Estoy en el balcón de mi dormitorio. El Sol de las primeras horas de la mañana baña ese pequeño espacio-tiempo donde todo sigue su curso rítmico, sincrónico, armónico, inclusivo.
Me dispongo a diseñar la próxima aula que voy a impartir a las futuras docentes de formación ocupacional: quince personas adultas, con un amplio recorrido profesional, cada una en su especialidad, que han decidido formarse para ser docentes y compartir su saber. El tiempo que tengo para el aula es de 2h30’ y el tema es … no importa el tema; lo verdaderamente importante es a dónde quiero llevarlos, donde quiero que se sumerjan, más allá de los conceptos y la teoría que pueda impartir. Lo tengo claro: quiero llevarlos allí donde el mundo interno y externo se fusionan y los colores se vuelven reales, las texturas se perciben con curiosidad y todo danza en el devenir del vivir. ¿Para qué? para sentir el pulso de la Vida en su sosiego rítmico, acompasado, armónico, que facilita un continuum inevitable de aprendizaje-desarrollo, tal y como propone la Educación Biocéntrica de Ruth Cavalcante i Cézar Wagner.
Es la primera clase que voy a impartirles un aula entera. La inmersión etnovivencial, o sea, sumergirme en un grupo y su contexto para conocer sus hábitos, su lenguaje, sus inquietudes, sus gustos, tendencias, costumbres, la manera en que se relacionan entre ellos,… se ha dado por dos meses y medio. Esto ha hecho que pueda reconocer la singularidad individual y colectiva del grupo, para que mi intervención pedagógica se adapte a su realidad, no a lo que yo crea o suponga que es.
No conocen la Educación Biocéntrica; saben que vengo de un entorno pedagógico “diferente”, y se sienten atraídas por mi manera de relacionarme en el grupo. En sus fantasías, relacionan la Metodología Biocéntrica Integrativa (MIB) con ejercicios de Mindfulness o “cosas así”. Yo sonrío y digo que sí, “algo así más o menos”; espero el día de la clase para explicarlo en el contexto adecuado, en el ambiente enriquecido que genera la Educación Biocéntrica.
Mientras, levanto la mirada para inspirarme en que canción escoger para la ronda inicial de bienvenida, veo dos abejas, ajenas una de la otra, parándose en las flores perfumadas de color lila que entran en mi balcón desde el árbol de mi jardín. Las abejas se pasean entre las hojas y se sumergen en las flores aromáticas, extrayendo el polen para su colmena. La brisa hace danzar suavemente el entorno. Me surge la emoción en lágrimas silenciosas de gratitud. Me siento viva, amo mi oficio, amo la posibilidad real de abrir espacios de aprendizaje-desarrollo biocéntrico, donde la música, el arte, la alegría de vivir, está tremendamente presente. Presiento que esta sesión será muy importante para todas y cada una de nosotras; de alguna manera puede ser un antes y un después en muchos aspectos. Están acostumbradas a un tipo de docencia convencional, a mi entender obsoleta, donde el docente es el que sabe y las actividades que propone son competitivas. Estoy deseando ver el resultado de una pedagogía inclusiva, vivencial, donde el conocimiento se construye en comunidad a través de la práctica del pensamiento complejo de Edgar Morin, la pedagogía de la pregunta de Paulo Freire, la vivencia biocéntrica y la inteligencia afectiva como base estructural de todas las inteligencias, y la acción transformadora como resultado de una construcción colectiva del conocimiento.
Sumergirme en el mundo académico reglado para sembrar la pedagogía biocéntrica en su núcleo en estado de avanzada descomposición, es un reto que asumo con mucha conciencia. El camino hasta aquí no ha sido fácil: el sistema patriarcal, capitalista, industrializado, deshumanizado en el que vivimos, es anguloso y peligrosamente hiriente. Tengo algunas cicatrices que me han enseñado a reconocer sus laberintos y entresijos y a saber cómo transitarlos. Siento la certeza interior y calmada de que nada puede parar este cambio evolutivo de paradigma existencial que estamos viviendo, y yo, como muchos de todos nosotros, estamos preparados para seguir sembrando, más que nunca, en la misma garganta del monstruo. Basta entrar con todo lo que hemos aprendido e integrado durante todos los años de estudio y practica del principio biocéntrico, con su metodología integrativa y toda la vivencia biocéntrica que nos habita. Nada puede fallar si nos ceñimos a la consciencia planetaria que vibra en biocéntrico.
He encontrado la música perfecta para el inicio de la sesión. Creo la escena en mi imaginario: el espacio diáfano y amplio del aula, con las sillas y mesas en una esquina, la luz natural del aula entrando por las ventanas del techo, la temperatura adecuada, el equipo preparado, todo listo para recibir al grupo. No se trata de crear expectativas sino de vivenciar lo que deseo, para después soltarlo y que sea la Vida la que haga de la mejor manera posible para todas y cada una de las personas que vamos a participar. Yo me entrego con todos mis recursos y saberes, a lo que vaya surgiendo. No soy yo la protagonista, es la Vida; yo sólo soy un agente de facilitación; el resultado lo iremos construyendo entre todas y todos.
La vivencia pedagógica central va ha ser un Circulo de Cultura con imágenes generadoras, de manera que cada participante aporte su significado a partir de la imagen y en grupos pequeños, puedan compartir la experiencia. Después de exponerlo al grupo grande, juntos crearemos una síntesis simbólica. No quiero dar más detalles porque no quiero extenderme en un artículo que acabaría siendo demasiado largo para lo que quiero.
Más adelante ya te contaré cómo sigue el proceso. Hasta entonces, que el Amor y el Buen Servir, nos guie.





