Educación Biocéntrica

Significado del Tiempo en la Vida y el Arte

Uno de los aprendizajes que me regaló mi perro-lobo Rocablanca, en su último viaje, fue la vivencia de Tiempo; ese factor sincronizador o asincrónico que tanta tarea acarrea, porque una cosa es vivir en Cronos, la otra es vivir en Kairós, y la tercera (para mí la más importante) es vivir entre Kairós y Cronos, o sea, en el entremedio, y no morir en el intento.

Ese «entre dos» cuando hablamos del factor tiempo, los griegos antiguos lo llamaron Aión, el tiempo eterno, el que no tiene ni principio ni fin, representado numéricamente por el 8, la resonancia del Infinito, el paquete de información que nos habla de la eternidad, de la inmortalidad, del no-tiempo, entre otras cosas.

El factor tiempo ha sido una búsqueda constante en mi existencia. Con Biodanza pude ponerle cuerpo y esto significó para mí un antes y un después en mi vida, pero la búsqueda continuó. ¿Por qué? porque no es suficiente una parte del pastel, una fracción del completo; el ser está diseñado para vivir la Vida y Ella es transformación constante, así que las fracciones sólo son puertas de entendimiento que nos posibilitan seguir avanzando hacia otras proporciones o fracciones que van componiendo el círculo completo, como el Ojo de Horus que, en la medida que vamos descubriendo las proporciones de sus formas y sus múltiples significados, la forma aparente toma pleno significado y se nos revela su forma real.

La esquina interior era ½, el iris ¼, la ceja 1/8, la esquina exterior 1/16, mientras que los ornamentos debajo del ojo continuaban la secuencia 1/32, 1/64 

Pues bien, mi amado perro-lobo RocaBlanca, tras su marcha, me dejó con la tarea de encontrar la llave maestra, la pieza del puzle que completaba la comprehensión del tiempo. ¿Por qué? porque Roc se había ido y su paso por mi vida durante 14 años fue verdaderamente significativo hasta el último instante, que me dejó el regalo de una relación tan plena en sí misma que no cabía la tristeza tras su marcha, así que el vacío que sentía no era de pena. ¿De qué entonces? Estaba relacionado con el tiempo. De repente, el tiempo me pertenecía, era mío y no sabía muy bien qué hacer con él. Las pautas que marcaban el compás del devenir circulaban en torno a sus necesidades, de las que yo era responsable, de ahí que, con su ausencia, el tiempo se me presentaba como algo nuevo a experimentar, algo nuevo a lo que debía acostumbrarme de la mejor manera posible. Y así ha sido, o está siendo en realidad. El factor tiempo se ha revelado como una pieza fundamental para mí que hoy quiero compartir contigo porque la considero suficientemente importante. Además, no me pertenece y adquiere pleno sentido cuando la comparto contigo que me estás leyendo. Se trata de lo siguiente:

El factor tiempo es la sincronicidad rítmica, la que marca el compás de una pieza musical o la propagación de la onda tras la caída de una hoja o una piedra sobre el agua… Esa expansión rítmica es lo que llamamos frecuencia, tal como indica la palabra: las veces o la frecuencia en que una onda topa con un obstáculo y cambia su curso. Gráficamente es como el oleaje del mar: la onda sube y baja tantas veces por segundo, y el ciclo completo, o sea, la cantidad de veces que se repite la cadencia rítmica en un segundo, genera, en término de vibración, un sonido, una sonoridad. En esa sonoridad está implícito el silencio; no como ausencia de sonido sino como vibración en sí misma. El ejemplo más claro para mí es el silencio del bosque vivo, muy distinto del silencio de un bosque muerto, recién calcinado por un incendio por ejemplo. -Te aseguro que es escalofriante-. La tierra que sustenta el bosque es la misma en uno y en otro; no ha desaparecido. Sólo han desaparecido los «obstáculos» que generan la frecuencia, el ritmo o el compás de la vibración.

El silencio es, pues, aquello que, siendo vibración, está en latente, en suspensión, podríamos decir; o sea, lo contiene todo sin manifestarse, porque para que pueda manifestarse necesita el tiempo, la frecuencia de vibración que generará múltiples sonoridades, que por afinidad crearán formas, o sea, el mundo fenomenológico que conocemos como Vida. De todo esto podemos decir que el tiempo es el factor indispensable para que algo se manifieste, y el silencio es allí donde se da la manifestación, o sea, el silencio posibilita la vivencia espacial. Y diría más, es en la «quietud» donde se da la perfecta sincronización temporo-espacial. Tiempo y espacio fusionados en un punto constante que resulta que es el estado natural del Ser, no porque esté quieto, sino porque es la vibración misma; manifiesta y no-manifiesta son la experiencia vivida de Aión.

Te voy a poner un ejemplo que a mí me ha ayudado a poner palabras a todo esto que te estoy contando.

Pues bien, nosotros somos humanos. Venimos o surgimos del humus, o sea, los detritus de la vida orgánica de la tierra. Nacemos del humus, de ahí la palabra humanos; por lo tanto podemos decir que somos semillas «plantadas» en el humus o tierra fértil.

Como semillas, tenemos toda la información genética para ser lo que somos, así que nos cabe encontrar el poder de Yo puedo, la sabiduría de Yo sé, la espiritualidad del Yo debo y el coraje del Yo tengo, para germinar y enraizarnos bien, encontrando el buen camino para nuestras raíces, de manera que salgan los primeros brotes y se sigan fortaleciendo estos 4 aspectos que conforman el cuadrado o cubo, la forma geométrica de la materia, para que estos 4 aspectos no se convierten en una cárcel sino en posibilidades de desarrollo. Y todo esto de forma constante, dentro y fuera [de la tierra que nos sostiene], con todos los impedimentos con los que nos vamos a encontrar por sólo el hecho de vivir, hasta ser árboles maduros capacitados para dar las flores que se convertirán en frutos, permitiendo así la expansión de la vida, incluso en la muerte, porque a estas alturas ya sabrás que la muerte no existe; es una transformación radical del proceso de vivir. Ya lo sabes.

Y entonces tú me dirás: —Muy bien, y ¿qué tiene que ver el tiempo con el arte? Pues hacia allí vamos. Seguimos.

Si el tiempo es imprescindible para la manifestación, es en el silencio-espacio donde todo toma sentido porque es la vivencia misma de vivir viviéndome/nos. O sea, es la vivencia que en Biodanza conocemos tan bien. El caso es ¿cómo hacer que la vivencia sea un continuum en el cotidiano y no sólo en la sesión de Biodanza o en aquello que tu practiques y te lleve a este estado vivencial. La clave que yo he encontrado es el silencio, pero el silencio de los ojos abiertos, no el de los ojos cerrados, que también, pero es con los ojos abiertos que el silencio se torna palpable, se vive en el cuerpo, se encarna en el organismo y se vuelve biológico, como un estado natural del ser.

Y aquí es cuando entra el concepto de Arte, desde la propuesta de Arte-identidad de César Wagner, donde Yo Soy se acompaña de la palabra Arte en mayúsculas, porque como ser consciente me puedo percibir artista de mi obra, artesana de mi vida, siendo creadora y obra simultáneamente, de manera que el Tiempo elevado a Espacio se torna el Ars Magna del Ser en el mundo.

¿Qué tiene que ver todo esto con Biodanza? podrías decir. Pues, en la línea de vivencia de la Trascendencia, cuando el tránsito es vivencia, Yo Soy Arte manifestándose; Arte vivo, con todo lo que ello implica.

Gracias por haber llegado hasta aquí conmigo.

Amor y Servicio

Notas de navegación

Estar bien desde la perspectiva de Biodanza

Hay una herida profunda en el alma de muchas y muchas personas, que suele aparecer en algún momento u otro en los grupos de iniciación a la Biodanza y tiene que ver con la trascendencia; esa línea de expresión de la identidad que posibilita transcender estados de conciencia limitantes, que condicionan nuestra manera de relacionarnos con el mundo, con la otra y conmigo misma. Sobre todo conmigo misma, pues el retorno a mi ser íntimo es en realidad lo desconocido.

Nuestro Angel estaba con el corazón partido, la mirada triste, el semblante cansado de tanto llorar, intentando sostener el peso de la pérdida, que suele dejar un rastro de dolor y de angustia difícil de digerir. Ella llevaba una sesión sin venir: me llamó para decirme que estaba recogida en su interior y aún no podía salir de allí. Esperaba que esta semana encontrara la forma para venir al grupo y dejarse arropar por él. Yo había preparado la sesión pensando en ella. No sabía si vendría, sólo tenía el anhelo, y sí, apareció. Cuando abrí la puerta y la encontré, nos abrazamos; habían otras compañeras así que no hubo tiempo de intimidad. Nuestro Angel se mostraba resignado. Empezamos la sesión.

En la Rueda de Intimidad Verbal abrimos el espacio para compartir: no había compartires, así que hablamos sobre la vivencia y cómo se significa en Biodanza. Me parecía importante dialogar sobre este tema pues el grupo ha crecido: se han incorporado dos mujeres más y ninguna de ellas conoce la Biodanza más que por la sesión de presentación que hicimos hace unos días. Sólo llevamos dos sesiones juntas. Sentí necesario situar a las dos mujeres nuevas en el contexto de vivencia propuesta por Rolando Toro, ya que el grupo lleva funcionando ocho meses y en este tiempo han pasado muchas cosas, como grupo y como singularidades. Ellas no son las mismas. No lo digo yo, lo dicen ellas. Además, esta era nuestra primera sesión con el grupo al completo y nuestro Angel se incorporaba después de su temporal ausencia. Era un momento delicado.

Al término de la rueda de diálogo, recogimos cojines y dejamos la sala preparada para danzar. Suena la primera música; suena la segunda y nuestro Angel me llama en privado. – Me voy a marchar. No puede seguir. (…). No puedo hacerles esto al grupo. No estoy bien (…) tal como estoy creo un mal ambiente…- Mantuvimos un breve diálogo. Al finalizar la canción, nuestro Angel y yo entrábamos en la sala para seguir adelante. La siguiente vivencia era un caminar a dos con una música de Dixieland. Nuestro Angel estaba allí y, al decir la consigna con la persona voluntaria para mostrar la vivencia, hice mención a la oportunidad de caminar a dos con lo que somos en ese preciso instante, con lo que hay, sea lo que sea, sin tener que estar de ninguna otra forma; sólo en el presente, aquí, con lo que yo soy ahora y nada más. Y es así como todo está bien.

En realidad no recuerdo bien lo que dije, lo que sí recuerdo perfectamente fue la cara de nuestro Angel, sonriendo dulcemente, tranquila, relajada, confiada. Y eso, es una bendición.

Biodanza recupera gestos cotidianos tan simples como el caminar a dos y los resignifica, no con nada nuevo en realidad, aunque parece que lo fuera pues el amor está tan escondido, tan guardado, olvidado, custodiado, encerrado en nuestros corazones heridos que pareciera que es nuevo, pero sólo es hacerlo presente con nuestros gestos cotidianos. Una música básica, de dixieland, y un caminar cogidas de la mano, vinculándonos con la mirada, con el gesto,… nada más y nada menos. Todo un universo en acción en ese preciso instante, donde dos personas que a penas se conocen, andan juntas, sin hablar, acompañadas de una música rítmica,… y la magia del amor se hace presente, no porque sea mágica sino porque nunca ha dejado de estar presente; oculta o no, ella está siempre y cuando le damos un espacio y un ambiente propicio para que se muestre, de forma natural emerge el amar, amando, el amor amando, el amarnos amándome. Tan simple y tan complejo a la vez.

En Biodanza, no hablamos con palabras porque es nuestra corporeidad la que se expresa y su lenguaje es muy claro, simple, sin lugar a confusión. En Biodanza recuperamos los gestos perdidos que a golpes de desencuentros, nos han llevado lejos de nuestro interior y así nos hemos perdido.

En Biodanza no necesito -estar bien- para estar en el grupo, para participar de la sesión, porque estar bien es intrínseco del estar. No hay mal estar, sólo es el preludio de la transformación que ocurre cuando le damos tiempo a que acontezca; y no sólo tiempo sino el lugar y el ambiente adecuado para que se dé, y en Biodanza se da, porque la música, el grupo, la consigna y la facilitadora propician que se de la vivencia integradora; no sólo la vivencia, sino la vivencia integradora.

Photo by Tatiana Syrikova on

Y seguimos con la sesión. Cuando llegamos a la parte descendente de la curva metodológica, entramos en ella con una Rueda de Miradas. La música escogida: Marchando al frente de Renato Teixera . (aquí te dejo el audio para que la disfrutes).

El agua interna brotaba tranquila por la fuente de nuestros ojos mientras nos mirábamos; se deslizaba al compás de la melodía, con todo lo que allí había, sin palabras, sólo sonidos del alma, recuerdos, nostalgias, deseos, anhelos, goces y mucho más manifestándose calmadamente, sin prisa. Bendito momento, sagrado instante de bendición inesperada, colmando nuestro ser de una profunda Belleza. No hay palabras que describan tanto Amor; sólo el silencio que comparto contigo, a tí, que me escuchas más allá de lo que digo.

Biodanza es humildad, porque ante milagros así, no hay como sentirse de otra manera que no sea humilde.

No existe un -estar bien- para hacer Biodanza. En Biodanza el Bien es Ser y Estar, en grupo, en el corazón, en el silencio, en el gesto, en el abrazo y en la distancia. Olvídate de ser algo que no eres, de estar de una forma u otra para que te acepten, para que te quieran, para sentir que perteneces. Sólo por el hecho de existir ya es suficiente. Así en Biodanza, porque la propuesta de Rolando Toro es que todo el mundo dance la Vida, que todos los seres humanos rescaten sus gestos perdidos y se unan en una enorme ronda de manos dadas, donde el corazón de una no es más mío ni tuyo, sino de todas y todo.

Al terminar, pedí que dijerámos sólo una palabra que definiera el instante vivido. Se dijeron varias. Yo la recuerdo fue SUPERACIÓN. La dijo nuestro Ángel sonriendo.

Si aún no conoces la Biodanza, no te quedes con las ganas. Busca un lugar que sea fácil para ti, en tu entorno, en tu localidad más cercana (hay muchos ya). Déjate llevar por la intuición; deja que tu alma te guíe. Ella te agradecerá encontrar un espacio donde danzar la vida en la vida.

Amor y Servicio

Biodanza

La Trascendencia y la Sexualidad: dos de las cinco líneas de vivencia de Biodanza

Reflexiones de una facilitadora de Biodanza

Las líneas de vivencia en Biodanza son los cinco caminos de expresión de la identidad: vitalidad, sexualidad, creatividad, afectividad y trascendencia. Este es el orden y no es por casualidad que sea así.

Cuando Rolando Toro y sus colaboradoras y colaboradores empezaron a sistematizar y desarrollar el modelo teórico de Biodanza, las líneas de vivencia se ordenaron de menor a mayor según el grado de represión en que se manifiestan. El orden inicial propuesto por Rolando fue: primero vitalidad, después afectividad, creatividad, sexualidad y por último trascendencia. Cézar Wagner propuso el cambio de Sexualidad (situada en cuarta posición en orden ascendente según Rolando Toro) con Afectividad (en segunda posición) pues la represión más alta anterior a la trascendencia, no es la manifestación del placer y la sexualidad; es la expresión de la afectividad. Después lo comento con más profundidad.

Nunca había oído que el orden de las líneas de vivencia dependiera del grado de represión. Fue hace sólo unos meses, en una formación continuada de Educación Biocéntrica con Ruth Cavalcante que ella misma lo explicó. Esta anécdota, si podemos decirlo así, como tantas otras, que vienen de personas que formaban parte del círculo afectivo de Rolando, que convivían con Rolando en su cotidiano y construían con él el Modelo Teórico de Biodanza y su sistematización, tienen para mí un gran valor porque dan testimonio del proceso de creación comunitaria del Sistema Biodanza. Si bien Rolando Toro es el padre que sembró la semilla del sistema, el que fecundó la tierra en la que se sustenta el sistema Biodanza, fue el diálogo con otros colaboradores y colaboradoras que dio paso a la construcción y sistematización de la Biodanza, alimentada por los saberes compartidos. Así es como los seres humanos construimos lo que perdura; es este camino de construcción comunitaria el que nos cabe recordar (volver a pasar por el corazón) y practicar una y otra vez, tantas veces como sea necesario, hasta reconocer y honrar nuestra naturaleza trascendente; y con trascendente me refiero a la que danza y es la danza, la que percibe la música y es la Música. Esta es la gran paradoja.

Otro dato que me encantó escuchar en relación a las cinco líneas de vivencia, fue que con el tiempo y la sistematización, el orden de la cinco líneas de vivencia de Biodanza, pudo compartir saberes con los chakras, gracias a la “osadía» de Silvia Eick que le propuso a Rolando este maravilloso trabajo con las energías que componen el cuerpo humano. Ante la propuesta, Rolando se negó rotundamente, nos cuenta Silvia; fue un tiempo después que Rolando, bajo la insistencia de Silvia, percibió que la propuesta era totalmente coherente con el sistema Biodanza y consintió que se llevara a cabo, autorizándola a desarrollar el trabajo. Esta es otra de las anécdotas curiosas de la creación del sistema Biodanza, que a mí particularmente me encanta escuchar.

La manifestación del placer, el erotismo, la atracción sexual, si bien es verdad se manifiesta con una cierta represión, podemos decir que como línea de vivencia, se considera en segunda posición detrás de la vitalidad, porque no es tanto la represión de la expresión de la sexualidad del individuo, sino la confusión en su expresión, la disociación con el ser y con la trascendencia. ¿Porqué digo esto? porque la trascendencia es la que nos posibilita trascendernos a nosotras mismas, ir más allá de nuestras creencias limitantes, esclavizantes e instaladas en nuestra memoria celular como verdades, condicionando nuestra manera de relacionarnos conmigo misma, con la otra y con el cosmos. Sin la trascendencia, vivimos en circuitos cerrados donde nos retroalimentamos de lo conocido, aunque sea tóxico y mortal. Con la trascendencia, experimentamos la espiral evolutiva de implosión/explosión, íntasis/éxtasis que es la dínamo de la Vida.

Arquetípicamente hablando, la humanidad carga a sus espaldas con el “pecado original”, el “error original, causante de sufrimiento”, donde Adán y Eva simbolizados como la raza humana perfecta, inmaculados o sea sin mácula, vírgenes de deseos, inocentes y libres de culpa, viviendo en el paraíso donde todo estaba a su alcance excepto el Árbol del Bien y del Mal o la representación simbólica de la dualidad versus la unidad. En esa placidez existencial, fueron tentados por la Serpiente o «la que no parpadea» pues no tiene párpados, y haciendo uso del Engaño, la Ilusión, les ofreció conocer la dualidad como una experiencia maravillosamente excitante y placentera, obviando las consecuencias, y cedieron al «marketing» astutamente elaborado de la Serpiente, saltándose la advertencia de Dios. Para mí, una de las muchas claves de esta historia es cómo es contada, porque no es lo mismo contarla como si Dios, la Divinidad, lo Divino, o como quieras llamarlo, prohibe hacer algo por su abuso de autoridad, que si Dios advierte de las consecuencias de tomar el fruto de la dualidad, tal y como hace una madre y un padre amoroso cuando advierte a su hija o hijo de un peligro. Desde dónde contamos las cosas, las historias, desde dónde las escuchamos, determina el tipo de vínculo que genere una respuesta ante de los acontecimientos de la vida.

Según la sabia interpretación de Paramahansa Yogananda, que dedicó su vida a unir las enseñanzas sagradas de Occidente y Oriente, Dios advirtió a los que vivían en el Paraíso que si comían del fruto del Árbol de Bien y del Mal, también llamado Arbol de Conocimiento -conocer la mentida-, la Kundalini o energía vital quintaesenciada, se aletargaría en la base de la espina dorsal como consecuencia de olvidarse de su origen trascendente al identificarse con los órganos de los sentidos hasta el punto de creer que somos el cuerpo y no almas soñando tener un cuerpo. Con la identificación en el cuerpo mortal, vendría el sufrimiento por no sentirse saciados nunca hasta volver al origen, el ser integrado en su trascendente goce eterno y siempre renovado. Y así fue: la inocencia fue arrebatada con el engaño hipnótico de la que no parpadea y empezamos el camino tortuoso de regreso al hogar.

¿Porqué te cuento todo esto aquí, en este entorno de Biodanza? Porque la Trascendencia desde el principio biocéntrico que rige la Biodanza y la Educación Biocéntrica, es la expresión sublime de la sensibilidad, que “es la manera que tiene el universo de comunicarse” dice Cezar Wagner. Sanclair Lemos para designar lo mismo, usa la palabra sutilidad como la expresión del ser eternamente trascendente, gozosamente ronovado, el ser numinoso según Rolando Toro. Sutil como el viento en el rostro, sensible como la piel de un bebé recién nacido, numinoso como lo innombrable que nos habita y que podemos conocer cuando danzamos y nuestra danza es una meditación donde somos Música y Danza. No somos cuerpo, somos almas habitando en formas dinámicas o corporeidades.

Sexualidad y Trascendencia son vórtices cuánticos de evolución, donde podemos vivenciar el Cielo en la Tierra. Trascendencia y Afectividad, abren caminos a la expresión sutil del ser que regresa a la verdadera Fuente que yace en nuestro interior, eternamente viva, dispuesta a ser reconocida, honrada y bendecida. Creatividad trascendente que nos guía para recrear la vida desde dentro, como reflejos divinos, autoreferenciándonos para ocupar nuestro verdadero lugar en el mundo.

Biodanza tiene mucho que contarnos, mucho que compartir, mucho que dialogar, reflexionar, sumar, estudiar, porque se referencia en la Vida y Ella es Yo y Yo es Ser, y Ser es Unidad vivenciada.

Seguimos.

Amor y Servicio