Entrar en bosque es zambullirse en espacio donde tiempo deja de ser lineal y se pone a danzar de puntillas en espiral. «El bosque sana», lo sabemos los que andamos por sus caminos y los expertos al estudiar los cambios de frecuencia que se ocasionan en las personas al adentrarse en un bosque o entorno natural; también lo saben los naturalistas, los botánicos, las herbolarias y brujas cuando crean sus pócimas, chamanes, sacerdotisas, meditadoras, biólogos, ecologistas,… toda criatura humana lo sabe porque ella misma es vida, bosque, árbol, flor.
En Biodanza existe una vivencia hermosísima creada por Rolando Toro, que tituló Danza de la semilla. Esta danza pertenece al conjunto de danzas secuenciales que combinan diferentes líneas de vivencia y se realizan siguiendo una secuencia específica como proceso progresivo de integración.
Rolando, inspirado en la observancia de la naturaleza, determinó: «La semilla contiene el proceso de la vida y se transmite a través de millones de años. En cada etapa nacen nuevos brotes, nuevas capacidades. En cada edad recibimos la gracia de nuevas visiones. Todos los momentos de nuestra existencia tienen un valor intrínseco que es necesario saber descubrir». Así como la semilla necesita una tierra fértil y apropiada para poder germinar y brotar, crecer y ser la que es, Biodanza proporciona el espacio afectivo-nutritivo saludable para reconocerse como semilla y potenciar todas nuestras capacidad al servicio de la vida. El trabajo en grupo de Biodanza es el laboratorio idóneo para germinar y dejar que los brotes que surgen se hagan fuertes y sanos, los que nacieron y se quebraron, sean nutridos por la afectividad y cuidados del grupo y su facilitadora, y que cada semilla sea el árbol que está destinado a ser en todo su potencial y generosidad.
«La vivencia del crecimiento- dice Rolando- es una de las más profundas y bellas que un ser humano puede experimentar. Desarrollar cada día las potencialidades desconocidas o no reveladas. Crecer hasta el fin de nuestros días, florecer y dar frutos. De este modo, la vida humana se puede parecer a un árbol que brota de una semilla, se hace fuerte y fecunda, nutrido por la linfa inmemorable del amor.»
Poner la intención para danzar la Danza de Semilla es entrar en ese lugar mágico del bosque que habita en nosotros y recordar qué somos, danzar el movimiento de la vida que surge de nuestro interior y experimentar el amor sin condiciones que brota de nuestra naturaleza íntima y esencial. Amarnos amando la vida mientras la danza sigue en movimiento ascendente desarrollando ramas y hojas de creación sin fin, frutos que generan más vida y que de una forma u otra seguirán dando otros frutos, otras semillas, otros árboles y más vida. Entonces la muerte no será ya una vivencia de finitud, sino una transformación más del ciclo eterno de vida.
Dejo el link de una de las músicas que solemos utilizar para la Danza de la Semilla. Se trata de Allegro non molto. Concerto L’hiverno. Antonio Vivaldi (1678-1741). Cierra los ojos y disfrútala.