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El gemelo solitario. Relato de una vivencia integradora biocéntrica

dedicado a mi querido amigo Gunther, un hombre de bien

Toda la vida me he sentido ajena al mundo, como si perteneciera a otra galaxia, a otra atmósfera, a otra gente. Una añoranza profunda me ha invadido siempre, con una intensa sensación de querer volver a algún lugar que nunca acabo de encontrar por mucho que lo intente. A simple vista nadie lo diría, pero quiero contártelo porque lo que he descubierto en mí es tan importante y trascendente que quizás pueda ayudarte a ti o a un familiar tuyo, un hijo, una hermana, tu pareja, la amiga tan rara como tu, que quizás ha pasado por la experiencia de iniciar su vida intrauterina como gemelo y al llegar el parto, sin dejar rastro, ha nacido en solitario. No es tan extraño que esto ocurra; entre un 10 y un 15% de los embarazos en Europa, se sabe que inician como gemelos y sólo acaba sobreviviendo uno de ellos, sin dejar a penas rastro del otro, quizás algunas manchas o pequeñas pérdidas en los tres primeros meses de gestación.

Con la inseminación artificial, el porcentaje de embarazos gemelares han aumentado considerablemente y nos cabe prestar mucha atención a las secuelas que ocasiona en el gemelo superviviente la pérdida de su gemelo, el primer amor puro e incondicional, más significativo incluso que el amor materno.

En estos últimos años de mi vida, y ya son sesenta, en alguna ocasión he pensado que quizás sufría de un desequilibrio bioquímico o mental que me hacía sentir desgraciada, ausente, nostálgica de algo que no conseguía descubrir, viviendo un sin vivir, más allá de las bondades que me regala diariamente la vida. ¿Por qué siento esta tristeza que lo tiñe todo de un gris clarito, como si de un paisaje con niebla baja se tratara mi vida? ¿por qué no acabo de sentirme plena con nada y la plenitud que puedo sentir es tan pasajera? ¿Qué es lo que tengo que hacer para sentirme plenamente viva? Estas han sido las preguntas que se repetían una y otra vez en mi interior como un secreto muy oculto nunca compartido, aunque tengo amigas con las que lo comparto todo, absolutamente todo y gracias a ellas, muchas veces, me encuentro de nuevo cuando me he extraviado. ¿Tengo alguna tara que afecta mi psique?

Un cansancio imperceptible se estaba acumulando con tal magnitud, que siento que hubiera podido enloquecer si Gunther y su compañera Ainhoa no hubieran aparecido en mi vida. Nada es casual, ya lo sabes.

Nos conocimos gracias a nuestros respectivos perros, en esos lugares donde los caninos puedan estar con otros de su especie, jugando y socializándose, mientras sus humanos entablan conversaciones que van desde lo más superficial hasta lo más trascendente. Enseguida conectamos, sobretodo con Gunther. Había algo muy familiar en él que me recordaba a mí misma.

Gunther y yo coincidimos varios días seguidos en nuestros paseos y nos hicimos hermanos. Coincidíamos en gustos musicales, en la necesidad de contacto, en el placer por el silencio y la naturaleza, en la búsqueda de la trascendencia y la profundidad del vivir. En uno de nuestros paseos, con nuestras conversaciones transcendentes sobre la vida y el vivir, me dice que él percibe que yo inicié mi vida intrauterina con un gemelo que no prosperó. Cuando me lo dijo no me sorpendió. Me paré y escuché mi interior: todo mi cuerpo me dijo que era verdad. Al abrir la puerta de la certeza, recordé que, en dos ocasiones diferentes, con muchos años de distancia entre ambas, esta información ya me había llegado de forma muy sutil e indirecta. La primera vez fue con un profesor al que yo respetaba mucho que, en un momento dado me preguntó si antes que yo naciera había habido algún aborto. Lo ignoraba así que se lo pregunté a mi mamá y ella lo negó rotundamente. Muchos años después, una alumna mía de Biodanza me invitó a un taller que impartía ella misma sobre el Gemelo evanescente. Yo no sabia nada sobre el tema, así que me lo explicó con detalle. En ese momento, me llamó la atención pero no sentí que fuera para mí y lo dejé pasar. Años más tarde, (a la tercera va la vencida), llega Gunther y en un paseo por el bosque sencillamente me lo dice y yo siento que es verdad.

Seguimos hablando sobre el tema y me deja un libro de dos terapeutas que después de diez años de experiencia, han recopilado muchos datos de los efectos que causa esa vivencia temprana. Devoro el libro casi de un tirón. En mi interior siento que la pieza del puzzle que nunca encontraba y que pensaba perdida, ya ha aparecido y todo comienza a encajar a gran velocidad: mis dos trabajos con dos currículum (secretaria de investigación médica de día y de noche Integradora social) ademas de madre y esposa, con una capacidad de trabajar que para mí era normal pero siempre creaba asombro a mi alrededor; mi desarraigo a lo palpable, lo material, lo efímero, siempre mirando hacia el cielo en búsqueda de algo que me enraizara, que diera pleno sentido al vivir; viviendo con prisas, como si siempre se me acabara el tiempo, con la muerte presente como algo natural en mi vida. De hecho mi tesis de titulación como profesora de Biodanza se titula “Hablamos de muerte”, y un sinfín de cosas más con las que me iba identificando en la medida que leía los diferentes relatos de los gemelos solitarios. Todo se estaba ordenando en mi interior a gran velocidad.

Con los días, voy reconociendo el impacto que me causó haber compartido los primeros meses de mi vida intrauterina con un hermano gemelo al que llamo Marcelo, nuestro amor absolutamente incondicional y genuino, auténtico, invencible; mucho más puro y real que el de una madre con su criatura. Sí, como oyes. Hoy sé que el amor entre gemelos es el amor del que hablan los maestros espirituales, vivido en la carne desde el mismo instante de ser concebidos, dejando la impronta en nuestra memoria celular del único Amor que existe y que es la Fuente de todo.

Mucho ha sido el sufrimiento sostenido de una muerte silenciosa vivida en el vientre de la madre, percibir como el ser que te complementa, que está unido a ti en la más absoluta intimidad posible, se va desvaneciendo poco a poco sin poder hacer nada, sin entender, sin saber qué está ocurriendo, sin poder escapar al horror. Recuerdo un olor de putrefacción que me generaba nauseas y una rabia feroz; una soledad inconmensurable por su pérdida, una ausencia devastadora que me impulsaba a desear morir desesperadamente aunque la Vida ya me habitaba fuertemente y no había cómo deshacerse de ella. La Vida era para mí un castigo, una penalidad, y todo eso sin palabras, sin raciocinio, sin elaboración mental, sólo vivencia desgarradora que se incrustaba en mis células condicionando mi manera de relacionarme conmigo, con el otro y con la Vida.

Una ecografía muy temprana en la que se percibe como un embrión sigue creciendo y el otro va reduciéndose hasta desaparecer.

A lo largo de mi vida, en esa búsqueda incansable de ser Libre, he tenido momentos que han marcado un antes y un después en mi proceso de ser-en-el-mundo. En Biodanza tuve dos experiencias de renacimiento muy transformadoras. Una de ellas fue en el agua, con Margarita Karger como profesora, en el año 2002; recuerdo la sensación de estar en el vientre de mi madre y literalmente ahogarme, morirme de desesperación. La otra fue con Silvia Eick en la extensión Renacer donde yo no tenía fuerzas para salir al mundo. Esta última y tercera, ha sido con Gunther y Ainhoa en su casa, un día que acudí a ellos en plena crisis de angustia imposible de sostener porque las memorias prenatales se habían activado muy fuertemente y todo ocurría a gran velocidad. Ambos me sostuvieron en esos momentos de profunda desesperación y poco a poco, todo fue calmándose.

Después Ainhoa me hablaba despacio, dejando que todo volviera a su sitio desde otro lugar nuevo donde la comprensión de lo vivido se iba aposentando lentamente. Pasé dos días sin a penas hablar, sin hambre, descansando mucho, y… al tercer día resucité.

El proceso sigue su evolución. Ya no siento ese vacío frío en mi interior. La tristeza se ha desvanecido, el miedo también. Me han crecido nuevas raíces que se agarran a la tierra con ganas. Lo que buscaba ya lo he encontrado. Siempre ha estado en mí y siempre estará. Somos dos y uno a la vez. Empiezo a vislumbrar la que soy desde una nueva identidad integrada que me llena de Paz. La prisa se está difuminando. Soy y estoy Aquí y Ahora de verdad. Sigo adelante con una renovada sensación de vivir y estar presente.

Te dejo un video de los autores del libro «El gemelo solitario», Peter Bourquin y Carmen Cortés por si es de tu interés.

Amor y Servicio más que nunca.

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