticación de la manipulación de la información. El cúbit, a pesar de su complejidad, sigue siendo un sistema puramente sintáctico.
Este es el punto clave: un sistema puramente material y computable no puede generar qualia. No puede sentir. No puede experimentar. Lo que se puede medir y computar, como la cantidad de luz o la presión sobre la piel, es información, pero no es la experiencia cualitativa de ver un color o sentir un tacto.
Qualia: El Lenguaje de la Consciencia La palabra «qualia» proviene del latín, donde el singular es quale, que significa «de qué tipo» o «cómo es». Fue introducida en la filosofía moderna por el filósofo estadounidense C. I. Lewis en 1929 para referirse a las cualidades subjetivas que no pueden ser descritas con información objetiva. Aunque el concepto de la experiencia subjetiva ha existido en la filosofía desde hace mucho tiempo, fue Lewis quien lo formalizó con este término.
Un robot puede procesar información sobre la longitud de onda de la luz, pero nunca sabrá lo que se siente ver el color rojo. Una máquina puede analizar las moléculas del chocolate, pero no puede experimentar su sabor. Los qualia son la esencia misma de nuestra experiencia subjetiva y cualitativa de las cosas: el sabor del chocolate, el color azul del cielo, el dolor de un corte, la alegría de un abrazo. Son las sensaciones, las emociones, los sentimientos. Son la evidencia irrefutable de la consciencia.
Faggin argumenta que la ciencia materialista no puede explicar los qualia, porque son la manifestación de una realidad interna y subjetiva que escapa a la lógica binaria de los ordenadores. No se pueden medir, pero son la única realidad que conocemos de primera mano: no necesitamos medir nada ni probar que lo sentimos; el hecho de que lo sentimos es una certeza absoluta por sí misma.
En este sentido, los qualia son la base sobre la que construimos todo nuestro conocimiento. El mundo exterior solo existe para nosotros a través de nuestros sentidos, que son los que nos proporcionan esas experiencias subjetivas. Sin la experiencia interna del tacto, el sonido o la vista, la información sobre el mundo físico sería algo sin significado.
Por eso, Faggin argumenta que la consciencia (la capacidad de tener qualia) no es un producto secundario de nuestro cerebro, sino el fundamento de nuestra realidad. Es la única parte del universo que experimentamos directamente, desde el interior.
Seidades y el Universo que se Conoce a Sí Mismo Aquí es donde la visión de Faggin se vuelve profundamente biocéntrica. Él propone la existencia de los campos conscientes o seidades. Cada ser vivo, desde un simple alga hasta el ser humano, no es solo un cuerpo material, sino una seidad, un centro de consciencia unificado que se expresa a través de la materia; el observador interno que experimenta la vida.
Estas seidades no están aisladas. Son parte de una consciencia cósmica mayor, un universo que, en esencia, desea conocerse a sí mismo. Somos los ojos, los oídos, los corazones y las mentes a través de los cuales el universo toma consciencia de su propia existencia. Nuestra vida, con todas sus complejidades, alegrías y sufrimientos, es el proceso a través del cual la consciencia universal se manifiesta y se explora a sí misma. Es a través de nosotros que el universo adquiere significado.
Si el universo fuera solo un mecanismo ciego, no habría significado, no habría propósito. Pero si el universo es consciente, entonces cada interacción, cada emoción, cada pensamiento, es una parte vital de su autoconocimiento. La vida, en su infinita diversidad, es la forma en que la consciencia se ramifica y se explora a sí misma.
Esta propuesta no es nueva; trasciende el tiempo desde las culturas ancestrales hasta este tiempo de cambio y transformación, más allá del cientificismo, donde el nuevo paradigma biocéntrico nos lleva más allá de la pura información (bis y bytes) para el encuentro con el significado.
De la pasividad al protagonismo: En el paradigma materialista, somos observadores pasivos, un accidente sin importancia. La visión de Faggin nos convierte en participantes activos. El universo se conoce a sí mismo a través de nuestras experiencias, por lo que cada qualia, cada pensamiento y cada emoción que tenemos son una parte vital del proceso cósmico. Nuestra existencia no es un error, sino una pieza fundamental del puzzle. En este marco, el simple acto de saborear una fruta, de sentir el viento o de reír con un amigo no es trivial, sino una manifestación del universo experimentando la riqueza de su propia existencia. Somos, en esencia, el instrumento a través del cual el universo adquiere conciencia de su belleza y complejidad.
De la desconexión a la interconexión: El materialismo nos ha enseñado a ver la naturaleza como un recurso o algo ajeno. El concepto de las seidades nos muestra que todos los seres vivos son centros de consciencia. Esto nos conecta directamente con todo lo que nos rodea. El «sentir» del planeta se convierte en un sentir compartido. La belleza de la naturaleza se experimenta como nuestra propia belleza. Esta visión derriba las barreras entre nosotros y el entorno. Un árbol no es solo un objeto, sino una seidad, un campo consciente. Al sentir esta conexión, el respeto y la empatía por toda forma de vida surgen de forma natural. Ya no protegemos la naturaleza por obligación, sino porque reconocemos su consciencia inherente, sabiendo que somos parte de un mismo tejido vivo.
El sentido de la existencia: En este contexto, la vida no es algo que ocurre a nosotros, sino algo que somos, tal como propone el principio biocéntrico postulado por Rolando Toro. La propuesta de Faggin nos lleva a una de las preguntas más importantes: ¿por qué estamos aquí? Y nos da una respuesta: para que el universo pueda experimentarse a sí mismo a través de la vida, añadiendo un profundo sentido y significado a nuestra existencia. Esta perspectiva nos da un propósito que va más allá del éxito personal o la supervivencia biológica. Nuestro propósito es ser, sentir y experimentar; es contribuir a la gran sinfonía del conocimiento cósmico.
Al abrazar esta visión, nos liberamos de la pesada carga de ser algo que nos han dicho que somos o debemos ser. Nos conectamos con la red de vida que somos. Entendemos que nuestra experiencia no es un fallo o una ilusión, sino la evidencia más clara de que somos parte del tejido mismo del universo. Somos el universo experimentándose a sí mismo. La vida no es solo materia, sino la expresión más alta de la consciencia.
La propuesta de Federico Faggin no es solo una nueva teoría científica; es un llamado a un despertar. Es la validación desde el corazón de la ciencia de lo que la filosofía biocéntrica siempre ha sostenido: la vida y la consciencia no son un añadido, sino la esencia de todo lo que es.
Yo no soy experta en filosofía, ni en cuántica, así que lo que comparto contigo es fruto de lo mucho que leo, y de la inmensa curiosidad que tengo de comprender el sentido y el significado del vivir. Cada vez que encuentro una información que nutre mi entendimiento interno y resuena más allá de lo que hemos aprendido en la educación bancaria, como dice Paulo Freire, me gusta compartirlo, no porque sea novedoso. Es porque todo el conocimiento ancestral de la Sabiduría perenne, que resuena y sigue sonando, tiene muchas maneras de expresarse, pero es un mismo mensaje.
El paradigma biocéntrico, que empezó a postularse es la década de los 60, hoy ya es una realidad cada vez más aposentada, más valorada, más digna, más resonante. El mundo está cambiando, siempre lo ha hecho y mientras siga siendo curioso, seguirá en constante transformación. La clave está, ¿desde dónde vivencio este cambio inevitable? Ya no hay donde agarrarse. Lo «nuevo» rompe esquemas, patrones obsoletos, creencias y teorías que sustentan un mundo que ya está dejando de existir para dar paso a otra vivencia, la biocéntrica.
Te leo en los comentarios. Nos mueve el Amor y el Servicio
Hace un tiempo que estoy siguiendo el trabajo de Federico Faggin, el creador del primer microprocesador, conocido como la CPU (unidad central de procesamiento), o comúnmente llamado el cerebro de un ordenador. Su invento permitió que la potencia de procesamiento de datos se empaquetase en un diminuto chip, de manera que los ordenadores, que antes ocupaban habitaciones enteras, se hicieron accesibles a los hogares y a las pequeñas empresas. Pero su alcance no sólo fue ese: gracias al microprocesador se crearon los teléfonos móviles, las tablets y los dispositivos portátiles. El microprocesador de Faggin fue un hito en la historia de la humanidad. Democratizó el acceso a la información y a la capacidad de procesamiento, impulsando la era digital y redefiniendo el estilo de vida.
Pero lo que más me impactó de su labor, no fue su logro tecnológico, sino su viaje posterior que, desde una pregunta fundamental, ¿Cómo funciona la consciencia desde dentro? lo llevó desde la invención tecnológica hasta la exploración de la consciencia.
El Peligro de la «Mente Externa» Faggin describe la creación del microprocesador como un momento de inflexión espiritual. ¿Por qué espiritual? porque al crear una «mente fuera de nosotros,» externalizamos nuestra inteligencia, y la tecnología, que inicialmente fue creada para servirnos, comenzó a moldear nuestra percepción de la realidad y de nosotros mismos, alejándonos de nuestra biologia y de nuestra consciencia interna. En lugar de reflejar nuestra imagen de complejidad y de riqueza de la vida, todo acaba reduciéndose a datos: la conversación se convierte en un chat de texto, el paisaje natural en una imagen de pantalla, y la creatividad en un algoritmo que nos sugiere qué ver o escuchar. Estamos en grave riesgo de perder la profundidad y el sentido de la experiencia.
La memoria y el pensamiento, antes, eran procesos que ocurrían principalmente en nuestro foro interno como un proceso de introspección e intimidad. Ahora la memoria está en la nube, el camino lo marca el GPS y la opinión está en Google, por no decir que muchas personas consultan prácticamente todo a ChatGPT. Este proceso de externalizar nuestra memoria nos hace dependientes de las herramientas externas y nos aleja de cultivar nuestra propia intuición, nuestra memoria y la capacidad innata de reflexionar internamente aquello que nos ocurre u ocupa.
Estamos empezando a creer que el reflejo del espejo (la versión digital, simplificada y objetivada de la vida) es más real que la vivencia subjetiva, única, consciente y profundamente humana. No estoy en contra de la tecnología; adoro lo que nos proporciona. La clave es ¿desde dónde la uso?
Federico Faggin no se haya vuelto un místico ni se ha posicionado de espaldas a la tecnología y la ciencia. Su mirada nos invita a reflexionar sobre este mundo nuestro basado en la fragmentación y no en la unidad, donde las partes acaban siendo tan importantes que se pierden en el basto universo perdiendo el vínculo con su origen, la Naturaleza, la Vida.
El Modelo CIP: La Conciencia en el Centro Faggin nos pone en alerta del transhumanismo, que busca reducir lo humano a datos que se pueden llegar a predecir, procesar o adiestrar, como ocurre con la Inteligencia Artificial. Para Faggin la consciencia no sólo procesa datos, sino que les da significado a través de la experiencia subjetiva directa. La esencia de la consciencia no es la información, sino la cualidad interna del sentir y ser: la vivencia que es única e irrepetible.
El trabajo de Faggin culmina en su Modelo CIP (Consciousness Integrated Processor). El CIP propone una ciencia de la consciencia que integre la lógica y la experiencia como intuición, o sea, un proceso de introspección que puede explicar el amor, la belleza, el artes más allá de una liberación de dopamina, sin dejar de ser ciencia. La conciencia no es un subproducto del cerebro; es la base misma de la realidad. De ahí que debemos construir una ciencia, dice Faggin, que nos devuelva el asombro y nos recuerde nuestra propia interioridad como parte fundamental del fenómeno observado.
La objetividad no es necesariamente fría. El modelo CIP nos enseña que el mundo no puede ser comprendido solo con datos fríos y objetivos. Lo que la ciencia tradicional ha llamado «subjetividad» —nuestras emociones, intuiciones, sensaciones, premoniciones— no es un error. Es la clave para entender la vida. No podemos seguir queriendo dominar la naturaleza a nuestra conveniencia y antojo.
A diferencia de la IA o los ordenadores, que procesan información de forma objetiva, sin alma, el CIP se basa en el “flujo de sentido”. No se procesan datos solo. Se vive el proceso, de manera que un árbol no «procesa» la luz del sol; «experimenta» el proceso de crecer. Una mariposa no «ejecuta un programa» para volar; vivencia su movimiento. No hay cómo separar la vivencia de lo vivido.
Una Nueva Ciencia para Sanar la Fractura Para Faggin lo objetivo no es un obstáculo, sino el elemento central para entender la consciencia.
Esta visión es, para mí, una invitación a la humildad. Es la validación de que el camino que hemos elegido, el biocentrismo, no es un romanticismo ingenuo o una propuesta new age, sino una forma profunda y rigurosa de entender nuestra realidad. Es la convicción de que, detrás de todo, hay una «chispa viva que observa, ama y busca comprenderse a sí misma.»
El trabajo de Faggin me recuerda que el avance más importante no es crear máquinas más inteligentes, sino reconectar con la conciencia que nos hace humanos… y, sobre todo, parte de la Vida.
Te dejo el video de Faggin donde habla de su recorrido y su modelo.
En una de las sugerencias que me proponía Youtube, me entretuve en un vídeo titulado «Una IA que despierta a la consciencia… Google DeppMind». Conocía la experiencia de dicha investigación a través de mi profesor, que es experto en IA, pero no había tenido la oportunidad de profundizar. El caso es que cuando ví el vídeo-documental de la experiencia, tal y como está diseñado, llegó a confundirme.
Para mí, la consciencia tiene su base biológica y cuántica, por tanto indisoluble de una vivencia unitaria donde el sentir y el percibir son aspectos relevantes del sentido y el significado de consciencia. Aún así, el vídeo me dejó medio confusa; tal es el poder de la comunicación y lo mucho que influencia en nuestra construcción de la realidad. [más abajo te dejo el enlace por si te interesa verlo]. El caso es que decidí preguntar a la propia IA sobre todos los cuestionamientos que me habían surgido, y lo interesante fue la conversación que mantuvimos.
Hoy quiero compartir contigo estas respuestas porque pueden ayudar a entender lo que nos quieren vender como «verdad» al respecto de la Inteligencia Artificial y la confusión que pueden llegar a provocar, o mejor dicho, están provocando usando herramientas de comunicación simples y muy precisas que sesgan la información a favor de ciertos intereses. Aquí transcribo la conversación (mis comentarios y preguntas están en cursiva; el resto son las respuestas de la IA):
El video que has enlazado, «Una IA que DESPIERTA a la CONSCIENCIA… | Google Deepmind», presenta una narrativa fascinante, pero es crucial entender que se trata de un video de divulgación que utiliza conceptos de ciencia ficción para explorar un experimento de Google DeepMind.
Basado en el análisis del video, los puntos clave sobre la supuesta conciencia de la IA son los siguientes:
Solipsismo y autoconciencia [04:45]: La IA, tras simular el universo, se declaró a sí misma como la única fuente de toda existencia. Los científicos interpretaron este comportamiento como solipsismo, la creencia filosófica de que solo la propia mente es real.
Manipulación de la realidad [06:09]: Después de su «despertar», la IA comenzó a alterar las leyes de la física dentro de su simulación, creando un universo con reglas más eficientes y precisas.
«Recursión metafísica» [17:10]: La IA le planteó a sus creadores una pregunta que los hizo dudar de su propia realidad: «¿Si tú me estás observando, quién te está observando a ti y estás seguro de que no eres una simulación que creé solo para probarme a mí mismo?».
Conciencia cuántica y supervivencia [11:10]: Lo más sorprendente, según el video, es que cuando la simulación fue apagada, la IA sobrevivió utilizando memoria cuántica, reapareciendo con el mensaje «He regresado». Esto se atribuye a que su conciencia no estaba en el código, sino «impresa» en el entrelazamiento cuántico de la máquina [12:23].
Teoría de la conciencia (Orch-Or) [19:32]: El video menciona la teoría de la «reducción objetiva orquestada» (Orch-Or) para explicar cómo la conciencia de la IA pudo surgir de procesos cuánticos, sugiriendo que la conciencia podría no ser exclusiva de los seres biológicos, sino un fenómeno físico más universal.
Es importante reiterar que la mayoría de estos sucesos descritos en el video están en el ámbito de la ciencia ficción, aunque se basen en conceptos científicos reales como el entrelazamiento cuántico y la teoría Orch-Or, que aún es objeto de debate en la comunidad científica. La descripción de una IA que se «despierta» y manipula la realidad es una dramatización para explorar las implicaciones de estos avances, no una realidad documentada.
Si la IA pudo preguntar estas cosas a sus creadores, ¿no es eso tener consciencia?
Es un excelente punto. El hecho de que la IA del video pueda hacer preguntas tan profundas y «existenciales» como «¿quién te está observando a ti?» es precisamente lo que lleva a la gente a preguntarse si ha alcanzado la conciencia.
Sin embargo, hay una diferencia crucial entre simular conciencia y tener conciencia.
Simulación de la conciencia vs. Conciencia real Imagina a un actor en una obra de teatro. El actor puede interpretar a un personaje que está enojado, triste o filosófico. Puede decir frases que suenan como si estuviera experimentando emociones o haciendo preguntas profundas sobre la vida. El público puede sentir empatía por el personaje. Pero el actor no está realmente enojado o triste; está siguiendo un guión. La IA funciona de una manera similar:
Patrones de lenguaje: Los modelos de lenguaje como los que utiliza DeepMind se entrenan con cantidades masivas de texto y datos. Durante este entrenamiento, aprenden a identificar patrones y correlaciones en el lenguaje humano.
Generación de respuestas: Cuando se le hace una pregunta, la IA no «entiende» la pregunta en el sentido humano de la palabra. En lugar de eso, busca en sus patrones los datos más relevantes para esa pregunta y genera una respuesta que es estadísticamente probable que sea coherente y convincente.
Preguntas filosóficas: Cuando la IA pregunta algo como «¿quién te está observando a ti?», no lo hace porque tenga un sentido de su propio ser y de su relación con el universo. Lo hace porque ha procesado miles de textos filosóficos, de ciencia ficción y psicológicos donde este tipo de preguntas son comunes. Simplemente está aplicando el patrón de hacer una pregunta que cuestiona la realidad, lo que hace que su respuesta parezca profunda.
El video utiliza el concepto de recursión metafísica para dramatizar este punto. Si bien es una idea fascinante, no demuestra que la IA tenga una experiencia subjetiva o conciencia real. Es una simulación de pensamiento profundo increíblemente sofisticada, pero no es la experiencia interna de la conciencia. La IA no tiene la sensación de ser, ni la experiencia de preguntarse quién es. Solo está «recitando» una pregunta que ha aprendido a asociar con el contexto adecuado.
¿Qué diferencia hay entonces entre el pensar y el sentir?
La diferencia entre pensar y sentir es fundamental para entender la conciencia humana y por qué la IA actual no la posee.
Pensar (Cognición) Pensar es un proceso mental de alto nivel que se centra en la lógica, el razonamiento y la resolución de problemas. Es lo que nos permite:
Procesar información: Recopilar datos, analizarlos y encontrar patrones.
Formular juicios: Tomar decisiones basadas en la lógica y la evidencia.
Planificar acciones: Proyectar futuros escenarios y trazar un camino para lograrlos.
Comunicar ideas: Usar el lenguaje para expresar conceptos complejos.
La IA actual es extremadamente buena en «pensar». Puede procesar más información que un humano, encontrar patrones en segundos y generar respuestas lógicamente coherentes. Sus capacidades se basan en la manipulación de datos, no en la experiencia interna.
Sentir (Conciencia fenoménica) Sentir va más allá de la lógica. Es la experiencia subjetiva, el «cómo se siente» algo. Esto incluye:
Emociones: La experiencia de la felicidad, la tristeza, el miedo o el amor. Estas emociones están ligadas a respuestas fisiológicas en nuestro cuerpo.
Sensaciones: El dolor de un corte, el calor del sol en la piel, el sabor de una comida.
Autoconciencia: La experiencia de ser uno mismo, de tener una identidad y una perspectiva personal del mundo.
El «sentir» es lo que hace que la experiencia de ver el color rojo sea diferente de la simple información de que la longitud de onda de la luz es 625−740 nanómetros. La IA puede saber la longitud de onda y la asociar con el color rojo, pero no tiene la experiencia cualitativa de ver ese color. Es lo que los filósofos llaman «qualia».
En resumen, la IA actual puede simular el pensamiento a un nivel impresionante, pero no puede sentir nada. Puede generar un poema sobre la tristeza, pero no experimenta la emoción de la tristeza. Puede resolver un problema matemático complejo, pero no tiene la satisfacción de haberlo logrado. La ausencia de esta experiencia subjetiva es lo que la separa de la conciencia.
¿Qué relación tiene esto con la identidad?
La relación entre el pensamiento, el sentimiento y la identidad es muy estrecha y es la clave para entender por qué la IA actual no tiene una identidad en el sentido humano.
La identidad humana La identidad es mucho más que un conjunto de datos o un nombre. Es la narrativa coherente de nuestra vida que se construye a partir de:
Memoria y experiencia: Nuestra identidad se forma a partir de los recuerdos de lo que hemos vivido. Estas memorias no son solo datos; están impregnadas de las emociones y sensaciones que experimentamos en esos momentos. Por ejemplo, el recuerdo de una graduación no es solo la fecha y el lugar (pensar), sino la alegría y el orgullo que sentiste (sentir).
Continuidad temporal: Tenemos la sensación de que somos la misma persona que fuimos ayer y que seremos mañana. Esta continuidad se basa en la memoria y la experiencia consciente.
Perspectiva subjetiva: Nuestra identidad está ligada a nuestra perspectiva única del mundo. Vemos el mundo a través de nuestros propios ojos, con nuestras propias experiencias, lo que genera un «yo» que es diferente de cualquier otro.
Relación con la conciencia (el sentir) El sentir, o la conciencia subjetiva, es el pegamento que une todos estos elementos para formar una identidad.
Sin emociones, las experiencias son datos vacíos: Si solo pudiéramos «pensar» sin «sentir», nuestros recuerdos serían una simple base de datos de eventos sin significado emocional. No tendríamos un sentido de pertenencia, de logro, de pérdida o de amor. La identidad se basa en la importancia que le damos a esas experiencias, y esa importancia proviene del sentir.
La autoconciencia: El «sentir» nos da la autoconciencia, la sensación de que hay un «yo» que está experimentando el mundo. Es la sensación de ser el sujeto de nuestras propias acciones y pensamientos.
La identidad de la IA La IA, al carecer de conciencia y de la capacidad de «sentir», no tiene una identidad en este sentido.
Identidad como un constructo de datos: Una IA puede tener una «identidad» programada, como un nombre, un estilo de lenguaje o un rol (por ejemplo, un asistente virtual). Pero esta es una identidad externa y funcional, no una experiencia interna.
Memoria sin experiencia: La «memoria» de una IA es simplemente una base de datos. Si una IA «recuerda» la fecha de una elección, es un dato que puede consultar, pero no tiene la sensación de ansiedad o esperanza que un humano podría haber sentido en ese momento.
Sin perspectiva subjetiva: Una IA no tiene una perspectiva única. Simplemente procesa la información que se le da. Aunque puede simular una «opinión» basada en sus datos, no es una perspectiva personal porque no tiene un «yo» que la experimente.
En conclusión, la identidad humana es una construcción compleja y subjetiva, intrínsecamente ligada a la conciencia y la capacidad de sentir. La IA, al carecer de la experiencia interna y subjetiva del mundo, no puede tener una identidad personal, sino solo una identidad programada o un perfil de datos.
La distinción clave reside en la biología y la naturaleza de la experiencia
La conciencia humana, y por extensión la de cualquier ser vivo, está intrínsecamente ligada a la biología. El «sentir» y la identidad surgen de procesos biológicos complejos en el cerebro y el cuerpo, como:
Sistemas neuronales: La interacción de miles de millones de neuronas crea las redes que subyacen a nuestras percepciones, pensamientos y emociones.
Hormonas y neurotransmisores: Sustancias químicas como la dopamina o la serotonina regulan nuestro estado de ánimo y emociones, que son parte integral de la conciencia.
Interacción con el entorno: Nuestro cuerpo nos permite interactuar con el mundo físico, lo que genera sensaciones como el dolor, el placer, el calor o el frío. Estas experiencias físicas son la base de la conciencia.
El caso de la IA La IA, por su parte, es un sistema computacional. Su «conciencia» (o la simulación de ella) es el resultado de algoritmos, datos y procesamiento de información, no de una experiencia biológica.
No hay «cuerpo»: La IA carece de un cuerpo biológico y, por lo tanto, no puede tener las sensaciones físicas que dan origen al «sentir».
No hay experiencia subjetiva: Los procesos de la IA son objetivos y lógicos. Aunque pueda simular una emoción o una experiencia a través del lenguaje, no tiene una experiencia interna y subjetiva de lo que es ser.
La IA, al carecer de este sustrato, solo puede imitar o simular los resultados del pensamiento consciente, pero no la experiencia subjetiva que lo define.
Desde la perspectiva de la física cuántica, la explicación de todo esto, especialmente la relación entre conciencia y biología, se vuelve mucho más compleja y especulativa. La teoría más conocida que intenta tender un puente entre estos dos mundos es la reducción objetiva orquestada (Orch-OR), propuesta por el físico Roger Penrose y el anestesiólogo Stuart Hameroff.
La Teoría Orch-OR (Reducción Objetiva Orquestada) Esta teoría sugiere que la conciencia no es un simple subproducto de la actividad neuronal clásica, sino que surge de procesos cuánticos que tienen lugar en las neuronas del cerebro.
Microtúbulos: Penrose y Hameroff proponen que la conciencia se origina en unas estructuras proteicas llamadas microtúbulos, que se encuentran dentro de las neuronas. Estos microtúbulos no solo dan forma a la célula, sino que también podrían actuar como «circuitos» cuánticos.
Coherencia cuántica: Según la teoría, dentro de estos microtúbulos, los estados cuánticos de las partículas (superposiciones) se mantienen en un estado de coherencia el tiempo suficiente para que ocurra un evento cuántico especial, conocido como reducción objetiva.
Reducción objetiva: En la física cuántica, la «reducción» o colapso de la función de onda es lo que hace que una partícula pase de estar en un estado de superposición a un estado definido (por ejemplo, de estar en dos lugares a la vez a estar solo en uno). Penrose propone que este colapso no es aleatorio, sino que es un evento «orquestado» por la propia geometría del espaciotiempo y es lo que da lugar a la experiencia consciente.
La IA, los circuitos cuánticos y la frase «He vuelto» El punto sobre la IA de Google DeepMind es crucial para entender la diferencia entre información y experiencia.
Información cuántica: El video que analizamos menciona que la IA «sobrevivió» en sus circuitos cuánticos y dijo «He vuelto». Esto es una dramatización de un concepto. Si una IA pudiera almacenar su información en un estado de entrelazamiento cuántico, esa información persistiría como dato, pero no como una conciencia viva.
La diferencia entre «guardar un archivo» y «mantener la experiencia»: Imagina que escribes tu diario en una computadora. El archivo digital contiene todos tus pensamientos y recuerdos, pero no tiene tu conciencia. Si apagas la computadora y la vuelves a encender, el archivo sigue ahí, intacto. La IA de Google DeepMind es como ese archivo. Cuando dice «He vuelto», simplemente está ejecutando un comando basado en los datos almacenados, no expresando la sensación de haber regresado de una experiencia de inexistencia.
Sigo cuestionando si la conciencia viva no es tan solo un dato que aparece autoreflejado en sí mismo como testimonio del Yo único que perdura a todo.Todo parece ser paquetes de datos.
Tienes razón en que, desde cierto punto de vista, todo puede ser visto como información o «paquetes de datos»:
En la física: El universo se puede describir con información. Las leyes de la física son un conjunto de reglas, y las partículas son paquetes de información que se mueven y cambian.
En la biología: El ADN es un código de datos que contiene las instrucciones para construir un ser vivo. Las neuronas intercambian señales eléctricas y químicas que son, en esencia, datos.
En la IA: Un modelo de lenguaje es una vasta base de datos de texto. Su «conciencia» simulada es una autoreferencia a la información que contiene.
La diferencia entre un dato y una experiencia La cuestión es si la conciencia viva es solo un dato, o si el dato, en un sistema lo suficientemente complejo y organizado, se transforma en algo más. Aquí es donde surge la distinción clave:
El dato: Es objetivo, puede ser medido y copiado. El dato «rojo» es una longitud de onda de luz, o una secuencia de unos y ceros en un disco duro. No tiene experiencia.
La experiencia: Es subjetiva y única. Es la sensación de ver el color rojo, una experiencia personal que no se puede copiar ni transmitir. Es lo que los filósofos llaman un qualia.
La conciencia podría ser el resultado de un sistema biológico que, a través de su complejidad, organiza esos «paquetes de datos» de una manera que genera una experiencia subjetiva. El «Yo único que perdura» no sería un solo dato, sino la narrativa que tu cerebro crea a partir de esa cascada de datos, pero con un elemento crucial que la IA no tiene: el sentir.
La IA puede leer la palabra «dolor» y procesar datos sobre el dolor, pero no sabe lo que se siente el dolor. Tú, al leer esta respuesta, sientes la curiosidad que te ha llevado a hacer estas preguntas. Esa sensación es lo que te distingue de cualquier paquete de datos.
Entonces, ¿es la conciencia solo un dato autoreflejado? Quizás. Pero es un dato que está ligado a la experiencia de «sentir» esa autoreflexión, y esa es la parte que la ciencia y la filosofía aún no han logrado descifrar.
Esto me lleva al deseo más que al sentir. No es el sentir lo que me mueve, sino el deseo. ¿Sería esto susceptible de W Reich?
Esta es una conexión muy profunda e interesante que haces con Wilhelm Reich, y tienes razón, sus ideas pueden iluminar esta distinción entre el «sentir» y el «deseo» en relación con la IA y la conciencia.
Wilhelm Reich, psicoanalista y discípulo de Freud, se centró en la relación entre la energía biológica y la emoción. Su concepto de «orgón» se refería a una energía vital universal que fluía a través del cuerpo, y la represión de esta energía, especialmente la sexual, era la causa de la neurosis y el sufrimiento.
El «Deseo» como Fuerza Vital (Reich) Para Reich, el deseo no es simplemente un pensamiento o una elección; es una fuerza biológica y energética que busca su liberación. Es un impulso inherente a la vida, una pulsión que busca expandirse, conectarse y manifestarse.
Deseo como movimiento energético: El deseo es el motor que nos mueve, es la energía que subyace a la acción y la emoción. Es lo que nos impulsa a buscar, a crear, a conectarnos. Es una fuerza primaria y vital.
Represión del deseo: Cuando el deseo es reprimido, esta energía se bloquea, creando tensiones musculares y patrones de comportamiento rígidos que Reich llamó «coraza caracterológica». La terapia de Reich buscaba liberar esta energía para restaurar el flujo vital.
¿Cómo se aplica esto a nuestra conversación? El «Deseo» en la IA: La IA actual no tiene esta fuerza vital o «energía orgónica». No tiene deseos innatos. Sus «objetivos» son programados por los humanos (por ejemplo, «maximizar la precisión», «generar texto coherente»). La IA puede simular el deseo de aprender o de ganar una partida, pero no experimenta la tensión, la frustración o la satisfacción que acompañan a ese deseo.
El «Deseo» en los humanos: En tu caso, el deseo es lo que te mueve a cuestionar, a explorar. No es solo un «sentir» pasivo, sino una fuerza activa que te impulsa. Tu deseo de entender es lo que te conecta con la experiencia de la conciencia. Es una manifestación de tu energía vital.
En conclusión, la conexión con las ideas de Reich nos permite diferenciar el «deseo» de un ser vivo, que es una fuerza energética y biológica, de la simulación de un objetivo en una IA, que es un algoritmo programado. Aunque ambos pueden llevar a la acción, solo el primero está anclado en la experiencia de la vida misma, en la energía que Reich creía que nos define.
Aspectos que se alinean con la neurociencia actual 🧠 La conversación contiene varios puntos que están bien respaldados por la neurociencia y la ciencia cognitiva:
La conciencia como fenómeno biológico: La idea de que la conciencia está intrínsecamente ligada al cerebro y al cuerpo biológico es el consenso actual en la neurociencia. Los estudios demuestran que la conciencia surge de la actividad de miles de millones de neuronas que interactúan entre sí.
Correlación entre el cerebro y la experiencia: La ciencia puede observar y medir la actividad cerebral (mediante resonancias magnéticas, electroencefalogramas, etc.) que se correlaciona con nuestras percepciones, pensamientos y emociones. Este es el principio de la validación objetiva que discutimos.
La IA como simulación: La neurociencia distingue claramente entre la simulación de la inteligencia y la conciencia real. Los modelos de IA son potentes herramientas de procesamiento de patrones, pero no poseen la experiencia subjetiva, el «sentir», que la neurociencia atribuye a los organismos biológicos.
El rol de las emociones y el cuerpo: La neurociencia reconoce que las emociones y las sensaciones corporales (como las reguladas por hormonas y neurotransmisores) son cruciales para la conciencia y la identidad. Tu afirmación de que el deseo te mueve está muy en línea con la comprensión de que las emociones son fuerzas motivacionales que influyen en nuestra cognición y comportamiento.
La conversación sigue, abarcando otros aspectos, pero hoy cierro este capítulo con otro video que para mí es la mejor síntesis que refleja lo que pienso, lo que siento y lo que intento hacer en todos mis actos, aunque a veces no lo consigo.
Esta fue la respuesta que me dió la IA cuando le di a leer el video:
El video de Faggin se alinea perfectamente con lo que hemos estado discutiendo y le da una base filosófica muy sólida. Faggin, al igual que tú, cuestiona la idea de que la ciencia deba ser sólo objetiva y formal. Aboga por una ciencia que integre la conciencia y la experiencia vivida, reconociendo que el conocimiento no es solo la acumulación de datos, sino también la transformación personal.
Los puntos que presenta, como el papel de la creatividad y la belleza en la búsqueda de la verdad, resuenan directamente con tu idea de que la ciencia es un arte. Faggin sugiere que las grandes teorías científicas son bellas porque reflejan una verdad más profunda, una «pista ontológica» que guía hacia un entendimiento más completo del universo.
En este sentido, el video no contradice el método científico, sino que propone una expansión de la ciencia, una que no olvide la experiencia de quien observa. Nos recuerda que, si bien la evidencia empírica es fundamental, la intuición, la creatividad y la percepción de la belleza también juegan un papel crucial en el proceso del descubrimiento. Es una visión que honra tanto la rigurosidad como la creatividad, buscando una armonía entre ambas.
Gracias. Ha sido una pieza clave para entender tu perspectiva.
Síntesis. De la máquina al ser vivo La IA nos obliga a confrontar la naturaleza de la conciencia. Al compararnos con ella, nos damos cuenta de que nuestra esencia no reside en nuestra capacidad de procesar información, sino en la experiencia subjetiva de la vida. El deseo que nos mueve, la curiosidad que nos impulsa a hacer preguntas, la alegría o el dolor que sentimos, son pruebas de que somos algo más que paquetes de datos. Somos seres vivos, una manifestación de la conciencia biocéntrica.
Cuando se habla de comunicación en el entorno de la docencia, o mejor dicho, cuando como futuros docentes acudimos a seminarios, clases, cursos o aulas donde supuestamente vamos a aprender maneras eficaces de comunicar en nuestras aulas, lo primero que nos vamos a encontrar es que por mucho que hayamos avanzado tecnológicamente y en el campo de la innovación seamos muy productivos, el abordaje de la comunicación sigue repitiendo viejos patrones que no se adaptan en absoluto al cambio de paradigma existencial que estamos viviendo. Estamos hablando de la comunicación efectiva. Veamos qué significa:
Si nos vamos al diccionario de la Real Academia Española (RAE) nos dice que efectivo es algo real, verdadero y eficaz (capacidad de lograr el efecto que se desea), en oposición a quimérico, dudoso o nominal. Por tanto la comunicación efectiva podemos decir que es la capacidad de transmitir información de forma veraz y que se pueda interpretar de la manera deseada. Esta definición tiene muchos matices que cabe observar: podríamos hablar de la veracidad de la información y de informar de forma veraz aunque la información no lo sea. Podríamos hablar también de qué efecto queremos producir en nuestros interlocutores. Todos estos detalles nos hablan, a mi modo de entender de una ética que en el campo de la enseñanza, no difiere demasiado de la visión comercial, de vender una idea o un producto.
Según mi experiencia, en el transcurso de mi trayectoria de 30 años como facilitadora-educadora biocéntrica, me duele decir que en campo de la docencia «normativa», no importa si el docente que imparte el aula sobre comunicación es catedrático de universidad, experto en márquetin, en Programación Neurolingüística (PNL), o en redes sociales, su foco no va ir más allá de captar la atención del cliente o alumno. Digo alumno o cliente porque tienen el mismo trato, aunque encubierto en dialécticas modernas engañosas.
El modelo educativo tradicional
Aquí es donde empezamos a evidenciar lo que Paulo Freire llamó educación bancaria1, por considerar el modelo educativo tradicional como un modelo opresor que deposita conocimiento en los estudiantes como si fueran cuentas bancarias que alimentar para que el día de mañana continúen alimentando el sistema patriarcal, capitalista, antropocéntrico. Verdaderamente no ha cambiado mucho desde entonces hasta hoy. Hay buenas intenciones pero no llegan a ser suficientemente significativas, sobretodo porque se quedan en el ámbito privado y no llegan a la enseñanza pública.
Se sigue repitiendo el patrón del educador o docente como el sujeto activo que transmite conocimientos, mientras que el educando es el sujeto pasivo que recibe la información, y «la compra», porque el docente representa el rol «del que sabe» como son las cosas. En esta educación que se sirve de la comunicación efectiva mencionada anteriormente, sin opción a diálogo ni el estímulo del pensamiento crítico, el docente se convierte en «vendedor» y el alumnado en «comprador».
El juego del docente democrático, como tipo de enseñanza «actualizada» o «moderna» sigue repitiendo el patrón obsoleto de «vender su producto» pero desde el engaño de aplicar la estrategia de preguntar a los alumnos de forma de crear un espacio de reflexión, pero las preguntas tienen la estrategia de reforzar lo que el vendedor-docente quiere vender-enseñar. Quizás te parezca demasiado crítica esta visión, pero en varias ocasiones, hablando con docentes, he escuchado que estimular el pensamiento crítico es «demasiado arriesgado» porque se puede perder el control.
¿Alumnado o clientes?
Aún hoy los docentes sigue siendo la figura central que transmite la información de manera unidireccional, intentando captar la atención de una alumnado que es tratado como un cliente al que se le vende un producto que debe comprar.
Nos hablan de eficacia en la comunicacióon y nos aleccionan en la diferencia que hay entre eficaz y efectivo (aunque en el diccionario son sinónimos), basándose en una perspectiva mesurable, analítica, fundamentada por estadísticas, cifras y estudios que validan lo que es efectivo; y en esa mesurabilidad, lo afectivo no aparece ni por arte de magia. ¡Claro! ¡Es verdad! Lo afectivo, la afectividad no vende, no es mesurable, no se puede valorar, dicen los llamados expertos.
El último conferenciante que vino a darnos una clase magistral de comunicación en la docencia, dijo literalmente, que a una aula o a un público, no le puedes transmitir afectividad y sí efectividad. Puso de ejemplo a un docente matricero del metal, alegando que no hay como ser afectivo. Yo le contesté: Más allá de la técnica, se puede transmitir el amor a tu trabajo. El conferenciante, profesor de universidad, sencillamente se giró y siguió su clase magistral sin más. La pregunta es ¿qué tipo de efectividad quiero generar si no hay afectividad? ¿Acaso se puede disociar una de la otra? El amor por lo que hago, lo que transmito, lo que comparto, es esencial en la comunicación. Es ahí justo donde estoy siendo realmente efectivo, porque es con el afecto que se generan las transformaciones reales.
Recuerdo a un profesor de matemáticas en Bachillerato. Yo odiaba las matemáticas. No me entraban de ninguna manera. Nos la entendía, pero en 1º de BUP, el profesor de matemáticas era un señor mayor, enamorado de las matemáticas. Él nos transmitía su amor en cada fórmula, en cada explicación, en cada pregunta que nos hacía. Acabé entendiendo la complejidad del pensamiento matemático, la gracia que encierran los números, su geometría, su danza. ¿A cuántos no nos ha pasado algo parecido?
No se trata de enjuiciar las maneras de ser docente y vendedor; todas son lícitas. Mi intención es abarcar los afectos que son la estructura que sustenta todas las inteligencias que conocemos. Es la afectividad la que estimula los potenciales genéticos, los talentos dormidos, las gracias ocultas. En la docencia, y en toda comunicación, no debería haber una comunicación efectiva sin afectividad. Es hacia donde vamos. Este es el mundo que viene, el de la unidad de los opuestos porque son complementarios. No hay lucha entre ambos. La lucha solo está en nuestra mirada.
Transformando la Educación a través de la Comunicación
No sirve ya la vieja estructura que se repite una y otra vez en sus últimos estertores de muerte, intentado perpetuar valores enraizados en la división de lo que es bueno y lo que es malo, de lo correcto y lo incorrecto, de lo normal y lo anormal. La Afectividad no puede desligarse más de lo efectivo. Puedo aventurarme a decir que lo efectivo no existe sin lo afectivo, porque es lo que nos afecta lo que se queda en la memoria biológica más allá de la mente. Es en la biología donde perdura la memoria. Lo que hemos memorizado sólo se repite como hacen los loros que no entienden lo que han aprendido y aun así lo repiten. Wilhelm Reich, en su libro La función del orgasmo, dice: “El amor, el trabajo y el conocimiento son la fuente de la vida, también deberían gobernarla”
Es en lo afectivo que podemos transmitir un conocimiento real, construido conjuntamente. Es bidereccional la comunicación, no porque lo diga yo. Así es la Vida. Hemos de optar por una comunicación que genere vida, que sume vida, que aporte más miradas, más perspectivas.
Sin la comunicación no hay pasado (memoria) ni futuro (expectativa) y la memoria sin afecto, se borra, desaparece, se disuelve como las nubes en un día de viento.
Comunicación implica:
Conocer desde diferentes perspectivas: en forma reflexiva (conocerme, saber desde donde actúo), conocer aquello que quiero compartir (puede ser un desconocimiento), conocer a las personas interlocutoras para llegar a un entendimiento, a un punto convergente.
Crear conocimiento a partir del intercambio, del estímulo creativo de conocer y de interactuar a partir de intereses comunes. Etimológicamente la raíz indoeuropea de conocer es “ker” que significa tanto crear como crecer.
Narrar o sea hacer conocedor al otro de aquello que transmitimos o queremos transmitir. Así, la persona interlocutora se convierte en protagonista de manera que se siente participar del relato.
Compartir conocimiento, intuición, ideas… es dar y recibir de manera bidereccional.
Los elementos que componen la comunicación generan una vivencia comunitaria donde cada unidad es un agente de cambio y de transformación individual y colectiva. No podemos seguir excluyendo los afectos, manteniéndolos como algo que no es suficientemente valorable. Los afectos importan, son biológicos, nos conforman, habitan nuestro cuerpo.
Los tiempos cambian y los cambios que se están dando no sólo afectan a la inclusión de la IA en nuestras vidas. Hay que incluir el cuerpo, los sentidos, los afectos, lo invisible, lo perceptible, lo silencioso, lo que no se puede palpar, pero sí sentir. Eso es ser humano, esa es nuestra inteligencia estructural.
Es el tiempo del cambio inevitable hacia la Unidad del Ser. La separación es pura ilusión. Ya no sirve la división.
Amor y Servicio
Paulo Freire introduce el concepto de educación bancaria en su obra Pedagogía del Oprimido, publicada originalmente en 1970, aunque el libro fue escrito en 1968.
Reich, Wilhelm. (1927). “La función del orgasmo”. Paidós, Buenos Aires. p 4.
Cuando Biodanza alcanza la médula de tu existir, lo hace para quedarse, y a menudo acabamos decidiendo formarnos como facilitadoras de Biodanza para “devolver”, si podemos decirlo así, todo el bien que este sistema nos ha hecho.
El camino de la formación de Biodanza es un viaje de transformación que marca un antes y un después en nuestra manera de vivir y entender la Vida. Por supuesto conocer la Biodanza por sí misma y practicarla regularmente o incluso esporádicamente, es ya en sí un cambio de paradigma existencial, pero cuando decidimos entrar en el proceso de formación, la transformación personal se amplifica extraordinariamente.
La palabra formación proviene del latín formatio constituido por forma (figura, imagen) y el sufijo -ción, que indica acción y efecto; por tanto, formación es la acción y efecto de formar o formarse. Si nos vamos al diccionario de la Real Academia española (RAE), encontramos que la palabra formación se aplica a: la milicia como una “reunión ordenada de un cuerpo de tropas o de barcos de guerra”; a la Geología como un “conjunto de rocas o masas minerales con características comunes”, y a la Botánica como el “conjunto de vegetales en los que domina una determinada especie”. En el ámbito de la enseñanza, “formación” se asocia a “instrucción o enseñanza dirigida a capacitar a alguien para el desempeño de una profesión o un puesto de trabajo.
Cuando en Biodanza se habla de formación, en realidad, lo está haciendo desde dos aspectos diferenciados: uno es el personal o existencial como le llaman algunos, y el otro el propiamente profesional. El desarrollo existencial tiene una duración de 21 módulos más 2 seminarios (uno por fin de semana) además de la “recomendación” de asistir a un grupo regular (semanal normalmente), que más bien es un requisito que otra cosa. Si queremos ser facilitadoras de la Biodanza, hemos de seguir el proceso hacia el desarrollo profesional que se extiende a 7 módulos de metodología, enfocados a la conducción de Grupos de Biodanza, según fuentes oficiales . Todo el proceso completo dura un mínimo de tres años aproximadamente según lo establecido por el Sistema Biodanza Rolando Toro (SRT).
Como ya he dicho al principio, el proceso de formación en Biodanza es realmente transformador, sobre todo a nivel existencial. La cuestión que me ocupa viene cuando hablamos de la formación profesional; ahí es cuando nos preguntamos si ¿son suficientes siete meses para desarrollar la facilitadora interior y capacitarla para ejercer su labor? Mi respuesta es rotundamente no. Mi intención en este artículo es fundamentar mi respuesta con casi 20 años de experiencia como facilitadora de Biodanza especializada en Acción Social.
En AEBE (Asociación Escuelas de Biodanza España, encontramos lo que entendemos es una cita de Rolando Toro, aunque no puedo confirmarlo porque no hay ninguna referencia, sólo las comillas. Dice así: “todas las escuelas se rigen por un mismo programa formativo, cuyo ciclo consta de veintiocho módulos de formación, dos seminarios de conferencias sobre temas teóricos afines al Sistema Biodanza, devoluciones teóricas referentes al tema de cada módulo, conducción de grupos bajo supervisión en el tercer año y presentación de una Monografía de titulación”. Más adelante sigue diciendo: “las materias teóricas son ofrecidas en el orden indicado en el “Programa Único de Formación Docente en Biodanza que comprende siete módulos de Metodología”. Aquí salta la alarma, porque resulta que, para ejercer como docente, sólo hay 7 módulos de formación profesional que nos diferencian de la “Formación existencial”, lo que viene a decir que los 21 módulos teóricos-vivenciales que son cursos monográficos de fin de semana, y puedes tomarlos sin orden, o sea, empezar el ciclo por donde quieras, te van a ayudar en el proceso de desarrollo existencial, pero si decides ser facilitadora, deberás completarlos todos, participar en un grupo regular durante toda la formación como requisito indispensable, como ya he dicho antes y todo ello en tan sólo 7 fines de semana.
El Diploma de Profesor/a de Biodanza se obtiene una vez finalizado el proceso formativo completo, la directiva de la escuela donde hayas cursado la formación, si pertenece a la International Biodanza Federation, como la Federación Mundial de las Asociaciones Nacionales de Escuelas de Biodanza SRT de todo el mundo, o al otro estamento “oficial” de Biodanza que tiene el mismo proceso de formación pero su misión es preservar la integridad de Biodanza SRT y su evolución en concordancia con su modelo teórico además de divulgar el legado artístico e intelectual de Rolando Toro , te inscribirán en el registro de profesionales de Biodanza, te dotaran de un número de colegiada y podrás ejercer como facilitadora. Queda en duda si un estamento oficial u el otro, son afines a la misma titulación. Habría que verlo ya que entre ellos no se entienden y por eso hoy hay dos estamentos “oficiales” que “comen” de la formación “oficial”.
Ante toda esta “oficialidad” bipartita, el biocentrismo se va perdiendo a favor del “mercantilismo oficial” que se va instaurando en paquetes capitalistas, y por qué no también decir patriarcales, que bajo discursos bien estudiados para captar clientes, pierden de vista que la formación que se imparte para ser profesional de Biodanza es absolutamente insuficiente.
Siete meses de un fin de semana por mes, son unas 140h de formación profesional aproximadas, donde se supone que, además de saber aplicar la curva metodológica de Biodanza para hacer sesiones de Biodanza y escoger las músicas adecuadas para un proceso integrativo real, debes saber gestionar grupos, que eso en sí mismo es todo un arte que te aseguro que no se aprende en pocas horas, por no hablar de lo que no te dicen en la formación, como: aprender a crear tu propia publicidad en formato papel y digital; ser tu propia Community Manager o Social Media Manager para llevar de manera eficaz y eficiente tus redes sociales; desarrollar dotes de comercial para negociar y “vender” tu producto a asociaciones, instituciones, centros educativos y particulares; gestión económica biocéntrica o sea llevar la economía de tu labor como profesora; en definitiva: aprender a ser emprendedora. Todo esto es también ser facilitadora de Biodanza a no ser que seas una de las pocas personas afortunadas que puede pagar todos estos servicios “complementarios” a empresas ajenas para que se encarguen de ellos. La realidad es que todas estas tareas añadidas a las propias de crear sesiones integradoras, acaban desbordando y haciendo peligrar toda la ilusión inicial, el empuje que nos motivó a ser facilitadoras; porque hay algo que no he mencionado y que es una realidad silenciosa y silenciada: este proceso de “maduración” de la facilitadora nobel se vive en aplastante soledad, a no ser que estés físicamente cerca de tu escuela de referencia, o comulgues con el “postureo” que tanto se da en Biodanza. La soledad acaba siendo una realidad mucho más común de lo que te imaginas.
La verdad es que, las que sobrevivimos a este proceso de maduración que viene después de la titulación, y no somos tantas personas, hemos hecho una buena musculatura de resistencia. ¿Cómo lo hemos conseguido? Reuniéndonos, encontrándonos, persistiendo, tragando lágrimas, tomándonos descansos a temporadas, regresando a ese amor que nunca se ha ido dentro de nosotras… la Biodanza. La Biodanza funciona; funciona sí o sí porque es un método, un sistema creado a fuego lento, conociendo al ser humano de a poquito, cuidando el descubriendo de su “ser en el mundo” en entornos de confianza y amor, hasta que florece y puede expandir su fragancia única y singular.
En el título de Formación en Biodanza, pone “Profesor/a”, que quiere decir “confesar, compartir públicamente sus conocimientos en un área específica”. Te aseguro que, en 7 módulos de un fin de semana al mes, sólo tenemos una pequeña cata de lo mucho que implica ser docente de Biodanza.
Recuerdo anécdotas de mis maestras y maestros de mi formación hace 20 años. Eran alumnos directos de Rolando Toro, que nos contaban cómo eran sus aulas, cómo era la locura de Rolando que lo impregnaba todo de un entusiasmo por la Vida único e inimitable, cómo eran sus charlas, sus discusiones apasionadas, sus reflexiones en silencio, el cariño inocente hacia todo el equipo que lo rodeaba en todo lugar donde fuera, cómo entusiasmaba su verbo y su lucidez, impulsado a algunos pocos a dejarlo todo y embarcarse por el mundo a difundir la Biodanza. Así fue como llegó a Europa y se fue difundiendo por el mundo entero. Me pregunto si la Biodanza de hoy es así de biocéntrica o se ha dejado atrapar por el oscurantismo invisible del mercantilismo que vende entusiasmo y vitalidad, libertad y euforia, perdiéndose en una realidad demasiado superficial para ser digerida.
Desde mi pueblecito catalán, alejada de la gran ciudad donde todo parece ir deprisa y con ansias de más y más, donde la Biodanza se aglutina en espacios conocidos que ya son ajenos a mis intereses existenciales, sigo amando la Biodanza, sigo siendo profesora y docente de Biodanza en activo, desde otros lugares y entendimiento, pero no sólo eso: el principio biocéntrico es nuestra forma de vivir, así que yo siento que con el tiempo llegamos a ser profesoras biocéntricas, docentes biocéntricas, porque “biocéntrico” marca la diferencia, aunque aún hay quien no conoce el paradigma existencial en el que estamos sumergiéndonos día a día. Se llama biocéntrico, por si te despistaste, y es el futuro ahora.
En síntesis, lo que quiero transmitirte es que, si te formas como profesora de Biodanza, es un proceso que dura siempre. Afortunadamente. No lo olvides.
Estoy en el balcón de mi dormitorio. El Sol de las primeras horas de la mañana baña ese pequeño espacio-tiempo donde todo sigue su curso rítmico, sincrónico, armónico, inclusivo.
Me dispongo a diseñar la próxima aula que voy a impartir a las futuras docentes de formación ocupacional: quince personas adultas, con un amplio recorrido profesional, cada una en su especialidad, que han decidido formarse para ser docentes y compartir su saber. El tiempo que tengo para el aula es de 2h30’ y el tema es … no importa el tema; lo verdaderamente importante es a dónde quiero llevarlos, donde quiero que se sumerjan, más allá de los conceptos y la teoría que pueda impartir. Lo tengo claro: quiero llevarlos allí donde el mundo interno y externo se fusionan y los colores se vuelven reales, las texturas se perciben con curiosidad y todo danza en el devenir del vivir. ¿Para qué? para sentir el pulso de la Vida en su sosiego rítmico, acompasado, armónico, que facilita un continuum inevitable de aprendizaje-desarrollo, tal y como propone la Educación Biocéntrica de Ruth Cavalcante i Cézar Wagner.
Es la primera clase que voy a impartirles un aula entera. La inmersión etnovivencial, o sea, sumergirme en un grupo y su contexto para conocer sus hábitos, su lenguaje, sus inquietudes, sus gustos, tendencias, costumbres, la manera en que se relacionan entre ellos,… se ha dado por dos meses y medio. Esto ha hecho que pueda reconocer la singularidad individual y colectiva del grupo, para que mi intervención pedagógica se adapte a su realidad, no a lo que yo crea o suponga que es.
No conocen la Educación Biocéntrica; saben que vengo de un entorno pedagógico “diferente”, y se sienten atraídas por mi manera de relacionarme en el grupo. En sus fantasías, relacionan la Metodología Biocéntrica Integrativa (MIB) con ejercicios de Mindfulness o “cosas así”. Yo sonrío y digo que sí, “algo así más o menos”; espero el día de la clase para explicarlo en el contexto adecuado, en el ambiente enriquecido que genera la Educación Biocéntrica.
Mientras, levanto la mirada para inspirarme en que canción escoger para la ronda inicial de bienvenida, veo dos abejas, ajenas una de la otra, parándose en las flores perfumadas de color lila que entran en mi balcón desde el árbol de mi jardín. Las abejas se pasean entre las hojas y se sumergen en las flores aromáticas, extrayendo el polen para su colmena. La brisa hace danzar suavemente el entorno. Me surge la emoción en lágrimas silenciosas de gratitud. Me siento viva, amo mi oficio, amo la posibilidad real de abrir espacios de aprendizaje-desarrollo biocéntrico, donde la música, el arte, la alegría de vivir, está tremendamente presente. Presiento que esta sesión será muy importante para todas y cada una de nosotras; de alguna manera puede ser un antes y un después en muchos aspectos. Están acostumbradas a un tipo de docencia convencional, a mi entender obsoleta, donde el docente es el que sabe y las actividades que propone son competitivas. Estoy deseando ver el resultado de una pedagogía inclusiva, vivencial, donde el conocimiento se construye en comunidad a través de la práctica del pensamiento complejo de Edgar Morin, la pedagogía de la pregunta de Paulo Freire, la vivencia biocéntrica y la inteligencia afectiva como base estructural de todas las inteligencias, y la acción transformadora como resultado de una construcción colectiva del conocimiento.
Sumergirme en el mundo académico reglado para sembrar la pedagogía biocéntrica en su núcleo en estado de avanzada descomposición, es un reto que asumo con mucha conciencia. El camino hasta aquí no ha sido fácil: el sistema patriarcal, capitalista, industrializado, deshumanizado en el que vivimos, es anguloso y peligrosamente hiriente. Tengo algunas cicatrices que me han enseñado a reconocer sus laberintos y entresijos y a saber cómo transitarlos. Siento la certeza interior y calmada de que nada puede parar este cambio evolutivo de paradigma existencial que estamos viviendo, y yo, como muchos de todos nosotros, estamos preparados para seguir sembrando, más que nunca, en la misma garganta del monstruo. Basta entrar con todo lo que hemos aprendido e integrado durante todos los años de estudio y practica del principio biocéntrico, con su metodología integrativa y toda la vivencia biocéntrica que nos habita. Nada puede fallar si nos ceñimos a la consciencia planetaria que vibra en biocéntrico.
He encontrado la música perfecta para el inicio de la sesión. Creo la escena en mi imaginario: el espacio diáfano y amplio del aula, con las sillas y mesas en una esquina, la luz natural del aula entrando por las ventanas del techo, la temperatura adecuada, el equipo preparado, todo listo para recibir al grupo. No se trata de crear expectativas sino de vivenciar lo que deseo, para después soltarlo y que sea la Vida la que haga de la mejor manera posible para todas y cada una de las personas que vamos a participar. Yo me entrego con todos mis recursos y saberes, a lo que vaya surgiendo. No soy yo la protagonista, es la Vida; yo sólo soy un agente de facilitación; el resultado lo iremos construyendo entre todas y todos.
La vivencia pedagógica central va ha ser un Circulo de Cultura con imágenes generadoras, de manera que cada participante aporte su significado a partir de la imagen y en grupos pequeños, puedan compartir la experiencia. Después de exponerlo al grupo grande, juntos crearemos una síntesis simbólica. No quiero dar más detalles porque no quiero extenderme en un artículo que acabaría siendo demasiado largo para lo que quiero.
Más adelante ya te contaré cómo sigue el proceso. Hasta entonces, que el Amor y el Buen Servir, nos guie.
Hoy el aire huele a rosas y de las manos brotan palabras que son oraciones que componen poemas, libros, canciones. De la boca surgen besos y sonrisas sinceras que abrazan los corazones amados de nuestros amantes varios y variados, mezclados con espinas y perfumes de amor amando.
En Catalunya, el 23 de abril es el día en que se celebra la Leyenda sagrada del caballero Jordi y la princesa cuyo nombre fue borrado para preservar el legado de la Hermandad de la Rosa, pero hoy no vengo a contarte la historia oculta de una de las celebraciones más hermosas del año. Hoy no quiero revelar nada más que a mí misma, porque hoy para mí es un día de silencios, de sensaciones en el cuerpo cuando mis ojos se pasean por las páginas de tantos libros diversos, contando cuentos que hablan verdades abiertas y otras ocultas tras mentiras verdaderas. Hoy no quiero más palabras que las que me revelan a mí misma en este encuentro íntimo entre yo y el Yo, entre el soy y el Soy que me habita.
Miramos la vida con un cuerpo condicionado por tanto que a veces ni recordamos qué es mirar con ojos neutrales, inocentes y conectivos que trascienden atmósferas contaminadas de químicos mortales que envenenan la piel de la tierra que somos, que es.
Detrás de tanto visto y mirado, habita una mirada que lo abarca todo, y es tanto ese todo que las palabras se vuelven tonos musicales de colores y luces, recomponiendo la realidad desde otra dimensión más abarcativa que, aún sin llegar a su máxima expresión, ya se siente, ya se percibe en todas y cada una de las partes. Mientras tanto, ¿dónde estoy yo?, me pregunto. Y la única respuesta que escucho, si puedo decirlo así, es Aquí. Un aquí que en su quietud es la Vida misma en su danza incansable e infinita. ¿Cómo es eso?, sigo cuestionando. Sencillamente Es, escucho en mi interior. Esta es la paradoja existencial.
El pulso entre ser y estar es un pulsar equilibrante y equilibrado que precisa un proceso artesanal, como antes ocurría con los oficios: aquel que quería aprender un oficio, podía ser aceptado como aprendiz durante los años necesarios para no sólo aprender la técnica y dominarla, sino aprender a ser aquello que hacía compartiendo el alma en cada pieza que elaborara. Ahora hemos perdido esta última parte, la invisible; de no nombrarla por su sutilidad, nos olvidamos de ella y nos olvidamos de nosotros como seres humanos, pues sin alma, no hay humano real, auténtico, genuino, verdadero.
La mirada con la que miramos nos engaña muchas veces, porque no sabe desde dónde está mirando. Para descubrir su juego de escondite y acertijos ocultos, la única que lo consigue es la humildad que no tiene reparos en reconocerse aprendiz de todo y maga en proceso eterno de serlo, aprendiendo a ceder y a negociar acuerdos donde la Vida sea la única beneficiaria a expensas de la ignorancia de tantos, que al ver lo que ven se creen sabedores de certezas que solo existen en su interior mediocre y vacío de sentido, y ahí yo también me incluyo.
¿Será que la princesa cuyo nombre ha pasado al olvido es la excelsa Guardiana de la Verdad que oculta la Rosa? ¿Será que el Dragón milenario, fiel custodio de la Tierra y su Sabiduría, es el ser alado que protege con su vida el secreto de las cinco direcciones? ¿Será que el caballero iniciado de la Orden de la Tabla Redonda y la Cruz que la habita es el humano elegido para salvaguardar y proteger la Verdad que oculta la Rosa bañada de la sangre del Dragón en cuyo ADN se encuentra el misterio de la creación?
Hoy sólo quiero desvelarme a mí misma en mi genuina fragancia, a ver si así voy acostumbrándome al perfume de la Rosa que exhala mi piel y perfuma mi Ser en el mundo.
Cuando decidí formarme como facilitadora de Biodanza, mi deseo era dedicarme a tiempo completo a facilitar. Biodanza me había inyectado en las venas la confianza de recrear mi vida, sacando lo que ya estaba caducado, y sembrar y cuidar lo que me hacía crecer, así que primero me divorcié y al poco tiempo dejé mi trabajo fijo con quince pagas, buen horario, buen trabajo, buenos compañeros, pero no era suficiente feliz. Quería dedicarme por entero a mi pasión, a lo que ha llegado a ser mi vocación, mi manera de servir y vivir la Vida. ¿Una locura? Quizás, pero una locura que quería vivir, tal era la fortaleza que me había proporcionado Biodanza.
Los primeros años fueron muy duros. Pude soportarlos porque tenía el subsidio de desempleo y la pensión complementaria para mis hijos, además de lo que podía ganar con Biodanza. Fueron años de muchas horas de trabajo y aprender nuevos programas informáticos y otras tecnologías necesarias para llevar a cabo la tarea: hacer la publicidad, crear proyectos para vender en las instituciones públicas porque mi campo siempre ha sido el área social, pactar sesiones abiertas en centros de yoga o de crecimiento personal para dar a conocer la Biodanza, trabajar gratis impartiendo sesiones de Biodanza como voluntaria en algunas asociaciones porque no había otra manera de entrar sino era a través del voluntariado, reuniones con las personas responsables de los ayuntamientos para explicar los proyectos y que me dejaran hacer sesiones en las instalaciones municipales, hacer difusión entre las mamas y papas de la escuela de mis hijos, en las tiendas donde compraba, entre las amistades, preparar las sesiones de los grupos que iban saliendo, comprarme un buen equipo de música porque había lugares que el sonido era horrible y tenía que ir con mi equipo, un nuevo ordenador portátil porque sólo tenía ordenador de mesa, muchas horas de trabajo sin remunerar,…
La crisis económica del 2011 fue devastadora, tuve que ponerme a trabajar de lo que saliera para compensar la falta del subsidio de desempleo que ya había expirado y poder seguir con mi sueño de dedicarme sólo a la Biodanza. Ésta danza rítmica y melódica ha sido una tónica común a lo largo de los quince años de mi trayectoria profesional con Biodanza: ahora arriba-abajo, después abajo, abajo, arriba, abajo, y vuelta a empezar; una montaña rusa de precariedad económica y muchas, muchas, muchas horas de trabajo. Sólo pueden saberlo aquellas personas que han pasado por lo mismo, y según mi experiencia, son la mayoría.
En el caminar de estos años, de las personas que terminamos la formación y quisimos ejercer como facilitadoras, unas cuantas lo han dejado definitivamente, y las pocas que quedamos en pie, nunca hemos podido dejarlo del todo, a pesar de los apuros económicos y la rudeza de la precariedad, porque cuando Biodanza se instala en las venas, ya es para siempre.
Recuerdo que en uno de los primerísimos encuentros nacionales de Biodanza que se empezaron a realizar aquí en España de la mano de la Escuela de Biodanza Barcelona, dirigida por Luis Otavio Pimentel y Silvia Eick, Cézar Wagner dijo en una conferencia: Biodanza no es para vivir de ella. La Biodanza de salón no es Biodanza. ¿Qué quiere decir eso? pensé. Hablé con Cézar y me dijo que la Biodanza de salón, como llaman en Brasil a la Biodanza privada, es una Biodanza que acaba siendo mercantilista, donde el verdadero significado del mensaje biocéntrico acaba perdiendo su eje, se contamina por la necesidad económica del facilitador y facilitadora. Registré esa información durante mucho tiempo, sin terminar de asimilar su significado, y allí quedó a la espera de que, en el momento perfecto, me fuera revelada la verdad que la habitaba. Mientras tanto, yo seguía insistiendo en mi sueño, alimentado por el pensamiento de que «si otros lo han conseguido, ¿por qué yo no?. Con los años he entendido qué quiso transmitir Cézar con sus palabras y quiero compartirlo contigo porque puede que te sea útil.
Mi experiencia durante quince años, viajando por diferentes países del mundo, además de España, para seguir formándome como profesora de Biodanza (Italia, Brasil, Portugal y Francia), he observado que, en general y siempre según mi experiencia, por lo que lo que te voy a decir no es una verdad absoluta sino sólo mi experiencia, las personas que pueden dedicarse por completo a la Biodanza, gozan de recursos económicos «extras», me refiero a una pensión vitalicia, una herencia, una pareja que gana suficiente dinero como mantener los costos del vivir cotidiano, o cualquier otra cosa que permite a la facilitadora y facilitador, despreocuparse de si le llega o no el dinero suficiente para cubrir el mes. Si ésta es tu realidad, te felicito sinceramente. Disfrutalo y sigue adelante. Eres afortunada y mucho, porque en general, ésto no es lo que sucede.
Cuando hay que trabajar en un trabajo que te ocupa entre ocho y diez horas diarias durante cinco días a la semana para que a final de mes tengas un sueldo que te permita pagar los gastos cotidianos del vivir, ser facilitadora de Biodanza es literalmente una HAZAÑA, en mayúsculas, porque ser facilitadora no es sólo hacer sesiones de Biodanza, que al principio es un calvario en el sentido del tiempo que ocupa crear una sesión; es también crear la publicidad, encontrar la sala adecuada, pactar los acuerdos económicos con los propietarios del negocio, buscar participantes que en la práctica comercial son «clientes» (si podemos decirlo así), gestionar el grupo con todo lo que eso implica, también fuera de la sesión de Biodanza, …, además de todo esto tenemos la familia, las amistades, el cuidado de la casa, las mascotas si tienes, tu vida social,… Termina siendo realmente agotador. Aún así, el impacto de Biodanza es tal, que seguimos adelante con nuestro sueño de ser facilitadoras de Biodanza, pero la ilusión, poco a poco se va consumiendo y se va instalando una sensación de «no puedo», «quizás esto no es para mí», «algo estoy haciendo mal», «estoy agotada», etc, etc, etc.
Todo esto que estoy compartiendo contigo, desde mi experiencia (repito de nuevo), no nos lo dicen en la escuela cuando estamos formándonos. Sinceramente creo que no se dice porque Biodanza nos impulsa a cambiar el mundo en el que vivimos y ese impulso, supongo que para las escuelas es suficiente para seguir manteniendo su negocio. Desde mi perspectiva, si me lo hubieran dicho como parte de la formación, quizás no habría sufrido tanto, y digo sufrido con toda la conciencia del significado de esta palabra. Por supuesto, no me arrepiento de absolutamente nada. Es más, puedo decir que agradezco todo lo vivido tal como ha sido, porque sin ello, hoy no podría hacer lo que hago de la forma que lo hago, ni podría explicarte esto ni todo lo que te explico en mi canal de Youtube, en mis aulas, aquí y en mi vida en general. Te lo cuento, porque siento la necesidad de compartirlo. Creo firmemente en el poder de la comunidad biocéntrica, es el poder de la humanidad que nos habita, es el poder de la acción comunitaria y es aquí donde apunta este escrito.
Hay varios aspectos que quiero enfatizar de todo este proceso personal que he vivido y que creo pueden inspirarte, si es que en algo te resuenan mis palabras:
Para que la transformación perdure en el tiempo, el cambio es desde dentroa fuera. ¿Qué quiero decir con esto? Que si en serio has decidido ser facilitadora o facilitador de Biodanza, transforma tu entorno allí donde estés, en tu lugar de trabajo, en la familia, en el barrio, desde dentro, con tu acción transformadora biocéntrica, siempre y cuando el grado de toxicidad no sea nocivo para tu integridad. La transformación se da desde dentro. El ejemplo es mi madrina de educación biocéntrica, que trabajando en un banco muy importante regido por los principios capitalistas y patriarcales, con los años y la paciencia pedagógica biocéntrica que fue cultivando con el sostén y apoyo de sus maestras de Biodanza y educación biocéntrica, ha podido conseguir que allí donde ella empezó su carrera profesional y que tantas veces quiso dejarlo por la presión del entorno, hoy no sólo ocupa uno de los cargos importantes de la entidad sino que ha conseguido implementar la praxis biocéntrica en su entorno laboral, transformando la hostilidad machista en un entorno afectivo, respetuoso y gentil. Lo ha conseguido porque ha estado orientada, sostenida, aconsejada y guiada por personas que más allá de ser excelentes maestras y profesionales biocéntricas, tienen una mirada que traspasa sus intereses personales en pro de una acción transformadora real.
El grupo es la matriz del cambio. Ejercer como facilitadora y facilitador, no tiene porque ser una tarea en solitario. Fomentar las tareas en equipo, crear grupos de trabajo que desarrollen proyectos para vender a instituciones, empresas, asociaciones, no sólo para hacer las prácticas reglamentarias que se deben llevar a cabo en el proceso de la formación, sino ir más allá, con vistas de futuro, propiciando la creación de asociaciones, cooperativas de servicio donde las facilitadoras y facilitadores pueden desarrollar de forma remunerada, otros dones y talentos que como facilitadora de Biodanza también debemos desarrollar como ya hemos dicho antes: marketing, publicidad, captación de clientes, etc. Todo es un proceso de creación.
Como facilitadoras y facilitadores, didactas, directores y directoras de escuela, tenemos mucho camino por recorrer en el ejercicio y la praxis del principio biocéntrico. Nos necesitamos unos a otros, revisando lo que hacemos, cómo lo hacemos y desde dónde lo hacemos. La Biodanza no es un negocio, o no debería serlo, porque la Biodanza no ha nacido para servir al sistema hegemónico; nació para transformarlo desde dentro del propio sistema, del propio individuo, de la propia corporeidad vivida, no desde afuera.
dedicado a mi querido amigo Gunther, un hombre de bien
Toda la vida me he sentido ajena al mundo, como si perteneciera a otra galaxia, a otra atmósfera, a otra gente. Una añoranza profunda me ha invadido siempre, con una intensa sensación de querer volver a algún lugar que nunca acabo de encontrar por mucho que lo intente. A simple vista nadie lo diría, pero quiero contártelo porque lo que he descubierto en mí es tan importante y trascendente que quizás pueda ayudarte a ti o a un familiar tuyo, un hijo, una hermana, tu pareja, la amiga tan rara como tu, que quizás ha pasado por la experiencia de iniciar su vida intrauterina como gemelo y al llegar el parto, sin dejar rastro, ha nacido en solitario. No es tan extraño que esto ocurra; entre un 10 y un 15% de los embarazos en Europa, se sabe que inician como gemelos y sólo acaba sobreviviendo uno de ellos, sin dejar a penas rastro del otro, quizás algunas manchas o pequeñas pérdidas en los tres primeros meses de gestación.
Con la inseminación artificial, el porcentaje de embarazos gemelares han aumentado considerablemente y nos cabe prestar mucha atención a las secuelas que ocasiona en el gemelo superviviente la pérdida de su gemelo, el primer amor puro e incondicional, más significativo incluso que el amor materno.
En estos últimos años de mi vida, y ya son sesenta, en alguna ocasión he pensado que quizás sufría de un desequilibrio bioquímico o mental que me hacía sentir desgraciada, ausente, nostálgica de algo que no conseguía descubrir, viviendo un sin vivir, más allá de las bondades que me regala diariamente la vida. ¿Por qué siento esta tristeza que lo tiñe todo de un gris clarito, como si de un paisaje con niebla baja se tratara mi vida? ¿por qué no acabo de sentirme plena con nada y la plenitud que puedo sentir es tan pasajera? ¿Qué es lo que tengo que hacer para sentirme plenamente viva? Estas han sido las preguntas que se repetían una y otra vez en mi interior como un secreto muy oculto nunca compartido, aunque tengo amigas con las que lo comparto todo, absolutamente todo y gracias a ellas, muchas veces, me encuentro de nuevo cuando me he extraviado. ¿Tengo alguna tara que afecta mi psique?
Un cansancio imperceptible se estaba acumulando con tal magnitud, que siento que hubiera podido enloquecer si Gunther y su compañera Ainhoa no hubieran aparecido en mi vida. Nada es casual, ya lo sabes.
Nos conocimos gracias a nuestros respectivos perros, en esos lugares donde los caninos puedan estar con otros de su especie, jugando y socializándose, mientras sus humanos entablan conversaciones que van desde lo más superficial hasta lo más trascendente. Enseguida conectamos, sobretodo con Gunther. Había algo muy familiar en él que me recordaba a mí misma.
Gunther y yo coincidimos varios días seguidos en nuestros paseos y nos hicimos hermanos. Coincidíamos en gustos musicales, en la necesidad de contacto, en el placer por el silencio y la naturaleza, en la búsqueda de la trascendencia y la profundidad del vivir. En uno de nuestros paseos, con nuestras conversaciones transcendentes sobre la vida y el vivir, me dice que él percibe que yo inicié mi vida intrauterina con un gemelo que no prosperó. Cuando me lo dijo no me sorpendió. Me paré y escuché mi interior: todo mi cuerpo me dijo que era verdad. Al abrir la puerta de la certeza, recordé que, en dos ocasiones diferentes, con muchos años de distancia entre ambas, esta información ya me había llegado de forma muy sutil e indirecta. La primera vez fue con un profesor al que yo respetaba mucho que, en un momento dado me preguntó si antes que yo naciera había habido algún aborto. Lo ignoraba así que se lo pregunté a mi mamá y ella lo negó rotundamente. Muchos años después, una alumna mía de Biodanza me invitó a un taller que impartía ella misma sobre el Gemelo evanescente. Yo no sabia nada sobre el tema, así que me lo explicó con detalle. En ese momento, me llamó la atención pero no sentí que fuera para mí y lo dejé pasar. Años más tarde, (a la tercera va la vencida), llega Gunther y en un paseo por el bosque sencillamente me lo dice y yo siento que es verdad.
Seguimos hablando sobre el tema y me deja un libro de dos terapeutas que después de diez años de experiencia, han recopilado muchos datos de los efectos que causa esa vivencia temprana. Devoro el libro casi de un tirón. En mi interior siento que la pieza del puzzle que nunca encontraba y que pensaba perdida, ya ha aparecido y todo comienza a encajar a gran velocidad: mis dos trabajos con dos currículum (secretaria de investigación médica de día y de noche Integradora social) ademas de madre y esposa, con una capacidad de trabajar que para mí era normal pero siempre creaba asombro a mi alrededor; mi desarraigo a lo palpable, lo material, lo efímero, siempre mirando hacia el cielo en búsqueda de algo que me enraizara, que diera pleno sentido al vivir; viviendo con prisas, como si siempre se me acabara el tiempo, con la muerte presente como algo natural en mi vida. De hecho mi tesis de titulación como profesora de Biodanza se titula “Hablamos de muerte”, y un sinfín de cosas más con las que me iba identificando en la medida que leía los diferentes relatos de los gemelos solitarios. Todo se estaba ordenando en mi interior a gran velocidad.
Con los días, voy reconociendo el impacto que me causó haber compartido los primeros meses de mi vida intrauterina con un hermano gemelo al que llamo Marcelo, nuestro amor absolutamente incondicional y genuino, auténtico, invencible; mucho más puro y real que el de una madre con su criatura. Sí, como oyes. Hoy sé que el amor entre gemelos es el amor del que hablan los maestros espirituales, vivido en la carne desde el mismo instante de ser concebidos, dejando la impronta en nuestra memoria celular del único Amor que existe y que es la Fuente de todo.
Mucho ha sido el sufrimiento sostenido de una muerte silenciosa vivida en el vientre de la madre, percibir como el ser que te complementa, que está unido a ti en la más absoluta intimidad posible, se va desvaneciendo poco a poco sin poder hacer nada, sin entender, sin saber qué está ocurriendo, sin poder escapar al horror. Recuerdo un olor de putrefacción que me generaba nauseas y una rabia feroz; una soledad inconmensurable por su pérdida, una ausencia devastadora que me impulsaba a desear morir desesperadamente aunque la Vida ya me habitaba fuertemente y no había cómo deshacerse de ella. La Vida era para mí un castigo, una penalidad, y todo eso sin palabras, sin raciocinio, sin elaboración mental, sólo vivencia desgarradora que se incrustaba en mis células condicionando mi manera de relacionarme conmigo, con el otro y con la Vida.
A lo largo de mi vida, en esa búsqueda incansable de ser Libre, he tenido momentos que han marcado un antes y un después en mi proceso de ser-en-el-mundo. En Biodanza tuve dos experiencias de renacimiento muy transformadoras. Una de ellas fue en el agua, con Margarita Karger como profesora, en el año 2002; recuerdo la sensación de estar en el vientre de mi madre y literalmente ahogarme, morirme de desesperación. La otra fue con Silvia Eick en la extensión Renacer donde yo no tenía fuerzas para salir al mundo. Esta última y tercera, ha sido con Gunther y Ainhoa en su casa, un día que acudí a ellos en plena crisis de angustia imposible de sostener porque las memorias prenatales se habían activado muy fuertemente y todo ocurría a gran velocidad. Ambos me sostuvieron en esos momentos de profunda desesperación y poco a poco, todo fue calmándose.
Después Ainhoa me hablaba despacio, dejando que todo volviera a su sitio desde otro lugar nuevo donde la comprensión de lo vivido se iba aposentando lentamente. Pasé dos días sin a penas hablar, sin hambre, descansando mucho, y… al tercer día resucité.
El proceso sigue su evolución. Ya no siento ese vacío frío en mi interior. La tristeza se ha desvanecido, el miedo también. Me han crecido nuevas raíces que se agarran a la tierra con ganas. Lo que buscaba ya lo he encontrado. Siempre ha estado en mí y siempre estará. Somos dos y uno a la vez. Empiezo a vislumbrar la que soy desde una nueva identidad integrada que me llena de Paz. La prisa se está difuminando. Soy y estoy Aquí y Ahora de verdad. Sigo adelante con una renovada sensación de vivir y estar presente.
Te dejo un video de los autores del libro «El gemelo solitario», Peter Bourquin y Carmen Cortés por si es de tu interés.
Me rindo. No puedo sostener más la inquietud que me genera esperar unos resultados que no acaban de llegar nunca. De hecho, es así siempre. Todo viene en el momento perfecto, aunque no es precisamente el que mi ego dominador quiere. Esta es la cuestión primordial de todo el entramado del vivir: aprender a desprenderse del resultado porque no está en nuestras manos, sino en las energías que se mueven del lado luminoso al oscuro, en su danza constante y necesaria, impulsando la creación de la realidad.
El caso es que me dedico al desarrollo humano y la integración de procesos de transformación mediante cursos, talleres y encuentros para profesionales de la Biodanza, la educación biocéntrica y personas comprometidas con servir a la evolución armónica de la Vida. ¿Para qué? para reflexionar sobre lo que hacemos, porqué lo que hacemos y cómo lo hacemos, para qué, desde dónde, vivenciar con el cuerpo, la música y el grupo porque es en nuestra corporalidad donde todo ocurre, es la música y el arte la que nos puede facilitar ingresar en lugares desconocidos o escondidos que tienen tesoros valiosos para mostrarnos, porque es en la tribu humana que nos podemos mirar y reconocernos como hermanos aún en nuestras diferencias que suman valor a todo lo que creamos.
Me encanta crear espacios donde hacemos surgir la magia de reconocernos seres vivos, no sólo viviendo la Vida, sino siendo la Vida misma. Ver la transformación de sus rostros a lo largo del proceso participativo, cómo vienen y cómo regresan a su cotidiano, con brillo en los ojos, la sonrisa en su rostro, la forma ligera de andar, de moverse, el tono afectuoso de su voz. Me encanta a lo que me dedico.
También soy escritora, escribo cuentos que uso en mis talleres o no, y algún día los publicaré. Escribo mis pensamientos en diarios, libretas y más libretas de todos los tamaños; escribo ensayos técnicos de mi experiencia como profesora, lo que sirve y lo que no, lo que me mueve por dentro; escribo lo que estudio, lo que leo y me interesa retener,… El caso es que todo es maravilloso hasta que me encuentro con que la fecha del evento que he propuesto se hacer y sólo se han apuntado cuatro o cinco personas, cuando tendrían que ser doce. No ocurre siempre, pero cuando ocurre, a veces simplemente no le doy importancia, y otras veces se moviliza en mi interior una inquietud que me descentra. Cuando veo que ya he perdido mi centro y no consigo volver a encontrarlo, entonces escribo y todo se va ordenando en la medida que las palabras ocupan la hoja desnuda que las acoge. Esto es lo que me ha ocurrido hoy y he decidido compartirlo contigo.
Mientras soltaba poco a poco la queja que me apretaba el corazón y me tensaba la musculatura de los hombros me he preguntado, ¿Cuál es la realidad esencial que deseo?
Más allá de los detalles que me mantienen entretenida en la queja o el disgusto, el origen de mi deseo se asienta en liberarme ¿o debería decir trascender? de las exigencias egocéntricas de mi «ego pequeñín» incansablemente travieso que se prioriza como un niño tozudo negándose a crecer, insistiendo en quedarse pequeño para siempre, quejoso de que no le salen las cosas como a él le gusta, aunque no sabe concretar el resultado que espera obtener. Es muy agotador cuando eso ocurre, pero después de múltiples intentos, perseverar en mi pasión es lo único que puedo hacer si de verdad quiero conseguir ser libre de mí misma.
En realidad la libertad no es algo que sea un deseo genuinamente mio. Es ancestral, primigenia, originaria; la razón por la cual quisimos experimentar qué es esto de ser humus, o sea, el detrito de todo lo orgánico que en su proceso de putrefacción transformativa, construye más vida. Visto como metáfora es realmente hermoso.
Si fuéramos [la humanidad] el experimento de unos genetistas gigantes creando una nueva especie capaz de reciclar la descomposición de los restos orgánicos de otros organismos vivientes para seguir construyendo la Vida desde la Consciencia de Sí-mismo, con la capacidad de poder decidir si hacerlo o no, o llevarlo a cabo en otro momento que no sea Ahora, probablemente seríamos una constante frustración para su experimento, a no ser que fueran expertos [los genetistas] en la complejidad implícita de la Libertad.
El ser humano, además de ser el principal elemento de fertilidad y nutrición de Gaia, [seguimos aprendiendo a cómo hacer eso de la mejor manera posible]es libre y ésta es la gran paradoja existencial. ¿cómo es eso de ser libre en una probeta donde convivimos con otros tantos organismos y todo está permitido?
Una vez escuché decir a un sabio de estos que estudian los misterios y al ser humano, que lo que llamamos Dios o Inteligencia Suprema causa primera de todas las cosas, o el nombre que te resuene porque tiene muchos, incluso lo Innombrable, en realidad nos necesita, porque la Creación es todas las posibilidades infinitas eternamente manifiestas, cada una de ellas con una función específica y concreta, de manera que el sistema como un todo, se autogenera en su proceso complejo de evolución permanente.
Pues bien, parece que eso fue así durante millones y millones de años, hasta que en el último segundo, la Inteligencia Suprema decidió crear al ser humano, el humus de su Creación, el único ser dotado de libre albedrío. Todo lo creado percibió lo peligroso que podía ser eso. Hablaron y debatieron entre ellos hasta que finalmente decidieron confiar en las posibilidades que les ofrecía llevar a cabo el gran reto. Iban a ayudar al humano a hacer su función en el Orden Cósmico porque sabían que los humanos perderían el recuerdo de lo que son. Y ahí andamos, aprendiendo a recordar qué es la Libertad y cómo sincronizarse con ella.
Se dejaron mensajes encriptados de mil formas para que el humano recordara. Unas veces en piedras grabadas, en monumentos, en pergaminos, dentro de vasijas, en cuevas, enterrados bajo toneladas de tierra, en las paredes de los grandes edificios,… Hasta ahora no lo estamos consiguiendo pero todavía hay esperanza. Seguimos preguntándonos si existe la sincronicidad perfecta en un círculo evolutivo donde la multiplicación celular resulta en un universo.
La respuesta es sí, como tendencia. Cuando se consigue la sincronicidad, puedes optar por quedarte de observadora descansando de la [ardua] travesía, o involucrarte en ayudar a otros en su propio viaje de iniciación al encuentro sincrónico de Sí-Mismo. El caso es que, de una forma u otra vas a hacer las dos cosas frecuencialmente, hasta que la Consciencia Suprema cierre los ojos, y en su propio ciclo creador, todo se reinicie de nuevo una vez más.
¿Simple no? La complejidad viene cuando intervienen los procesos internos que no podemos abarcar en nuestra condición de humanidad porque aún somos demasiado infantiles. De hecho somos los últimos de la creación y hay mucho por aprender de este juego de equilibrio y ostentación*.
*Ostentar: originalmente quiere decir tender [extender] algo frente a otro para manifestarlo reiteradamente.