Notas de navegación

La facilitación y el libre albedrío

Los sabios rishis de la India, ascetas que recibieron las enseñanzas eternas que contienen la descripción detallada de qué es Dios, cómo surge la Creación, la Vida, cómo se organiza, cómo es su complejidad, sus múltiples dimensiones, sus ciclos, cómo se nombra, y todo cuanto es necesario para comprender más allá del intelecto, nos cuentan que Dios (como Inteligencia Suprema causa primera de todas las cosas), aún estando presente en todo cuanto existe, pues sólo existe Él, es percibido por el ser humano en lo más sutil, en lo innombrable, en lo intuido, en los silencios y en el sonido del silencio.

El silencio al que me refiero, no es un vacío como podríamos imaginar en nuestra mente limitada; el silencio donde podemos encontrarnos a Dios es plenitud, como cuando estamos en lo alto de una montaña percibiendo el paisaje en todo su esplendor, derramando la vista por todo el entorno que aparece infinito, inmenso, vivo … armónicamente silencioso. Ese silencio que se halla en nuestro interior y se proyecta hacia fuera creando realidades, es donde podemos conversar con Él/Ella, con la divinidad que nos habita.

El diálogo que se genera no es una conversación cualquiera. Está llena de ráfagas atemporales de memorias eternas que contienen respuestas a todo cuanto podamos imaginar. Ahora bien, las respuestas son de acuerdo a nuestra veracidad y sólo si estamos sintonizados en la misma frecuencia. Esto no nos lo enseñan en las escuelas, ni en las universidades, ni tan siquiera en la familia; esto se aprende con el vivir, aunque podemos cambiarlo si nos lo proponemos. ¿Cómo? creando más y más espacios de escucha interior, de contemplación, de encuentros sinceros sin expectativas, encuentros de silencio, de de presencia, música y canto, de abrazos y creatividad, de risa, de rezo, de transformación. Me refiero a Biodanza y a todo espacio biocéntrico que generamos con nuestro hacer en todo lugar. Facilitar esos espacios, demanda estar atenta y consciente, en formación continúa y auto-observación, en estudio constante, en recogimiento, apertura y reflexión; en definitiva: en contacto consciente con la Vida.

Lo que me llama la atención en estos días, es la dimensión extraordinaria del Libre albedrío: ese silencio implícito que conlleva la libertad de ser y dejar ser hasta que se haga en la Tierra lo que está en el Cielo. Cuando consigo ese silencio conectivo, me encuentro con Dios, con Eso que todo lo habita (aunque a veces mi ignorancia me hace pensar que no), y Lo siento aquí, respirando en mí y en todo a la vez. Y aunque duela ese amar silencioso divino, ese cuido silente sagrado que a veces me hace llorar de nostalgia y alegría a la vez, después, cuando el instante de dolor es acariciado por mis manos y lo arropo con mi cuido que no es mío sino que es de Madre, entonces comprendo más allá de mi ser pensante, que el ejercicio imperceptible de hacer presente la Libertad Sagrada o Sagrada Libertad (lo que llaman el «libre albedrío») es la Gran enseñanza que como humanidad me/nos corresponde vivenciar, integrar i compartir.

Así entiendo entonces que la vivencia se expande más allá de mis acciones y no-acciones, pues no sólo es energía y magnetismo; sobre todo Es y en ese Ser (que a veces me sigue doliendo), poco a poco me asiento en un «trono» (como dice Paramahansa Yogananda) donde aquello que Yo Soy y que aún no sé nombrar, Es y nunca ha dejado de ser. Paradójico y simple a la vez.

Amar y dejar que cada quien encuentre el Amar en el Amor. Amar aún sabiendo que las elecciones que tomamos llevan implícito el dolor y el doler. Amar más allá de lo aprendido y lo enseñado. Amar amando el Amor que Ama.

El tiempo y la distancia nos dotan de esa percepción interna que cuando deja de pertenecer al «soy yo» egóico, pasa al Yo Soy que habita en el silencio, atentamente silencioso, armónicamente silente, humildemente magnánimo. Mientras, seguimos facilitando espacios internos de Amor y Servicio, que se expresan fuera y van creando las Realidades Reales, ejercitando la realeza olvidada.

¿Porqué te cuento todo esto y lo relaciono con la facilitación de procesos de integración, con la facilitación de Biodanza y espacios biocéntricos?. Porque estoy viva y porque la Vida sigue estando al centro, y mientras Ella siga en el centro, no puedo dejar de contarte todo cuando siento. Me hace bien. Nos hace bien. Aunque no se entienda, hace bien, porque no es al entendimiento a quien me dirijo; es al corazón, al alma, que no es mi alma ni la tuya, Es la nuestra.

Me surge compartir los Tres Tesoros del I Ching escritos por Lao-Tsé: Amor, Satisfacción y Humildad, de los que deriva una de las máxima del Tao.

Sólo los que aman son valientes;

Sólo los satisfechos son magnánimos;

sólo los humildes son capaces de dirigir»

Tao Te Ching

A mi nieto Arnau.

Amor y Servicio

Biodanza

Relato de intimidad verbal de una facilitadora de Biodanza a la comunidad biodanzante del mundo

Dedicado a mis maestras y maestros de Biodanza y Educación Biocéntrica. Con todo mi amor y reconocimiento.

Inspirada por el video de la conferencia titulada «Afectividad y ética» de Carlos García, director de la Escuela de Biodanza de la ciudad de Buenos Aires (al pie te dejo el vídeo entero por si te interesa), he decidido compartir en relato de vivencia, la experiencia de ser una facilitadora de Biodanza calificada de «incómoda» en algunos de los círculos de Biodanza. Este post va dirigido especialmente a la comunidad Biodanza del mundo pues no es un caso aislado; ocurre con demasiada frecuencia en nuestro entorno biodanzante.

No pretendemos apenas elevar la calidad de vida de las personas,  somos decididamente más ambiciosos, pretendemos la felicidad. Rolando Toro Araneda.

A simple vista parecería que según el principio biocéntrico, fundamento del sistema Biodanza y de la vida de toda facilitadora de Biodanza, nuestra comunidad debería ser ejemplo de coherencia e integración afectiva, trascendiendo el antiguo paradigma androcéntrico y patriarcal, y estabilizando el paradigma biocéntrico en todas y cada una de nuestras relaciones. Pero la sombra forma parte de la propia experiencia del vivir, y en Biodanza no podemos evitarla; tampoco lo hacía su creador. ¿Acaso la sombra no es también un aspecto de la misma Luz? Honrando la memoria del maestro Toro y reconociendo su precioso legado, nos cabe revisar no el sistema en sí, sino el uso que hacemos de él.

Nuestra comunidad Biodanza está dividida por desencuentros que nos mantienen separadas y condicionadas por barreras de egos exaltados y altivos. Eso, en sí mismo, es disociativo. A mi entender la facilitación de Biodanza pide excelencia continuada, y digo continuada porque la excelencia que señalaba Rolando Toro, no la propuso como un destino sino como camino; camino de vida que escogemos cuando asumimos la facilitación como servir a la Vida. La cuestión es, ¿qué es servir desde la mirada biocéntrica? Demasiado a menudo se da por hecho un entendimiento consensuado y se actúa «como si» fuéramos inmunes a la arrogancia, la vanidad, la manipulación. La realidad es que el pensamiento crítico dentro del entorno Biodanza, se cuestiona, se evita y se juzga en nombre del faso «cuido».

Y digo esto porque mi experiencia como facilitadora «incómoda» no es un caso aislado. Demasiado a menudo la facilitación se viste de rol y de autoridad moral, repitiendo patrones patriarcales que permanecen aún activos en el inconsciente individual y colectivo a la espera de ser mirados, reconocidos y desvanecidos por el calor del entendimiento humano. Pero eso no puede ocurrir cuando la persona que facilita se identifica con el rol y crea su identidad bajo la autoridad moral que sustenta su creencia, y así facilita grupos y esparce la simiente de la confusión y la falsa dicha en su comunidad.

Mi intención no es descalificar, ni defender, ni enfrentar. Por supuesto, hay muchas facilitadoras y didactas absolutamente comprometidas con su misión. Lo que me impulsa a escribir este post es compartir realidades que, aunque no coincidan con tu experiencia, son verdades que precisan ser escuchadas porque han generado y generan aún sufrimiento, desconsuelo y mucha soledad. Si, una soledad impuesta por el colectivo, que con su silencio, ha permitido y sigue permitiendo que la facilitación maternal, la seductora, la manipuladora, la que sitúa al facilitador como una estrella de cine interpretando un papel de «ser perfecto» que le autoriza moralmente a exigir camufladamente un vasallaje y una fidelidad en nombre del falso cuido y la falsa pertenencia.

Artista: Jopi #jopienamorada

Haciendo uso de esa autoimpuesta y consentida «autoridad moral», en mi comunidad Biodanza me etiquetaron de intensa. Algunas de ellas siguen haciéndolo, pero ya no tiene el menor impacto en mí.

Intensa puede parecer un calificativo inofensivo, incluso gracioso o cariñoso, pero en mi experiencia, no lo es. Con los años y mi especialización con el sagrado femenino, he sabido de muchas mujeres que han sufrido ese mismo calificativo, y digo mujeres porque entre nosotras ser «intensa» es ser exagerada, inadecuada, problemática, inapropiada,… en relación a un estándar de comportamiento «normalizado».

Intensa me llamaban por mi expresión apasionada, por mi vitalidad, por mi mirada crítica que no está bien vista porque «incomoda». Es cierto que cuando permitimos que el sentido crítico se manifieste en nuestras aulas y círculos de intimidad verbal de Biodanza, nos exponemos a situaciones que pueden llegar a ser muy incómodas, y digo incómodas porque esa incomodidad es el reflejo que nuestras carencias, de nuestras propias mentiras y creencias con las que danzamos la Vida. Y esa incomodidad es la que muchas profesoras evitan en sus aulas, en sus clases de Biodanza, en sus ruedas verbales, pero justo es ahí donde la facilitadora ejerce su saber, no como «la que sabe», sino como la que deja a la Vida ser la verdadera protagonista, pues solo Ella sabe qué y cómo hacer para que la armonía y el equilibrio prevalezca en la expresión de la diversidad del sentir.

Fue Ruth Cavalcante, la creadora de la Educación Biocéntrica quien me rescató del estigma. En una aula de educación biocéntrica, ante una situación que en otro contexto hubiera sido de incomodidad, de esa incomodidad sectaria y excluyente, ella me dijo mirándome fijamente: – Nunca pidas perdón por preguntar y querer saber. Cuestionar es un derecho humano que no podemos perder -, y siguió diciendo a toda la aula: – Honro el coraje de ser cuestionadora en este mundo hostil,… Nunca más me he sentido inadecuada. Despedí mi etiqueta y sustituí mi nostalgia de amor por el auténtico sentimiento de amar-me sin condiciones.

Vivir esta experiencia de «ser inapropiada» incluso en la comunidad Biodanza, me ha ayudado a percibir que detrás de los abrazos y las caricias que tanto prodigamos en Biodanza, también se esconden mentiras sostenidas que proyectan el personaje encarnado por el rol de facilitar.

La facilitación para mí es una bendición y como tal conlleva riesgos. Nos enfrenta a las propias carencias y nos pide ser autocríticas con nuestro hacer. Atender, cuidar y fomentar la excelencia en la facilitación (y en la Vida, por supuesto), repercute no sólo en la propia felicidad, sino en el entorno, en el mundo, y es así como generamos cambios. No dejes nada bajo la alfombra; se acumula la suciedad y la apariencia te consume.

Si has llegado hasta aquí y te resuena lo compartido, me hace feliz. Si por el contrario te has sentido ofendida, disgustada o incomodada, no ha sido mi intención; te pido disculpas. Sólo déjalo pasar y sigue tu camino. Mi deseo es crear con la palabra, un espacio donde recuperar el arte de la escucha para leer la vida y amarla más allá de las creencias y los papeles con los que nos hayamos identificado creando así una falsa identidad. Todo es Vacío, es Cero, y en ese círculo eterno nos mecemos. No lo olvidemos.

Com Amor y Servicio.

Aquí el video que te he comentado al principio.

Videoconferencia de Carlos García, el 1 de juliol 2020. Afectividad y ética en Biodanza